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CUENTO - LENGUA NATIVA


Enviado por   •  13 de Junio de 2022  •  Reseñas  •  888 Palabras (4 Páginas)  •  66 Visitas

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AÑO DE LA UNIVERSALIZACIÓN DE LA SALUD

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONÓMA DE ALTO AMAZONAS

                          [pic 1]

KA´KEN NININEWE:

JESSARI NICOL RAMIREZ SALAS

A´CHINAPI:

JANETH URBINA

FACULTAD:

AGRONOMÍA

ASIGNATURA:

LENGUA NATIVA

FECHA DE ENTREGA:

25/01/2020

YURIMAGUAS – LORETO- PERÚ

2020

CUENTO

EL RAPTO FRUSTADO

Cierta vez, en el caserío de Puerto Arturo, Don Manuel y doña Flor decidieron participar en la fiesta patronal. Había que salir de la rutina diaria y confraternizar con los vecinos en la alegría popular.

Por aquellos días, todos habían colaborado para comprar petróleo para que el generador de luz funcionara hasta las doce de la noche. Así que, después de acostar a su hijita, se arreglaron y se fueron al salón comunal donde estaban los músicos, el equipo de sonido alquilado, todos los vecinos y algún que otro turista interesado en tomar fotografías de las fiestas populares.

Parecía una noche tranquila, se veían algunas estrellas y no había ni siquiera una ligera brisa que refrescara el ambiente.

Cuando llegaron los esposos, la música ya estaba sonando, algunas parejas bailaban, los niños correteaban, el masato estaba siendo servidos y los globos lucían bien hinchados en el techo y a lo largo de las paredes. Entraron, saludaron y se sentaron. De inmediato, les ofrecieron un buen pate de masato con el que se refrescaron y se animaron.

Poco a poco, la fiesta se iba poniendo más interesante. Cada vez había más parejas bailando y hasta que apareció alguna que otra botella de trago y cerveza. Todos disfrutaban de lo mejor. Las mujeres saboreaban sus vasitos de cóctel y los niños con su chicha, sus caramelos y sus globos, eran felices correteando por todas partes.

De pronto, después de una ráfaga de viento, todo se vio iluminado por el resplandor de un relámpago seguido por el trueno que hizo templar el local desde los cimientos de los parlantes. Todos se asustaron y hasta la música se detuvo un momento, pero, de inmediato, la fiesta se reanudó bajo la fuerte luvia que empezó a caer. Estaban acostumbrados a eso y no se preocuparon.

  • Flor, ¿Por qué no vas a ver un ratito a la Melita?, dijo Don Manuel
  • Eh, ¿Qué ya vuelta tienes? ¿Por qué me mandas a mí? Si fuera hombre me iría yo. Anda, vete tú pues. Además, le puse la tijerita sobre su mosquitero.
  • Mira, Flor, apenas calme la lluvia no vamos a casa.

El ánimo de Don Manuel ya no era lo mismo. Algo le decía su corazón.

Una vez que la lluvia calmó, agarró de su brazo a su esposa y salieron apresurados del local comunal.

Al llegar a su casa, hallaron la puerta entreabierta. Pensaron que el ventarrón lo había abierto o que la abuelita había entrado para cuidar a la nieta. Don Manuel empujó suavemente la puerta y un viento extraño, frío y penetrante hasta los huesos salió apagando el lamparín que ardía sobre la mesa, cerca de la camita de la niña.

Cuando prendieron la luz, ya dieron con la intriga sorpresa de que la camita de la niña estaba vacía.

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