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Economia, Ecologia Y Etica

letilin15 de Julio de 2014

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Leticia M. Tió Chotiner

2008-1976

Prof.: Luis Ortega

Geografía Económica

“Control Lectura #3”

Resumen del Tema Economía, Ecología y Ética.-

(Primeras 26 págs.)

América Latina posee una enorme riqueza ecológica en ambientes que van desde hielos continentales a selvas tropicales. Esos recursos naturales se encuentran bajo una intensa explotación desde hace mucho tiempo, en especial por los usos mineros, agrícolas y ganaderos, que siguen siendo componentes claves en las economías nacionales. Por otro lado, la crisis que se vive en estas naciones acentúan las contradicciones, donde el contexto generalizado de pobreza y endeudamiento en muchos casos alimenta estrategias de desarrollo que profundizan los impactos económicos, con dudosos resultados sociales y ambientales.

Cuando hablamos de naturaleza, decimos que proviene del latín natura, que se refiere a “nacimiento”. Desde ese contexto se explican dos usos comunes: por un lado, “naturaleza”, como referida a las cualidades y propiedades de un objeto o un ser; y por otro, “Naturaleza”, para los ambientes que no son artificiales, con ciertos atributos físicos y biológicos, como especies de flora y fauna nativas.

La Herencia Europea en las Concepciones de la Naturaleza.-

Las ideas latinoamericanas sobre la Naturaleza derivan directamente de las visiones europeas. Por un lado, los europeos que llegaron a América Latina impusieron sus concepciones de la Naturaleza sobre las culturas originarias. Por otro lado, desde la colonia, los principales políticos, empresarios e intelectuales de la región se nutrían educativa e informativamente de las posturas europeas. Diversos estudios sobre la historia ecológica de la región, han demostrado que la conquista y colonización descansaron en una estrategia de apropiación de las riquezas mineras del Nuevo Mundo. A ella le siguieron una agricultura extractiva, de alta expoliación ecológica, dependiente de la mano de obra esclava, a la que se sumó la ganadería extensiva. Durante esta etapa inicial se difundió la idea que la Naturaleza ofrecía todos los recursos necesarios, y que el ser humano debía controlarla y manipularla. Esta visión se inicia en el Renacimiento con las ideas sobre el conocimiento de F. Bacon, R. Descartes y sus seguidores. Estos pensadores rompieron con la tradición medieval que veía a la Naturaleza en forma organicista, como un ser vivo, y donde las personas eran un componente más. A partir de entonces la Naturaleza quedó despojada de esa organicidad y desde una postura antropocéntrica se la vio como un conjunto de elementos, algunos vivos y otros no, que podían ser manipulados y manejados. Seguido a esto, la Naturaleza quedó tan disminuida que fue reducida en los primeros estudios de economía al factor de producción “tierra”. Los recursos naturales eran considerados como ilimitados y debían encontrarse sus paraderos para enseguida explotarlos. Los primeros economistas, profundamente imbuidos en estas concepciones, promovían tanto el progreso material como la apropiación de la Naturaleza para hacerlo posible. Adam Smith en su texto monumental sobre la “riqueza de las naciones”, publicado en 1776, alude específicamente a las metas de la acumulación de riqueza, mediante un progreso sostenido. Es una situación de progreso constante la que se considera la más óptima: “El progresivo es, en realidad, un estado feliz y lisonjero para todas las clases de la sociedad; el estacionario, triste, y el decadente melancólico”. El progreso permite avanzar hacia “ulteriores incrementos de riqueza”. Smith y Mill no actuaron solos. A sus nombres deben sumárseles los de Turgot, Condorcet, Saint-Simmon, Comte, Hegel, Marx, y tantos otros, quienes más allá de sus conocidas diferencias, mantuvieron sin embargo posturas similares sobre cómo relacionarse con la Naturaleza.

Todos ellos promovieron la idea del progreso, la que de “ser una de las ideas importantes de la civilización occidental pasó a convertirse en la idea dominante, incluso teniendo en cuenta la creciente importancia de ideas como las de igualdad, justicia social y soberanía popular.

La Frontera Salvaje.-

En el inicio de la conquista y colonia, según la información disponible, parece haber predominado una concepción del entorno como espacios “salvajes”. La Naturaleza era incontrolable y se imponía sobre los seres humanos, quienes debían sufrir los ritmos de lluvias y sequías, la fertilidad del suelo, la disponibilidad de agua o las plagas de los cultivos. Los espacios sin colonizar eran, a su vez, sitios salvajes, potencialmente peligrosos por las fieras y enfermedades que pudieran cobijar.

