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El Paraíso Perdido.


Enviado por   •  11 de Julio de 2013  •  1.196 Palabras (5 Páginas)  •  441 Visitas

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El Paraíso perdido es el más completo e importante poema épico en lengua inglesa. Compuesto en doce cantos, el tema central es la caída en el pecado de Adán y Eva. Milton, fiel al espíritu de dramatización que envuelve todo el poema, nos brinda un cuadro compasivo y enternecedor de la pareja expulsada del Paraíso.

John Milton (1608-1674) es una de las figuras capitales de la literatura inglesa, solo superada por Shakespeare. Poeta singular, políglota y de esmerada educación clásica, le tocó vivir uno de los períodos más convulsos de la historia de Inglaterra. Supo conciliar el sentido renacentista de la belleza con la severa moralidad del puritanismo. Su poesía, elevada y sublime, pone de manifiesto una extensa cultura, ímpetu creador y un magistral dominio del verso blanco y del idioma inglés.

La obra que no puede faltar en una colección de clásicos de la literatura universal.

El preparador de la edición, Fernando Galván, es el vicerrector de la Universidad de Alcalá de Henares

Paraíso perdido, de John Milton (1608-1674), es el poema épico más importante de la literatura en lengua inglesa. Sus 10.565 versos, divididos en doce libros –como la Eneida, uno de sus más visibles antecedentes–, constituyen un coloso verbal, un alambicado monumento en el que confluyen múltiples influencias: la Biblia, la patrística, los textos hebreos, la mitología y la poesía grecolatinas –Homero, Ovidio, Lucano y, sobre todo, Virgilio–, el teatro europeo seiscentista, la épica italiana –el Orlando furioso de Ariosto o la Jerusalén liberada de Tasso– y autores ingleses del quinientos como Ben Johnson o Edmund Spenser. Esta opulencia intertextual lo hace polisémico, sí, pero inabarcablemente polisémico: ante semejante arsenal de referentes, muchos de los cuales nos resultan hoy ajenos o desconocidos, no es extraño que nos sintamos perdidos. Por otra parte, frente a la interpretación clásica, que lo considera una elucidación poética de la vetusta quaestio teológica de la existencia del mal, Paraíso perdido admite también una interpretación política –como alegoría de las posiciones antimonárquicas de su autor en el turbulento periodo de la Guerra Civil inglesa, la República de Cromwell y la Restauración de 1660–, lo que dificulta aún más la lectura. Y su estilo, que pretende reproducir en inglés la sinuosidad sintáctica del latín, con frecuentes hipérbatos y largos periodos oracionales, de arracimada hipotaxis, y que ha merecido el comprensible reproche del Dr. Johnson y de T. S. Eliot, entre otros críticos ilustres, nos lo hace definitivamente extraño.

¿Por qué hay que leer, pues, Paraíso perdido? Se me ocurren dos motivos. En primer lugar, por el poderío de su verbo, por su vendaval lingüístico. Como Shakespeare, que nos arrebata aunque esté mal traducido, o aunque no lo entendamos, Milton nos captura con la majestuosidad ígnea de su dicción. En cualquier rincón del poema hallamos, en forma de trueno o de susurro, esa pujanza elocutiva. Cuando, en el libro viii, un atribulado Adán le pregunta al arcángel Rafael por la licitud de sus amores carnales con Eva y por su correspondencia entre los seres celestiales, Rafael no le da la respuesta establecida por la teología –que los ángeles carecen de cuerpo–, sino ésta, permeada de platonismo: “Y en ausencia del amor no existe dicha. /Lo que tú de puro en el cuerpo gozas/(Y creado puro fuiste) lo gozamos los Espíritus/En eminencia, sin obstáculo ninguno/ de membrana, miembro o hueso, excluyentes trabas:/ Más que el aire con el aire, si los Ángeles se abrazan, /Se fusionan por completo, uniéndose pureza/A lo puro que desea; no requieren medio restringido, /Como carne que con

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