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Aportes Parafiscales


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  2.073 Palabras (9 Páginas)  •  489 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Actualmente la humanidad desafía una de las peores amenazas que junto a otras desventuras, tal como las enfermedades, pandemias, miseria, crímenes en todas sus representaciones y hasta los cambios climáticos sobrepasará record históricos. Es el hambre que perfila una situación claramente preocupante ya que según datos publicados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), ha crecido considerablemente el número de personas que pasan hambre a diario. (1.020 millones). Consecuencia directa del Conflicto Monetario Mundial que genera baja de los ingresos y trae como efectos una alta medida de desempleo; y esto a su vez comprime el acceso de los pobres a alimentarse. Sumado a la imposibilidad de acceso a los mismos porque no los producen ni los pueden pagar.

EL HAMBRE

El hambre es la sensación que indica la necesidad de alimento o gana y necesidad de comer. También puede ser escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada o apetito o deseo de algo.

Hoy en día hay 870 millones de personas desnutridas en el mundo. Esto significa que al menos uno de cada seis personas no tiene alimentos suficientes para estar saludable y llevar una vida activa. El hambre y la desnutrición son considerados a nivel mundial el principal riesgo a la salud, más que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntas. Entre las principales causas del hambre están los desastres naturales, los conflictos, la pobreza, la falta de infraestructura agrícola y la sobre-explotación del medioambiente. Recientemente, el número de personas con hambre ha aumentado debido a las crisis financieras y económicas.

Además del hambre que se siente cuando se tiene el estómago vacío, también existe otro tipo de hambre: el hambre oculta. Ésta es producto de la deficiencia de micronutrientes y hace a las personas más susceptibles a las enfermedades infecciosas, perjudica el desarrollo físico y mental, reduce la productividad laboral y aumenta el riesgo de sufrir una muerte prematura.

El hambre no sólo repercute sobre el individuo, sino que también impone una carga económica para el desarrollo global. Los economistas estiman que un niño cuyo desarrollo físico y mental ha sido atrofiado a causa del hambre y la desnutrición, puede dejar de recibir entre el 5-10 por ciento de la totalidad de sus ingresos de vida.

Entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio que las Naciones Unidas ha establecido para el siglo XXI, encabeza la lista la reducción a la mitad de la proporción de personas que padecen hambre. A pesar que se logró un buen progreso en la reducción del hambre crónica en la década de 1980 y la primera mitad de la década de 1990, los números durante esta última década han incrementado de manera lenta pero constante.

La escalada de los precios de los alimentos en Colombia entre 2007 y 2008 fue devastadora para los más pobres entre los pobres, bastaría con investigar los disturbios por alimentos que agitaron a “docenas” de habitantes de diferentes departamentos en este período y sumado a esto el agudo incremento del hambre mundial.

Miles de pequeños compatriotas no han probado bocado alguno hoy.

Es triste reconocer que en pleno siglo XXI, en donde la mayoría de las personas se enorgullecen de ser civilizadas y pertenecer al auge de la globalización, nos encontremos con el desolador panorama de que todavía hallan niños que se mueren de hambre en el mundo. Triste y desoladora realidad.

Según un reciente informe de la Universidad Nacional, son 15 mil los menores de cinco años que fallecen cada año por una enfermedad asociada a la desnutrición en Colombia.

“Desnutrición no es solo cuando alguien tiene hambre y no puede comer. Este problema también se da por los hábitos en los alimentos, el tratamiento del agua potable, no lavarse las manos, todo eso causa en el cuerpo humano una desnutrición”, (ha explicado Paul Martín, delegado en Colombia de la Unicef).

Así mismo, alrededor de 500 mil niños colombianos (alrededor del 13 por ciento de la población infantil), sufren de desnutrición crónica, según lo indica un informe del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (Cede) de la U. de los-Andes.

En este orden de ideas, podemos resaltar que los departamentos más afectados por la hambruna son Chocó, Boyacá, Cauca, Guajira, Cesar y Amazonas. Donde la ayuda por parte del gobierno brilla por su ausencia y las metas que se estipulan quedan en una hoja de papel que el viento se encarga de desaparecer; pero, que por arte de magia vuelven a la mano de los candidatos en tiempos electorales.

El desplazamiento forzado, sumado al sobre costo de la canasta familiar, dan como resultado familias que no tienen los medios para costear un comida balanceada.

Según el DANE, en su informe sobre pobreza en 2008, 20 millones de colombianos son pobres y cerca de 8 millones son indigentes. Por ende, es válido decir que la pobreza y la desnutrición van de la mano.

Para comprender lo grave de la situación, es importante aclarar que el desarrollo de un ser humano se da en sus tres primeros años de vida y que el 85% del cerebro se desarrolla en los primeros 5 años de la etapa de existencia de la persona. Así, que el impacto de las cifras reveladas anteriormente es mayor si se tiene en cuenta que estos niños que hoy no pueden comer, nunca podrán recuperar las capacidades deterioradas por su deficiencia alimentaria. Por ende, se hace banal preguntar, ¿Por qué el niño no rinde en la escuela?, ¿Por qué no se comporta de tal manera? ¿Por qué se enferma cada semana?... Y unas infinidades de preguntas que tienen como punto de quiebre, el asunto que aquí estamos tratando: EL HAMBRE.

Visibilizando el panorama del hambre a nivel mundial y nacional y observando los indicadores, se hace imposible no pensar que los objetivos de la comunidad mundial para reducir el hambre en el 2015 (Acab extrema y el hambre), va resultar todo un fracaso.

Se quiera dar la razón o no, el hambre es una realidad que a diario se hace más evidente.

Según indicadores de la FAO, “La extrema pobreza o indigencia aumentó en tres millones de personas en América Latina y el Caribe en 2009, alcanzando a 71 millones de hambrientos”.

Sin embargo,

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