En América Latina, desde una fase inicial, se alternaba la admiración con la belleza y riqueza de los paisajes, con el temor, se pasó al control y dominio de las “fuerzas naturales”. Las primeras crónicas de exploradores hacían referencia a animales fantásticos y sitios con enormes riquezas, pero esos mismos exploradores también encuentran un lado salvaje y peligroso; un encantador paisaje de palmeras puede ser un sitio peligroso por las alimañas que encierra, y llegan a describir a la selva como “tenebrosa”, “ruda” y “salvaje” con animales monstruosos y venenosos, clima insalubre, bosques sofocantes y ríos lúgubres. Los colonizadores se vuelcan decididamente a controlar esos ambientes salvajes, promoviéndose el cultivo de la tierra, la desecación de humedales, la construcción de canales, la caza intensiva, la tala de bosques, la introducción de especies productivas o la domesticación de aquellas salvajes que fueran de utilidad. Siguiendo la imagen de Descartes, donde todo era en realidad una máquina, la Naturaleza era analizada en sus piezas y desde allí se proveen los medios para la manipulación y control.

La Naturaleza como Canasta de Recursos.-

A medida que avanzaba el control de la Naturaleza, se imponía a su vez una visión utilitarista. Quedaban atrás los miedos ante el entorno, convirtiéndolo en una “canasta” de recursos que pueden ser extraídos y utilizados. Minerales, animales y plantas eran vistos como abundantes y al alcance de la mano; las llanuras y bosques eras descriptos como inmensos y aguardando su explotación. Los elementos de la Naturaleza se los observa como “recursos”, desvinculados unos de otros (por ejemplo, los recursos minerales no eran percibidos en sus conexiones con el suelo que los recubría). El énfasis apuntaba a la eficiencia y productividad en cómo extraer esos recursos, y en cómo se los aprovecha en las estrategias de desarrollo.

Castro Herrera (1996) recuerda que los indígenas del valle de México catalogaban los suelos de acuerdo a su productividad, mientras los españoles pasaron a diferenciarlos por su valor mercantil. De esta manera se transplantaron al nuevo continente tanto las concepciones culturales, como las ideas de la Naturaleza. De esta manera, el concepto de culturas debe ser expandido hasta incluir las visiones sobre el ambiente El dejar recursos sin aprovechar era una forma de “desperdicio”. Dentro de esta misma perspectiva se reconocieron especies de animales o plantas “útiles”, distinguidas de aquellas “inservibles”, “peligrosas” o “dañinas”. Las primeras englobaron tempranamente a cultivos utilizables (notablemente el maíz, papa, tomate, etc.), las maderas preciosas (caoba, palo-Brasil, etc.) y algunos animales de caza para alimentación o piel (capibara, chincha, etc.). Las segundas eran una amplia categoría que iba desde los grandes felinos y zorros, a los escorpiones y arañas.

Durante los siglos XVIII y XIX proliferan visiones en América Latina donde se insistía que la región se mantenía atrasada, no por límites ambientales (como disponibilidad de agua o baja fertilidad), sino por trabas esencialmente culturales y políticas. Los “indios” y “criollos” eran frenos a un mejor uso de la Naturaleza y por lo tanto se buscó atraer nuevos inmigrantes y civilizar a la población residente para hacer un uso todavía más eficiente de los recursos naturales.

La Naturaleza como Sistema.-

En paralelo a estas tendencias, desde fines del siglo pasado se ha venido desarrollando la ecología como ciencia, conjuntamente con otras disciplinas relacionadas (botánica, zoología, geología, etc.) y posturas teóricas que le servían de sustento (especialmente la teoría darwiniana de la evolución). La ecología es también hija de la ciencia renacentista, y por ello quedó igualmente atrapada dentro de la visión cartesiana de la máquina, concibiendo de esta manera a la Naturaleza. La tarea del ecólogo era describir las partes de ese conjunto, y comprender como funcionaba. Bajo esta visión la Naturaleza posee sus propios mecanismos y funcionamientos, que se conciben como “leyes”, y que el hombre no debería violar o alterar. La Naturaleza poseía cierta unidad interna, una dinámica basada en el equilibrio dinámico y un desarrollo temporal que transitaba desde estadios iniciales a otros maduros. Con la irrupción del concepto de ecosistema, por el inglés A. Tansley en 1935, se aplicó la noción de sistema sobre la Naturaleza en el sentido que en esa época le daban los físicos. Este concepto era más que una forma de descripción sintética, también correspondía a un principio organizador de comprensión de la Naturaleza.

A pesar de que el objeto de estudio era el mundo natural, la ecología enseñada a los biólogos no implicaba una preocupación ni

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