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Etica Y Ecologia


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2012  •  1.185 Palabras (5 Páginas)  •  372 Visitas

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Ética y ecología

La aparición del ecologismo en la sociedad y en particular en la política, ha conseguido que los partidos clásicos o históricos hagan suyas muchas de sus reivindicaciones. Las actitudes ecologistas han sido buenas para avivar la sensibilidad de la opinión pública hacia problemas en cuya solución debemos todos cooperar, pero son de temer las exageraciones que puedan dañar el proceso de la ciencia y no solamente la imagen que el público tiene de ella.

En la medida en que la ecología es una ciencia, no debe carecer de un discurso político, social y ético. El ecologismo muy a menudo doliente y sinceramente comprometido, presenta también el desgarro estético de toda aspiración utópica. Una ética comporta un sistema de valores coherentes de acción universal y categórico, es decir, que comporte alguna forma de obligación frente a un valor reconocido como tal. De aquí que nuestro comportamiento frente a la naturaleza, debe depender en gran parte de nuestra valoración de la misma.

A lo largo de la historia, las distintas culturas han tenido diferentes actitudes frente a la Naturaleza, con fundamentos laicos (basados en la no distorsión de la Naturaleza) y religiosos (que ven en la Naturaleza la huella de Dios) En ellas, unas veces el hombre forma parte integrante de la misma, y otras, está al margen, o en posición de dominador de ella. Los movimientos actuales se inclinan más por la consideración de que el hombre es un componente más de la naturaleza, no su dueño ni tampoco su opositor, aunque existe la versión cristiana que considera a la naturaleza como objeto pasivo de la actividad humana.

La filosofía occidental, es decir, la concepción racionalista fundada en la creencia de que el hombre constituye el centro del Universo, se basa en la consideración jurídica tradicional de la naturaleza. Kant expresó que la naturaleza es un mero instrumento del hombre, por lo que éste posee legitimidad para explotarla a su antojo y sin limitaciones.

No obstante, Juan Pablo II afirmó: «La tentación de sustituir a Dios con la decisión autónoma que prescinde de las leyes morales lleva al hombre moderno al riesgo de reducir la Tierra a un desierto, la persona a un autómata y la convivencia fraterna a una colectivización planificada, introduciendo no raramente la muerte allí donde Dios quiere la vida, sometiendo al hombre a las tensiones creadas por él mismo, dilapidando, a ritmo acelerado, los recursos naturales, materiales y energéticos, comprometiendo el ambiente geofísico. Estas estructuras hacen extenderse continuamente zonas de miseria y con ella angustia, frustración y amargura». Y en la Conferencia de Seúl (1990) del Consejo Mundial de las Iglesias, se recogió textualmente: «La Creación es amada por Dios y la redención se extiende a ella. Nos oponemos a considerar la Creación como de libre disposición humana. Debemos comprometernos con el respeto a su integridad».

Ni en nuestros códigos morales, ni en la educación de nuestras conductas, se ha contemplado nunca el pecado de lesa naturaleza. No suele haber referencia en los manuales de ética, de virtudes cívicas o públicas y ni siquiera en los de Moral a pecados tales como: contaminación, agotamiento de recursos, etc. No ha ocurrido así en las leyes, donde cada día son más numerosas las referencias y la tipificación del delito ecológico, aunque sin duda queda mucho por hacer, ya que el principio que rige en las mismas es «el que contamina, paga», entendiéndose que de esta manera se restituye el daño producido, sin que se arbitren suficientes mecanismos correctores obligatorios ante la actividad contaminadora que conduzcan al estado de contaminación nula.

De cualquier

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