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El arte de vivir


Enviado por   •  17 de Febrero de 2024  •  Resúmenes  •  1.321 Palabras (6 Páginas)  •  25 Visitas

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CONTROL DE LECTURA DE LIBRO: “EL ARTE DE VIVIR”

Autor: J. Krishnamurti

Alumna: Ana Luisa Catalán Martínez. MFPD.

Con el fin de expresar sintéticamente la filosofía educativa del autor del libro así como las ideas con las cuales concuerdo, a continuación se presentan las principales concepciones que aparecen en “El arte de vivir” y que me parece importante rescatar, las cuales representan las principales enseñanzas que encierra el libro y con lo que me quedo: 1) no tener miedo a querer ser libres; 2) intentar comprender la verdad; y 3) vencer las barreras de la mente egocéntrica.

1-. La educación tradicional se apoya en gran medida en el principio del miedo: se nos castiga al equivocarnos, al no repetir correctamente la respuesta y, como consecuencia de ello, se nos acostumbra a no hacer nada diferente porque, sencillamente, queremos ser tan respetables como creemos que son los adultos. Para el autor, el temor es un factor fácil de introducir cautelosamente en la escuela, siendo, no obstante, una de las principales barreras para la inteligencia. Donde hay miedo, no puede haber iniciativa ni pensamiento creativo e, inconscientemente, perdemos la dignidad como seres humanos individuales. El miedo, según el autor, suele aparecer oculto bajo conceptos como cordura o tradición y, en general, cuando nos limitamos a imitar y, por ende, a contentarnos con la mera representación de la realidad. El hábito, así, se torna asegurador del miedo y coarta la libertad de la mente deformando las ideas y torciendo el camino de los estudiantes.

Contra el miedo, al autor se opone y menciona que la mente esta atada por infinidad de temores, pero destaca también que ese es el principio de la inteligencia, la cual atrae libertad, este es el primer paso hacia la seguridad interior que precisa el alumno en su aprendizaje. Esto significa que hay que procurar que el alumno tenga el impulso o la exigencia de libertad, de modo que sea él mismo quien tenga la posibilidad de liberarse encontrando la respuesta por sus propios medios. De la superación del condicionamiento de la mente, dependerá de hecho que el alumno sea creativo y verdaderamente inteligente. Se trata, en definitiva, de no aceptar nada irreflexivamente solo por estar atemorizado por la autoridad y la disciplina, es decir, que no hay que tener miedo de querer ser libres, sino que, se debe favorecer el continuo descontento, entendido este como el estado en que la mente busca constantemente descubrir más: después de todo, ese es el sentido de la educación: ayudarles a que crezcan independientemente, de modo que sean libres y puedan descubrir su verdadera vocación. Es pues, responsabilidad de los docentes y de la autoridad educativa, ayudarles a que sean inteligentes, a que no tengan miedo, de manera que puedan descubrir su verdadera vocación, su propio modo de vida y el modo como realmente quieren vivir.

2-. En segundo lugar, como medio de satisfacer esa exigencia de libertad, el autor apuesta por la comprensión de la realidad en su más amplio sentido, para él, comprender es ver directamente la verdad de algo, sin barrera alguna de palabras, prejuicios o motivos. De modo que, de la verdad depende el funcionamiento de la mente; detectar que esta está condicionada es la verdad en sí misma, en tanto en cuanto este hecho consiga liberar a la mente de sus limitaciones, consiga transformarla. A partir de aquí, toda verdad que esté más allá de la mente no será más que una ilusión. El propósito de la vida es, en primer lugar, lo que uno hace de ella. De ahí que el verdadero sentido de la vida es permanecer internamente vacío, inocente, sin acumular demasiados conocimientos, sin creencias ni dogmas, sin el miedo a la autoridad, y ese estado de sencillez interna puede nacer sólo cuando comprendemos realmente cada experiencia de instante en instante.

En este sentido, el conocimiento es necesario tan solo en un nivel funcional, como medio de cultivar la mente, pero no como un fin en sí mismo. Por ello, lo importante es el diálogo entre el maestro y el estudiante, no el sistema que fija una determinada manera de pensar. Entre las tareas del buen educador no está la de comparar las capacidades de sus estudiantes y producir evaluaciones que coarten las libertades de sus alumnos, sino que, como dice el autor, la auténtica función del maestro no es otra que la de ayudar a comprender lo que es cada uno, para que el alumno a partir de ahí empiece a descubrir cómo ser plenamente, más libremente, más expansivamente lo que es. El correcto educador debe, además, aprender a trabajar mano a mano con la familia del alumno y, en general, no tener sentido alguno de la autoridad como tal, esto es, en su sentido represivo, se trataría más bien de un guía sin sentirse autoridad.

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