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Act. C. Lectora Capitulo 1 "Las Crónicas de Narnia"


Enviado por   •  10 de Agosto de 2021  •  Tareas  •  1.878 Palabras (8 Páginas)  •  343 Visitas

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  1. Lee el primer capítulo de las Crónicas de Narnia, El león, la bruja y el armario. Luego responde las preguntas de comprensión lectora.

Capítulo 1

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LUCY SE METE EN EL ARMARIO

Había una vez cuatro niños que se llamaban Peter, Susan, Edmund y Lucy, y esta historia cuenta algo que les sucedió cuando los enviaron lejos de Londres durante la guerra debido a los ataques aéreos.

Los llevaron a la casa de un anciano profesor que vivía en el centro del país, a más de quince kilómetros de la estación de ferrocarril más cercana y a tres kilómetros de la oficina de correos más próxima. No tenía esposa y vivía en una casa muy grande con una ama de llaves llamada señora Macready y tres sirvientas (se llamaban Ivy, Margaret y Betty, pero no son muy relevantes para el relato). El profesor era un hombre muy viejo con una desgrañada mata de pelo blanco que le tapaba gran parte del rostro, además de la cabeza, y a los niños les cayó bien casi de inmediato; aunque la tarde en que llegaron, cuando salió a recibirlos en la puerta principal, su aspecto les resultó tan raro que Lucy, que era la más pequeña, le tuvo un poco de miedo, y Edmund, que era el siguiente más pequeño, sintió ganas de echarse a reír y tuvo que fingir todo el tiempo que se sonaba la nariz para disimular.

Aquella primera noche, en cuanto dieron las buenas noches al profesor y subieron a acostarse, los chicos fueron a la habitación de las chicas y discutieron la situación.

—Nos ha tocado la lotería, no cabe duda —dijo Peter —. ¡Esto es genial! Ese anciano nos dejará hacer todo lo que queramos —dijo Peter a Susan, Edmund y Lucy.

—Yo pienso que es un anciano encantador —comentó Susan.

 -¡Vamos, anda! —exclamó Edmund que estaba cansado aunque fingía no estarlo, algo que siempre lo ponía de mal humor—. No empieces a hablar así.

—¿Cómo? —inquirió ella—. Y además. ¡tendrías que estar ya en la cama!

—Intentas hablar como mamá —replicó Edmund—. Y ¿quién eres tú para decir cuándo tengo que irme a la cama? ¿Por qué no vas a dormir tú?

—¿No sería mejor que nos fuéramos todos a dormir? Seguro que se armaría un buen alboroto si nos oyen hablando aquí.

—No, ¡nada de eso! —afirmó Peter— Les digo que esta es la clase de casa donde a nadie le va a importar lo que hagamos. De todos modos, no nos oirán. Es necesario andar al menos diez minutos para ir desde aquí al comedor, y también hay una buena cantidad de escaleras y pasillos entre un sitio y el otro.

—¿Qué es ese ruido? —dijo Lucy de repente.

Er una casa mucho más grande que cualquier otra en la que la niña hubiera estado jamás. Y pensar en todos aquellos pasillos largos e hileras de puertas que conducían a habitaciones vacías empezaba a inquietarla un poco.

—No es más que un pájaro, boba —contestó Edmund.

—Es un búho —afirmó Peter—. Este sitio será un lugar maravilloso para observar pájaros. Me voy a acostar. Propongo que vayamos de exploración mañana. Se puede encontrar de todo en un sitio como este. ¿Vieron esas montañas cuando veníamos? ¿Y los bosques? A lo mejor hay águilas. O quizá ciervos. Seguro que hay halcones.

—¡Tejones! —exclamó Lucy.

—¡Zorros! —apuntó Edmund.

—¡Conejos! —añadió Susan.

Pero cuando llegó la mañana siguiente caía una lluvia persistente, tan torrencial que al mirar por la ventana no se veían ni la montaña ni los bosques, ni siquiera el arroyo del jardín.

—¡Vaya, tenía que llover! —se quejó Edmund.

Acababan de terminar de desayunar con el profesor y estaban arriba en la habitación que este les había reservado: una larga y estrecha habitación con dos ventanas que daban en una dirección y dos en otra.

—Deja de refunfuñar, Ed —dijo Susan—. Diez a uno a que despeja en una hora más o menos. Y mientras no creo que nos aburramos. Hay una radio y cantidad de libros.

—No me interesan —exclamó Peter—. Voy a explorar la casa.

A todos les pareció muy buena idea y así fue como empezaron las aventuras. Era una de esas casas que parece no tener final, y estaba llena de lugares inesperados. Las primeras puertas que probaron conducían solo a dormitorios desocupados, como todos habían supuesto; pero no tardaron en llegar a una habitación muy grande llena de cuadros, y allí encontraron una armadura completa; y la siguiente fue una habitación toda tapizada de verde, con un arpa en un rincón, y luego bajaron tres peldaños y subieron cinco, ya continuación apareció una especie de pequeño vestíbulo superior y una puerta que conducía a una galería y luego a una serie de habitaciones que comunicaban unas con otras y tenían las paredes llenas de libros, casi todos los libros eran muy antiguos y algunos eran más grandes que la Biblia de una iglesia. Casi a continuación se encontraron con una habitación que estaba totalmente vacía, a excepción de un enorme armario; uno de esos que tienen un espejo en la puerta. No había nada más en la estancia aparte de un moscón azul muerto en el alféizer de la ventana.

—¡Aquí no hay nada! —anunció Peter, y todos salieron en tropel; todos, excepto Lucy.

La niña se quedó atrás porque pensó que valía la pena intentar abrir la puerta del armario, aunque estaba casi segura que estaría cerrada con llave. Ante su sorpresa se abrió con facilidad y cayeron al suelo dos bolas de naftalina.

Al mirar dentro vio varios abrigos colgados, que en su mayoría eran largos y de piel. No había nada que a Lucy le gustara más que el olor y el tacto de la piel, así que se metió inmediatamente en el armario, se cobijó entre los abrigos y restregó el rostro contra ellos, dejando la puerta abierta, desde luego, porque sabía que era una soberana tontería encerrarse en un armario. No tardó en introducirse más en él y descubrió que había una segunda hilera de abrigos colgados detrás de la primera. Estaba muy oscuro allí dentro así que estiró los brazos hacia delante para no chocar de cara contra el fondo del armario. Dio un paso más —luego dos o tres— esperando siempre palpar el fondo de madera con la punta de los dedos; pero no lo encontró.

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