Ensayo Español
manuela09826 de Mayo de 2013
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Una latina residente en Suecia
Una argentina, que ha preferido permanecer anónima, mandó este texto a Ciudad Viva, sobre sus experiencias viviendo en la civilizadísima Suecia.
Ya voy para 18 años que estoy aquí, en Suecia, trabajando en Volvo, una empresa sueca. Trabajar con ellos es una convivencia que, como mínimo, debo calificar de interesante. Cualquier proyecto aquí demora dos años para concretarse, aunque la idea sea brillante y simple. Es la regla. Nuestros procesos globales causan en nosotros aflicciones por lograr resultados inmediatos (cuando digo nosotros pienso en brasileños, norteamericanos, australianos, asiáticos) y una ansiedad generalizada, en tanto y en cuanto nuestro sentido de urgencia no se calme con éxitos en un corto plazo. Los suecos discuten, discuten, hacen numerosas reuniones, evalúan, ponderan... y trabajan en un esquema mucho más slow down. Lo peor es constatar que, al final, acaban siempre acertados en el tiempo de ellos, con la madurez de la tecnología y de la necesidad.
Y veamos esto: en primer lugar, el país es del tamaño de São Paulo; menor que la provincia de Buenos Aires, tiene 10 millones de habitantes; menos que la Capital Federal Argentina, con 13 millones. En segundo lugar, su mayor ciudad, Estocolmo, tiene 850.000 habitantes, la tercera parte de Curitiba, en Brasil. Y en tercer lugar, las Empresas de capital sueco son: Volvo, Scania, Ericsson, Electrolux, ABB, Nobel, Biocare, entre otras.
Nada mal, ¿no? Para tener una idea, la Volvo fabrica los motores propulsores para los cohetes de la Nasa. Digo para los demás grupos globales: Los suecos pueden estar equivocados, pero son ellos lo que tienen buenísimos salarios. Entretanto, vale resaltar que hasta hoy no conozco un pueblo que tenga más cultura colectiva que ellos. Voy a contarles una breve anécdota solo para darles una noción de a qué me refiero: en mi primer viaje, para allá en los años 90, uno de mis colegas suecos me pasaba a buscar por el hotel toda las mañanas.
Era septiembre, mes de frío leve y neviscas, llegábamos temprano a la sede de Volvo y él estacionaba el automóvil bien lejos de la puerta de entrada (son 2.000 empleados, todos con coche). El primer día no dije nada, ni en el segundo, ni tercero... Después, con un poco más de confianza, una mañana pregunte: « ¿Tienes un lugar asignado para estacionar aquí? Noto que, aunque llegamos temprano y el estacionamiento esté vacío, vos dejás el auto allá en el fondo...” Y él me respondió simplemente así: «Es que como llegamos temprano tenemos tiempo de caminar. Aquel que llega más tarde ya va estar atrasado, mejor que estacione más cerca de la puerta, así camina menos. ¿No estás de acuerdo?» ¡Se pueden imaginar mi cara! Esta fue la primera, pero... sirvió para que yo reviera bastante mis preconceptos...
Hoy hay un gran movimiento en Europa, llamado Slow Food. La Slow Food International Association —cuyo símbolo es un caracol— tiene su base en Italia. Lo que el movimiento Slow Food pregona es que las personas deben comer y beber lentamente, saboreando los alimentos, compartiendo su preparación, conviviendo con la familia, con amigos, sin prisa y con calidad. La idea es la de contraponerse al espíritu del Fast Food y a lo que él representa como estilo de vida. La sorpresa, entonces, es que ese movimiento de Slow Food está sirviendo de base para un movimiento más amplio llamado Slow Europe, como publicó la revista Business Week en su edición europea. La base de todo está en cuestionamiento de la prisa y de la locura generada por la globalización, por el anhelo de la cantidad a tener en contraposición a la calidad de vida o la calidad de ser. Según Business Week, los trabajadores franceses, aunque trabajan menos horas (35 horas por semana), son más productivos que sus colegas americanos o ingleses. Y los alemanes, que en muchas empresas instituyeron
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