ENSAYO DE LA RIEB MODULO 3
JOHNNAGEL9 de Junio de 2012
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EL LIDER PERFECTO
Mi interés en el doctorado comenzó cuando mi esposa leyó sobre el programa en un periódico local. Buscando conseguir un cambio del campo de la administración al campo de la orientación, la idea de obtener un doctorado resultó bastante interesante. Las negociaciones anteriores con la Universidad para avanzar en mi carrera de administración terminaron en frustración con la posibilidad de obtener otro título de maestría en educación. El doctorado trajo nueva esperanza y aspiraciones a mi carrera.
Identificación con la mentoría
La formación de la persona que soy hoy día comenzó hace mucho tiempo. Mi primer año fue marcado por muchas inasistencias, dos por enfermedades que requirieron hospitalización por varias semanas, perdiendo así varias semanas de clases. Pude haber sido considerado un alumno en situación de riesgo, si ese término hubiese existido entonces. Al inicio del segundo grado yo estaba atrasado comparado con los otros estudiantes, pero no al grado de necesitar repetir materias. Lo que yo recuerdo de mi segundo grado es la desesperación, la falta de tolerancia, el menosprecio y una perspectiva negativa del proceso educativo. Claramente, temía leer en voz alta por miedo a pronunciar erróneamente las palabras y por su respectivo castigo, seguido de penitencias como “eres un estúpido” y “tú nunca vas a poder leer”. Esas palabras y acciones continúan gravadas en mi memoria. De hecho, se manifiestan todavía cuando soy llamado para hablar frente a un público.
Al parecer la dirección en que empezó la educación en mi vida marcaba un futuro de analfabetismo. Sin embargo, una gracia salvadora se produjo cuando en el tercer grado un maestro reconoció que no necesitaba estar en clases para alumnos de lento aprendizaje y presionó para que se me admitiera en clases normales. Su fe en mí cambió todo el panorama de mi educación futura. De hecho, estimuló un nuevo interés en el aprendizaje que me llevó a ser un alumno destacado durante el cuarto grado. A partir de ese momento, aprendí que nunca debía dudar de mis habilidades o de mí mismo de nuevo, y seguí mejorando a través de la educación y forjándome un brillante futuro en un mundo alfabetizado.
Vi el programa de estudios de doctorado como una oportunidad traída a mí por la providencia, como una manera para lanzarme hacia las metas de mi vida. Traté de proveer a los estudiantes con los que he entrado en contacto, de la mejor educación posible para mejorar su futuro. No quería que mi experiencia educativa temprana fuera su experiencia educativa, que limitara su potencial en la edad adulta. Me quería asegurar de que la educación fuera una experiencia positiva en un ambiente seguro y cuidadoso, que nutriera los pensamientos y las cualidades de cada individuo a pesar de su religión, género o posición socio-económica.
Más allá de todo el papeleo que conlleva el cargo de consejero, busco practicar lo que predico a través de la interacción individual o grupal, tanto con estudiantes como con maestros. En cada oportunidad hablo sobre creer en sí mismo, tener una visión positiva de la vida y de valor de la educación. Trabajé con maestros para llegar a los alumnos en situaciones de riesgo, con el fin de desarrollar relaciones positivas que ayuden al estudiante a tener una exitosa experiencia escolar. He trabajado con alumnos para resolver conflictos en la escuela, en la casa, o entre amigos. Espero darles herramientas para mediar sus problemas y habilitarlos para creer en ellos mismos.
Catarsis en la mentoría
La reflexión crítica sobre la práctica es un requisito de la relación entre teoría y práctica. (Paulo Freire, 1998, p. 30)
Al principio del programa doctoral, yo era un educador esforzado en cambiar las injusticias que sufrí en mi experiencia escolar temprana. A través del programa doctoral me
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