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Analisis San Manuel Bueno Martir

Ricartomart9 de Marzo de 2014

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Capítulo I

GENERACION DE 1898

(ORIGENES Y DEFINICION)

I. PERDIDA DE COLONIAS DE ESPAÑA EN LATINOAMERICA

La pérdida de las posesiones coloniales españolas en Latinoamérica, a principios del siglo XIX, fue acogida en España con bastante indiferencia; sin embargo, la aparición de un movimiento de liberación en Cuba levantó una intransigente oposición. Su importancia económica, especialmente para Cataluña, era considerable. Por otra parte, España sabía que perder Cuba significaba inevitable perder Puerto Rico y las Filipinas, y con ello, los últimos destellos de su prestigio internacional. Además, desde el momento en que Estados Unidos de América apoyaba activamente a los rebeldes cubanos, y ya en 1848 se había ofrecido a comprar Cuba por 15 millones de pesetas, cualquier intento de retirada por parte de España hubiera significado una venta a Norteamérica.

En 1868, estalla la guerra en Cuba entre España y los separatistas, conflicto que no se resolverá hasta la década siguiente, cuando España reconozca una serie de concesiones a la autonomía cubana. El líder conservador Antonio Maura presentó al parlamento de Madrid, en 1893, un amplio programa de reformas destinado a solucionar el problema cubano pero no fue aceptado. El conflicto bélico se reanudaría en 1895 extendiéndose hasta enero de 1898,en que comenzarán a aplicarse una serie de medidas, aprobadas por el parlamento a finales de 1897, tendentes a garantizar una amplia autonomía a la isla. El 19 de abril de 1898, los Estados Unidos, alegando, entre otras cosas, peligro para sus ciudadanos, y responsabilidad española en el hundimiento de su acorazado Maine. Su marina, equipada con buques y armamento moderno, derrotaría a los barcos españoles en Cavite, Filipinas, el primero de mayo, y en Santiago de Cuba, el 3 de julio. El Tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, le obligó a conceder la independencia a Cuba, y a ceder Puerto Rico y las Filipinas a los Estados Unidos.

La derrota supuso un golpe mortal para el país, que desde la restauración de la monarquía tras la republica de 1873, había tenido a cultivar ilusiones de grandeza

nacional. Algunos españoles hablaron de apatía. Francisco Silvela, el futuro primer ministro conservador, publicó en el periódico de Madrid, El tiempo (16 de agosto de 1898), su famoso artículo <<Sin Pulso>>, en el que acusaba al país de pasividad culpable. Sin embargo, algunos jóvenes escritores e intelectuales sintieron la necesidad de enfrentarse a la clase rectora y a todo lo que ésta representaba, incluyendo su responsabilidad por la derrota. Los más importantes fueron los miembros de la Generación de 1898.

II. ORIGENES DEL NOMBRE; PRIMERAS INTERPRETACIONES

La primera referencia significativa a la nueva generación surgida en España después de 1898 parece provenir del historiador y político Gabriel Maura1 en el curso de una polémica con el joven escritor y filósofo Ortega y Gasser2. En un artículo publicado en el diario Faro, el 23 de febrero de 1908, Maura se refiere a <<la generación que ahora llega; generación nacida intelectualmente después del desastre>>. Cuatro años más tarde, Andrés González Blanco3, en su Historia de la novela en España, sugeriría el nombre de <<la Generación del Desastre>>. Sin embargo la popularización del nombre <<Generación de 1898>> se debe a uno de sus miembros, José Martínez Ruiz, Azorin, quien en 1910 escribe una breve nota, <<Dos Generaciones>>, en la que contrasta su propia generación con una más joven, de la que no especifica miembros, acusándola de comercialismo y escritos pornográficos. En este punto, establece como año critico el de 1896, e incluye en la generación, además de a sí mismo, a Valle-Inclán, Baroja, Unamuno, Maeztu, Benavente y Darío

