El Problema De Los géneros Discursivos-Bajtín.
sabriacos28 de Octubre de 2014
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1- Mijaíl Batjín – “El problema de los géneros discursivos”.
Planteamiento del problema y definición de los géneros discursivos.
Todo en la actividad humana se vincula con el uso de la lengua, la cual se lleva a cabo en forma de enunciados, tanto orales como escritos, concretos y singulares que pertenecen a distintos ámbitos de la práctica humana.
Esos enunciados muestran las condiciones específicas y el objeto de cada una de los ámbitos según su contenido (temático), su estilo verbal (recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales) y su composición o estructuración (relacionada con la vinculación entre el hablante y los demás participantes de la comunicación discursiva). Los tres momentos se vinculan en todo el enunciado y se determinan por la especificidad de una comunicación. Cada enunciado es individual y cada uso de la lengua elabora sus propios enunciados llamados géneros discursivos.
Existe una amplia y diversa variedad de géneros discursivos porque la actividad humana es inagotable y heterogénea, produciendo que los mismos se diferencien y crezcan a medida que se desarrolla y complica el ámbito de la práctica humana. Hay dificultad a la hora de definir a la naturaleza común de los enunciados. Se debe tener en cuenta una diferencia entre géneros discursivos primarios (simples) y secundarios (complejos). Diferencia que no es funcional, ya que los secundarios (que son encontrados en la comunicación cultural más compleja, principalmente escrita) utilizan a los géneros discursivos primarios (constituidos en una comunicación discursiva inmediata), donde son absorbidos y reelaborados. La diferencia entre ellos es que ambos poseen una misma correlación y proceso de formación histórica. Mediante su análisis, se busca dejar al descubierto a la naturaleza de cada enunciado, complicada y profunda, y al complejo problema de la relación entre él y la visión del mundo.
El estudio de esa naturaleza para la lingüística y la filología es muy importante ya que la investigación del material lingüístico se relaciona con los enunciados, que a su vez, se relacionan con la práctica humana y la comunicación. De estos enunciados se obtienen los hechos lingüísticos y pueden ser: crónicas, contratos, géneros literarios, cartas, etc.
Es necesaria una noción clara de los enunciados, su naturaleza y sus particularidades, en cualquiera de sus orientaciones, ya que ser indiferente frente a ello provoca un formalismo y abstracción excesiva. Por lo tanto desvirtúa el carácter de las investigaciones, debilitando el vínculo del lenguaje con la vida.
En la estilística, todo estilo se vincula con el enunciado y sus formas típicas (géneros discursivos). Cada uno de ellos es individual pero los géneros no se presentan siempre absorbidos de un estilo individual. Los más productivos son los géneros literarios ya que el propósito del enunciado es ser individual por sí mismo, lo que no ocurre en los demás géneros discursivos porque no es su finalidad sino que resulta como un producto complemento de él. Sin embargo, dentro de la literatura, los géneros tienen posibilidades distintas para expresar la individualidad del lenguaje y sus aspectos. Cuando requieren formas estándares, como los documentos oficiales, no es muy posible reflejar individualidad y sólo puede reflejarse lo superficial de esa individualidad.
Según Batjín, el estilo tendría que ver con los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de una lengua.
Entre el género y el estilo hay un vínculo indisoluble. A cada género le corresponden diferentes estilos, diferentes tipos temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados determinados y relativamente estables. Es decir, los estilos lingüísticos son estilos genéricos de determinadas esferas de la actividad y comunicación humana, donde existen y se aplican sus propios géneros, respondiendo a condiciones específicas de dichas esferas.
El estilo entra como elemento en la unidad genérica del enunciado. Lo cual no significa que un estilo lingüístico no pueda ser objeto de un estudio específico e independiente. Tal estudio (la estilística), es posible y necesario, pero sólo sería correcto y productivo fundado en una constante consideración de la naturaleza genérica y un estudio preliminar de los estilos de la lengua así como el estudio de los géneros discursivos, base de la cual la estilística carece porque no existe una clasificación de los estilos de la lengua, o una clasificación bien pensada de los géneros discursivos dependientes de la práctica, con su respectiva distinción entre géneros primarios y secundarios.
Los cambios históricos de los estilos de la lengua se vinculan estrechamente con los cambios de los géneros discursivos. La lengua literaria es un sistema complejo y dinámico, sus interrelaciones se encuentran en cambio permanente. La lengua de la literatura incluye también a los estilos de la lengua no literaria.
