Escuela Geopolitica Española
pipoxx7 de Abril de 2014
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ASCISMO Y GEOPOLÍTICA EN ESPAÑA
Por Antonio T. Reguera
El espacio como componente activo del poder
De la identidad entre nación y estado, que arranca de la Revolución Francesa, surge el concepto de nación-estado como norma dominante de organización territorial que actúa en dos ámbitos: el interior y el exterior. En el interior asume la tutela del desarrollo y control de la formación social nacional. En el exterior recibe la parte correspondiente de una misión compartida con otros estados, como es la vigilancia, la represión y el control de elementos y actividades al amparo de la naturaleza contradictoria del desarrollo del capitalismo. Fundamentalmente se ha tratado de la represión del marxismo y del internacionalismo proletario. Está doble funcionalidad del estado genera una dialéctica geopolítica que es posible reconocer en los dos frentes citados. En el frente interior, el nacionalismo de la nación-estado entra en contradicción con los denominados «nacionalismos de las minorías», «nacionalismos periféricos» o reivindicaciones «etno-territoriales» (Urwin, 1983, pp. 6-8). Se plantea así un conflicto basado en la relación identidad nacional-territorio, que en rigor lo es entre nacionalismos, que puede desembocaren tres tipos de soluciones. Una de ellas se concreta en medidas coercitivas para reservar la integridad territorial. En dirección opuesta, para resolver el conflicto entre integridad territorial y legitimidad política, se acepta en beneficio de esta última la ruptura territorial del estado. La tercera solución consiste en el ensayo de «acomodaciones territoriales» que no implican la división geográfica del poder político, como por ejemplo los modelos federales o los estados integrales regionales. En el frente exterior, la dialéctica geopolítica se manifiesta en la lucha entre estados y entre diferentes expresiones nacionalistas.
En consecuencia, el descubrimiento de las implicaciones geográficas del estado no ha de suponer analizarlo en cuanto «creación cultura) que confiere a un territorio una unidad manifiesta y delimitada», como se proponía desde la Geografía Política clásica (Por ejemplo, Maull, 1960, p. 22). Tampoco la comprensión de la estructura geográfica y de las relaciones espaciales se puede reducir ni a una teoría del estado, ni a una teoría sobre el surgimiento del estado capitalista. D. Harvey propone construir una teoría general de las relaciones espaciales y del desarrollo geográfico bajo el capitalismo que pueda explicar el significado y la evolución de las funciones estatales, y que pueda explicar asimismo la desigual distribución del desarrollo, el imperialismo, la evolución de la urbanización, etc. Sólo en esta dirección -continua- se puede Negar a comprender como se modelan las estructuras territoriales y las alianzas de clase; o como el poder del estado, una vez constituido, puede convertirse en un instrumento de control que no impide la acumulación de capital, y en un centro estratégico desde donde se pueda seguir la lucha de clases y la lucha entre las naciones (Harvey, 1987, pp. 143-144). En términos similares es planteada por A. Lipietz la relación espacio-estado. Bajo la premisa de que el espacio no es neutro, sino un campo de acción de las fuerzas políticas, lo prioritario no es que el estado tenga su propia materialidad geográfica, o sea un ente geográfico, sino que es capaz de producir una especialidad propia a través de la administración, de la ordenación del territorio y de las políticas regionales (Lipietz, 1977, pp. 173-174).
En el fondo de esta diversidad de enfoques late el problema de la diferencia entre dos campos de estudio: el de la geopolítica y el de la geografía política. Aunque ambas disciplinas tienen de hecho muchos elementos comunes, sin embargo es posible admitir la especificidad del conocimiento geopolítico.
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