III. ORIGENES DE LA IDEOLOGÍA.

Las referencias de Salinas a la <<conciencia nacional>> y a la <<vida espiritual>> no sólo nos remontan a las preguntas, tanto tiempo sin respuesta, de Maeztu, sino que nos dan la clave del momento actual de crítica sobre el grupo noventayochista. Para comprender es imprescindible clarificar las relaciones entre la Generación y el Romanticismo. Azorín fue el primero en señalar la proximidad entre ambos. Maeztu, en <<Romanticismo>> (El Sol, 5 de marzo de 1921), se mostraba totalmente de acuerdo. Unamuno, en el prólogo a su novela Niebla (1914), confesaba <<el más desenfrenado romanticismo>>. Baroja, en El tablado de Arlequín (1904), declaraba: <<Soy por mis aficiones literarias y artísticas… un romántico.>> El romanticismo, Camus lo ha explicado mejor que nadie, representa la vertiente más importante de la sensibilidad moderna. La visión del mundo de muchos escritores románticos reconoce el fracaso de los valores absolutos aceptados previamente, y de los modos de pensamiento tradicionales, sobre los que se suponía asentada la estabilidad de la vida social e individual. Con la aparición de esa visión del mundo surge una nueva edad de dudas, ansiedad, e incluso angustia, en la que todavía vivimos. En España, Larra, el intelectual más intuitivo de entre los escritores románticos del país, tenía perfecta conciencia de lo que estaba sucediendo. Un <<espíritu de análisis>>---escribió--- ha destruido las viejas creencias, y está produciendo un estado de profunda intranquilidad. <<Mucho me temo>>, anunciaba proféticamente, <<que nos hallamos en una de aquellas transiciones en que suele mudar un gran pueblo de ideas>>.

La reacción católica tradicionalista que siguió al breve triunfo del movimiento no logró impedir que la minoría intelectual española recibiera la herencia de la visión del mundo romántica. La filosofía de Krause, importada de Alemania por Julián Sanz del Río, debe gran parte de su popularidad en los años 1860-1870 a su promesa de una respuesta positiva al creciente malestar espiritual e intelectual. Sin embargo, la aparición del Positivismo y el pensamiento sistemático de Schopenhauer acabó con el Krausismo. En los años 80, España parecía estar en un estado de completo desorden ideológico, en abierto contraste con su aceptación hasta poco antes de las creencias político-religiosas más tradicionales, reforzada por la ausencia de minorías disidentes. En este marco se inscribe la información intelectual de los hombres de la Generación de 1898.

El primero en analizar y protestar contra esta situación fue Ángel Ganivet, cuya obra será examinada en el capítulo III. En 1889, en la Universidad de Madrid, escribió una pequeña tesis, España filosófica contemporánea, que constituye el primer documento importante sobre el problema de España producido por un miembro de la Generación. Seis años antes de En torno al casticismo, de Unamuno, ocho años antes de su propio Idearium español, y diez años antes de Hacia otra España, de Maeztu, encontramos ya formulada la interpretación de la situación nacional que dominará el pensamiento de todo el grupo. En lugar de relacionarla con un problema político, económico o social, Ganivet lo remite a un problema esencialmente espiritual. Por esa razón, ignora deliberadamente medidas como la reforma agraria, la industrialización, o la redistribución del poder político, que hubieran podido ayudar a afrontar los problemas de una manera concreta y práctica. En lugar de ello, él localizaba las raíces del problema en la mentalidad nacional.

Pese al hecho de que la tesis de Ganivet no se publica hasta 1930, su aproximación al problema de España es aceptada por todos los miembros de la Generación de 1898, que afirman que lo que el país está sufriendo es, sobre todo, una <<crisis de conciencia>>. Cuando en 1895, tres años antes del desastre, Unamuno publica En torno al casticismo, ya afirma que España está atravesando una crisis muy profunda. Es muy interesante su interpretación de la crisis, idéntica a la de Ganivet: una falta de <<corrientes vivas internas en nuestra vida intelectual>> (Obras Completas, III, pág. 288, Madrid, 1958) de manera que España presenta una imagen de <<páramo espiritual>>. Subordinado progreso material y <<europeización>>, aboga por el redescubrimiento de <<las verdades eternas de la eterna esencia>>, que en otro lugar también llama <<ideas madres>>. Cuando en diciembre de 1901, Azorín, Baroja y Maeztu publican su propio manifiesto sobre la regeneración nacional, Unamuno se niega a unirse a ellos, alegando que solo presentan reformas practicas, en lugar de internas.

Capitulo II

UNAMUNO: “El gigante de la generación”

I. EL AUTOR Y SU CONTEXTO.

A) Un hombre contradictorio

Fue Miguel de Unamuno, y tal vez sigue siendo, un escritor que suscitó posturas encontradas hacia su persona: desde la admiración y el efecto más entrañable hasta la más acerva crítica y la más contundente de las descalificaciones. Pero lo cierto es que intentó ser fiel a sí mismo y comprometerse con su patria.

La búsqueda de la verdad, lucha por creer en la salvación eterna y el ansia por hacer de España una nación justa y libre le llevaron a enfrentarse con energía a las autoridades y a otros escritores de su época, por medio de sus obras literarias, de las múltiples conferencias que dictó y de su continua presencia en la prensa.

Se le acusó de ser paradójico y contradictorio, de no sostener un sistema filosófico claro y de no mantener una ideología

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