Donde existe un estilo, existe un género. La transición de un estilo de un género a otro no sólo cambia la entonación del estilo en las condiciones de un género que no le es propio, sino que destruye o renueva el género mismo.
En determinados puntos la gramática y la estilística comparten terrenos comunes: la simple selección de una forma gramatical determinada, en detrimento de otras es por parte del hablante un acto de estilística. Por eso, estos dos puntos de vista sobre un mismo fenómeno lingüístico no deben sustituir el uno al otro y no son incompatibles, sino que deben combinarse mutuamente, ya que el enunciado estudiado como una unidad real de la comunicación discursiva nos permitirá comprender la índole de las unidades de la lengua, es decir, la palabra y la oración.
El estudio del enunciado como una unidad real de la comunicación discursiva nos permitirá comprender de una manera más correcta la naturaleza de las unidades de la lengua, como sistema, que son la palabra y la oración.
El enunciado como unidad de comunicación discursiva. Diferencia entre esta unidad y las unidades de la lengua (palabra y oración).
El lenguaje se deduce de la necesidad del hombre de expresarse y objetivarse a sí mismo. La esencia del lenguaje se restringe en la creatividad espiritual del individuo. Se suele subestimar la función comunicativa de la lengua que se analiza desde el punto de vista del hablante, como si hablase solo sin una forzosa relación con otros participantes de la comunicación discursiva. El papel del otro se ha tomado en cuenta sólo como oyente pasivo y sólo se le asignó el papel de comprender al hablante. La lengua en realidad requiere al hablante, un hablante, y al objeto de su discurso, y si simultáneamente puede utilizarse como medio de comunicación, ésta es su función accesoria.
En la lingüística persisten ficciones como el “oyente” y “el que comprende” (los compañeros del “hablante”), “la corriente discursiva única”, etc., las cuales dan un concepto totalmente distorsionado del proceso complejo, multilateral y activo de la comunicación discursiva. No se puede decir que tales esquemas sean falsos y no corresponden a determinados momentos de la realidad, pero, cuando se presentan como la totalidad real de la comunicación discursiva, se convierten en una ficción científica. El oyente, al percibir y comprender el significado (lingüístico) del discurso, simultáneamente toma con respecto a éste una activa postura de respuesta: está o no de acuerdo con el discurso, lo completa, lo aplica, se prepara para una acción, etc.; y la postura del oyente está en formación a lo largo de todo el proceso de audición y comprensión desde el principio. Toda la comprensión de un discurso vivo tiene un carácter de respuesta; toda comprensión está preñada de respuesta y de una u otra manera la genera: el oyente se convierte en hablante. La comprensión activa del oyente puede traducirse en acción inmediata, o puede quedar un tiempo como una comprensión silenciosa. Pero ésta es una comprensión de respuesta retardada; tarde o temprano lo escuchado y lo comprendido activamente resurgirá en los discursos posteriores o en la conducta del oyente.
Así, toda comprensión real y total tiene un carácter de respuesta activa y no es sino una fase inicial y preparativa de la respuesta. El hablante mismo cuenta con esta activa comprensión preñada de respuesta: no espera una comprensión pasiva, sino que quiere una contestación. El deseo de hacer comprensible su discurso es tan sólo un momento abstracto del concreto y total proyecto discursivo del hablante.
La unidad real de la comunicación discursiva es el enunciado. Porque el discurso puede existir en la realidad tan sólo en formas de enunciados concretos pertenecientes a los hablantes o sujetos al discurso. Por más variados que sean los enunciados, todos poseen, en tanto que son unidades de la comunicación discursiva, unos rasgos estructurales comunes y tienen fronteras muy definidas.
La frontera de cada enunciado como unidad de la comunicación discursiva se determina por el cambio de los sujetos discursivos, es decir, por la alteración de los hablantes. Todo enunciado posee un principio absoluto y un final absoluto; antes del comienzo están los enunciados de otros, después del final están los enunciados respuestas de otros. Un hablante termina su enunciado para ceder la palabra al otro o para dar lugar a su comprensión activa como respuesta. El enunciado no es una unidad convencional sino real, delimitada con precisión por el cambio de sujetos discursivos, y que termina con el hecho de ceder la palabra al otro.
El problema de la oración como unidad de la lengua, a diferencia
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