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San Manuel Bueno mártir


Enviado por   •  15 de Enero de 2014  •  2.566 Palabras (11 Páginas)  •  233 Visitas

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SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR

O EL TESTAMENTO ESPIRITUAL DE UN HOMBRE ATORMENTADO:

MIGUEL DE UNAMUNO

San Manuel Bueno, mártir es una historia, pero también es una confesión por escrito, el testimonio de que el hombre no puede por sí mismo responder a todas las preguntas que su inteligencia le plantea. De las preguntas surgen las dudas; de las dudas, la búsqueda; de la búsqueda infructuosa, la desazón; y de la desazón, la agonía.

Miguel de Unamuno escribió esta obra en 1930, seis años antes de morir, de ahí que sea considerada como su testamento espiritual, además de una de sus obras maestras. Está inspirada en una leyenda, la del pueblo de Valverde de la Lucerna que se halla sumergido en el fondo del lago de Sanabria, en la provincia de Zamora y analiza la historia de un sacerdote que se replantea su fe.

No es un argumento novedoso porque Unamuno tuvo en cuenta una novela italiana: El santo (1905) de Antonio Fogarazzo apoyada en una leyenda parecida a la del lago de

Sanabria. Lo que sí resulta novedoso es el enfoque y el sentido “unamuniano” que tienen las afirmaciones del protagonista: “La verdad es algo terrible, algo mortal. La gente sencilla no podría vivir con ella. Yo estoy para hacer vivir las almas de mis feligreses, para hacer que se sueñen inmortales, no para matarles…”.

LOS PERSONAJES: DUDA, FE, RAZÓN E INOCENCIA

La novela se organiza alrededor de la lucha interior y del comportamiento de un sacerdote de pueblo, don Manuel, identificado como la personificación de la suprema paradoja unamuniana: el sentido trágico de la vida. La voluntad de vivir como creyente y la imposibilidad de creer. La vida se entiende como una continua lucha contra el destino humano, como una continua agonía a la que es preferible ganarle terreno en su propio campo, es decir, viviendo la vida de la mejor manera posible.

Junto a don Manuel, encontramos otros personajes que pueden parecer en principio el contrapunto al sacerdote, pero que luego terminan aproximándose a él para casi fundirse y ser absorbidos por el protagonista de la novela. Angela, heredera de la fe y la tradición más firme, y su hermano Lázaro, el ateo convencido, el anticlerical. Angela es, además, la narradora y más firme seguidora de las enseñanzas de don Manuel. Nos presenta la historia cargada de misterio y llena de sobreentendidos, haciendo al lector cómplice desde el principio de un secreto compartido. Acorde con el personaje, el lenguaje de Angela, la prosa de la narradora es sencilla, sin pretensiones, próxima incluso al lenguaje rural o arcaico, con lo que Unamuno se asegura de que todo el que se acerque al libro entienda el mensaje o al menos la historia que tiene mucho de evangelio, de testimonio.

Teniendo en cuenta la importancia que para Unamuno tenía la etimología de los nombres, el de Angela que proviene del griego “mensajero”, nos pone en la pista de las funciones que este personaje desempeña en la novela. Pero es mucho más. Es testigo de la vida y existencia de don Manuel, refiere todo lo visto y oído. Es ayudante del sacerdote, incluso confesora, y en algún momento de la historia, Unamuno le otorga el papel matriarcal de hija madre que tanta fuerza tiene en toda su obra.

Lázaro se nos presenta como el contrapunto del cura, defensor de una vida contraria a la religión, impulsor de las cuestiones sociales y enemigo del mundo rural que identifica con un entorno feudal y medieval. Unamuno lo escogió para recordar al Lázaro del Evangelio a quien Cristo resucita. Su reacción inicial al conocer al sacerdote es de asombro desconfiado: “no es como los otros, pero es demasiado inteligente para creer todo lo que tiene que enseñar”.

Planta cara públicamente a don Manuel, que ya para entonces aparece como una auténtica autoridad en el pueblo y, sin embargo, luego evoluciona y termina siendo el tesorero del secreto mejor guardado del cura. Lázaro introduce en la historia la cuestión social al quererse hacer cargo de un sindicato en el pueblo y es ahí donde Unamuno aprovecha para apoyarse en la repuesta de don Manuel y citar a Karl Marx asegurando que la religión es el opio del pueblo.

El cuarto personaje es Blasillo, el bobo del pueblo. Un símbolo para Unamuno que representa la inocencia, la fe ciega, la felicidad que se puede derivar de la ignorancia. Pero, además, Blasillo tiene un claro vínculo con la experiencia personal del escritor, con su hijo Raimundo que falleció a los seis años víctima de una hidrocefalia.

Se trata de un ser muy querido por el sacerdote que se convierte casi en su sombra y que repite hasta la saciedad lo que se puede considerar el drama auténtico de don Manuel y del propio Unamuno “¡Dios mío, Díos mío!, ¿por qué me has abandonado?”. El personaje, además, está cargado de simbolismo ya que, incluso comparte destino con el sacerdote.

LOS SIMBOLOS: LAGO, MONTAÑA Y NIEVE.

Si exceptuamos Paz en la guerra (1897) ambientada en Bilbao, San Manuel Bueno, mártir es la única novela de Miguel de Unamuno ambientada en un lugar, en un paisaje concreto, como nos dice en el prólogo “el lago de San Martín de Castañeda, en Sanabria, al pie de las ruinas de un convento de Bernardos ydonde vive una leyenda de una ciudad,Valverde de Lucerna, que yace en el fondo de las aguas del lago”.

Lo que en realidad hace el escritor es apoyarse en esos símbolos: lago, montaña y pueblo para desarrollar toda una trama dentro de la historia que leemos en sus páginas. Se sirve del lago para situarnos en la intrahistoria del pueblo, los antepasados, la tradición y el pasado. Todo lo que el tiempo se ha ido llevando y que es preciso recordar para mantener viva la esencia colectiva. Para el pueblo, el lago azul refleja el cielo de la vida eterna prometida de la que ya gozan los muertos y los antepasados. Lázaro, en un momento de la historia llega a decirle a su hermana Angela: “creo que en el fondo del alma de nuestro don Manuel hay también sumergida, ahogada, una villa y que alguna vez se oyen sus campanadas”.

Junto al lago y reflejados en él aparecen otros símbolos: la montaña que representa la firme fe del pueblo, inamovible y duradera, se eleva hacia el cielo y se mira, como en un espejo, en el lago. Lleva ahí desde hace miles de años y todo el mundo espera que continúe en su sitio, sin cambios, sin fisuras.

La nieve es la fe que es como un milagro, o mejor, como un misterio que no se sabe de dónde procede, cae, como la gracia, inesperada y sin hacer distinciones entre ricos o pobres, jóvenes o viejos, listos o bobos.

¡HAY QUE VIVIR!

San Manuel bueno, mártir nos deja, a pesar de todo, un mensaje de vida en sus páginas. Unamuno no pretende amargar al lector, ni sumergirlo en un pozo de dudas. Al menos,

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