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Descripcion literaria La Rosada


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2022  •  Apuntes  •  1.678 Palabras (7 Páginas)  •  55 Visitas

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La Rosada era una de las queridas de Marino. Muchacha de dieciocho años, hermoso tipo de mujer serrana, ojosgrandes y negros y empurpuradas mejillas candorosas, la trajo de Colca como querida un apuntador de las minas.Sus hermanas, Teresa y Albina, la siguieron, atraídas por el misterio de la vida en las minas, que ejercía sobre losaldeanos, ingenuos y alucinados, una seducción extraña e irresistible. Las tres vinieron a Quivilca, huidas de sucasa. Sus padres –unos viejos campesinos miserables– las lloraron mucho tiempo. En Quivilca, las muchachas sepusieron a trabajar, haciendo y vendiendo chicha, obligándolas este oficio a beber y embriagarse frecuentementecon los consumidores. El apuntador se disgustó pronto de este género de trabajo de la Graciela y la dejó. A las pocassemanas, José Marino la hizo suya. En cuanto a Albina y a Teresa, corrían en Quivilca muchos rumores. Marino, a las preguntas repetidas de Machuca, respondió con desparpajo: –Juguémosla al cachito, si usted quiere. –¡Eso es! ¡Al cacho! ¡Al cacho! ¡Pero juguémosla entre todos! –argumentó Baldazari. (…)Entretanto, la Graciela estaba ya borracha. José Marino, su amante, la había dado un licor extraño y misterioso,preparado por él en secreto. Una sola copa de este licor la había embriagado. El comisario le decía en voz baja yaparte a Marino: –¡Formidable! Es usted un portento. Ya está más para la otra que para ésta... –Y eso –respondíaMarino, jactancioso– y eso que no le he puesto mucho de lo verde. Sino, ya habría doblado el pico hace rato...Abrazaba a Baldazari, añadiendo: –Usted se lo merece todo, comisario. Por usted todo. ¡No digo un “tabacazo”!¡No digo una mujer! ¡Por usted, mi vida! Créalo. La Graciela, en los espasmos producidos por el “tabacazo”,cantaba y lloraba sin causa. Se paraba de pronto y bailaba sola. Todos hacían palmas, entre risas y requiebros. LaGraciela, con una copa en la mano, decía, bamboleándose y sin pañolón: –¡Yo soy una pobre desgraciada! ¡DonJosé! (…)–Bueno. Pues el señor comisario va a encargarse de ti mientras mi ausencia. ¿Me entiendes? Él verá por ti. Él harámis veces en todo y para todo... Marino, diciendo esto, hacía muecas de burla y añadía: –Obedécele como a mímismo. ¿Me oyes? ¿Me oyes, Graciela?... La Graciela respondía, la voz arrastrada y casi cerrando los ojos:–Sí... Muy bien... Muy bien... (…) –¡Besa al señor comisario! –le ordenó entonces Marino, irritado.–¡No! –respondió Graciela enérgicamente y como despertando.–¡Déjela! –dijo Baldazari a Marino. Pero el contratista de peones estaba ya colérico e insistió: –¡Besa al señorcomisario te he dicho, Graciela! –¡No! ¡Eso, nunca! ¡Nunca, don José! –¿No le besas? ¿No cumples lo que yo teordeno? ¡Espérate! –gruñó el comerciante, y se fue a preparar otro “tabacazo”. Al venir la noche, cerraronherméticamente la puerta y el bazar quedó sumido en las tinieblas. Todos los contertulios –menos Benites, que sehabía quedado dormido– conocieron entonces, uno por uno, el cuerpo de Graciela. (…) durante su acto horripilante,con sus cómplices. José Marino lanzó, al fin, una carcajada viscosa y macabra... (p. 82)Leónidas Benites se acercó a Graciela, seguido de los demás. La Rosada yacía en el suelo, inmóvil, desgreñada, conlas polleras en desorden y aún medio remangadas. La llamaron, agitándola fuertemente y no dio señales dedespertar. Trajeron una vela. Volvieron a llamarla y a moverla. Nada. Seguía siempre inmóvil. José Marino puso laoreja sobre el pecho de la moza y los otros esperaron en silencio. –¡Carajo! –exclamó el comerciante, levantándose–¡Está muerta!... –¿Muerta? –preguntaron todos, estupefactos–. ¡No diga usted disparates! ¡Imposible! –Sí –repusoen tono despreocupado el amante de Graciela–. Está muerta. Nos hemos divertido. Míster Taik dijo entonces en vozbaja y severa: –Bueno. Que nadie diga esta boca es mía. ¿Me han oído? ¡Ni una palabra! Ahora hay que llevarla asu casa. Hay que decir a sus hermanas que le ha dado un ataque y que la dejen reposar y dormir. Y mañana, cuandola hallen muerta, todo estará arreglado... Los demás asintieron, y así se hizo. Por la tarde de ese mismo día, se presentaron de pronto en el escritorio del gerente de la “Mining Society”, místerTaik, las dos hermanas de la muerta, Teresa y Albina. Venían llorando. Otras dos indias, chicheras también, comolas Rosadas, las acompañaban. Albina y Teresa pidieron audiencia al patrón y, tras breve espera, fueron introducidasante el yanqui, a quien acompañaba a la sazón su compatriota, el subgerente, míster Weiss. Ambos chupaban suspipas. –¿Qué se les ofrece? –preguntó secamente míster Taik. –Aquí, patrón –dijo Teresa, llorando–, venimosporque todos dicen en Quivilca que a la Graciela la han matado y que no se ha muerto ella. Nos dicen que es porquela emborracharon en el bazar. Por eso. Y que usted, patroncito, debe hacernos justicia. Cómo ha de ser, pues, quematen así a una pobre mujer y que todo se quede así nomás... El llanto no la dejó continuar. Míster Taik se apresuróa contestar, enojado: –Pero, ¿quién dice eso? –Todos, señor, todos... –¿Han ido ustedes a quejarse al comisario?–Sí, patrón. Pero él nos dice que son habladurías y nada más, y que no es cierto. –¿Entonces? Si así les hacontestado el señor comisario, ¿a qué vienen ustedes aquí y por qué siguen creyendo tonterías y chismes imbéciles?Déjense de zonceras y váyanse a su casa tranquilas. La muerte es la muerte y el resto son necedades y lloriqueosinútiles... ¡Váyanse! ¡Váyanse! –añadió paternalmente míster Taik, disponiéndose él también a salir. –¡Váyanse! –repitió, también en tono protector, míster Weiss, chupando

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