Formación de impresión
jnr12345Ensayo17 de Abril de 2014
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Psicología Social
Formación de impresión
Un importante cuerpo de investigación apoya la creencia de sentido común de que la primera impresión es importante. Para el pensador crítico la pregunta es ¿por qué?
Esquemas Cuando vemos a alguien por primera vez, advertimos una serie de carac¬terísticas superficiales: la ropa, los gestos, la manera de hablar, el tono de voz, la apa¬riencia, etcétera. Luego, nos basamos en ésas señales para asignar a la persona a una categoría. Con cada categoría se asocia un esquema, el cual,, corno vimos en el capítulo 6 (Memoria), es un conjunto de creencias o expectativas acerca de algo (en este caso, gente) basadas en la experiencia previa y que se aplican a todos los miembros de esa categoría (Fiske y Taylor, 1991). Por ejemplo, si una mujer viste una bata blanca de laboratorio y lleva un estetoscopio alrededor del cuello, podemos categorizarla razonablemente como una doctora en medicina. A partir de nuestro esquema de los médicos, concluimos que es una profesional altamente capacitada, que es conocedora acerca de las enfermedades y sus curas, que está calificada para recetar medicamentos, etcétera.
Los esquemas cumplen una serie de funciones importantes (Gilbert, 1998). Prime¬ro, nos permiten hacer inferencias acerca de otras personas. Asumimos, por ejemplo, que es probable que una persona amistosa sea bondadosa, que acepte una invitación social o que nos haga un pequeño favor.
Segundo, los esquemas juegan un papel crucial en la forma en que interpretamos y recordamos la información (vea el capítulo 6, Memoria). Por ejemplo, en un estudio se dijo a la mitad de los participantes que recibirían información acerca de hombres amistosos y sociables, mientras que a la otra mitad se le dijo que recibiría información acerca de hombres intelectuales. Ambos grupos recibieron luego la misma informa¬ción acerca de un grupo de 50 hombres y se les pidió que dijeran cuántos de esos hom¬bres eran amistosos y cuántos eran intelectuales. Los participantes que esperaban oír acerca de hombres amistosos sobreestimaron de manera notable el número de hom¬bres amistosos en el grupo; por su parte, los que esperaban saber acerca de hombres intelectuales sobreestimaron el número de estos últimos en el grupo. Además, los par¬ticipantes de uno y otro grupo olvidaron muchos de los detalles que recibieron acerca de los hombres que eran incongruentes con sus expectativas (Rodibart, Evans y Fulero.
Los esquemas también nos llevan a "recordar" cosas acerca de la gente que en realidad nunca observamos. La mayoría de nosotros asocia los rasgos de timidez, discre¬ción y preocupación por los propios pensamientos con el esquema de introvertido. Si notamos que Melissa es tímida, es probable que la categoricemos como introvertida. Más tarde, podemos "recordar" que también parecía preocupa¬da por sus propios pensamientos. Este tipo de pensamiento puede fácilmente conducir a errores si atribuimos a Melissa cualidades que pertenecen al esquema, pero no a ella.
Belleza Y Privilegio
Durante siglos, los poetas y los filósofos han estado fascinados por la belleza. Con raras excepciones, los héroes y las heroínas de los mitos antiguos y las modernas fábulas de Hollywood son físicamente atractivos, mientras que los villa¬nos son feos y deformes. Sin embargo, nuestra cultura incluye máximas que afirman que la belleza no debería ser un factor importante en nuestros juicios y comportamiento hacia otras personas. Judith Langlois y sus colegas (2000) realizaron una re¬visión exhaustiva y un meta-análisis de estudios científicos rela¬tivos a tres de esos proverbios.
"Nunca juzgues un libro por su portada."
Incontables estudios han encontrado que las evaluaciones y tratamiento de la gente atractiva son significativamente más favorables que las evaluaciones y tratamiento de la gente que no es atractiva (vea Hosoda, Stone y Coats, 2003; Langlois era/., 2000). Más aún, esos juicios no se limitan a las primeras impre¬siones: la gente que conoce bien a un individuo atribuye más rasgos positivos a los niños bonitos y a los adultos bellos o atractivos.
"La belleza tiene la profundidad deja piel."
Una vez más, la evidencia científica contradice al proverbio. En comparación con los niños no atractivos, los niños atractivos son más positivos hacia otras personas, muestran mejor ajuste y ma¬yor inteligencia. Lo mismo sucede con los adultos: los hombres y las mujeres atractivos tienden a tenertambién otros rasgos posi¬tivos.
Sobre gustos no hay nada escrito.
En otras palabras,-los juicios sobre el atractivo son subjetivos y variables; diferentes personas tienen ideas distintas acerca de quién es o no bello. Langlois y sus colegas encontraron que también esto es un mito. €n general, la gente coincide al califi¬car el atractivo de otros. Las personas que son consideradas como guapas o bonitas por los demás saben que se les consi¬dera bien parecidas (Marcus y Miller, 2003). Además, la gente de diferentes culturas y grupos étnicos por Id general coincide en quién es o no bello. Incluso los niños pequeños prefieren los mismos rostros que los adultos (Rubenstein, Kalakanis y Langlois, 1999). Este acuerdo entre culturas y grupos étnicos sugiere la posibilidad de un estándar universal de belleza.
¿Qué tipo de rostro la gente considera bello? Los investiga¬dores han encontrado que, entre las culturas, ambos sexos prefieren los rostros "ultra-femeninos" con una apariencia suave y algo infantil (Perret eí al., 1998; vea también Angier, 1998), y ¡ambos sexos también mostraron preferencia por los hombres de aspecto femenino!
Los estudios científicos no han resuelto los misterios de la belleza y quizá nunca lo harán. Pero la evidencia indica que las máximas de nuestra cultura son mitos: "Sobre gustos sí hay algo escrito; la gente juzga y trata a los otros con quienes ¡nteractúa con base en el atractivo; y quizá lo más sorprendente, la belleza .es más profunda que la piel".
La naturaleza de las actitudes
Una acritud es una organización relativamente estable de creencias evaluativas, senti¬mientos y tendencias de conducta hacia el objeto. Las creencias incluyen hechos, opiniones y nuestro conocimiento general acerca del objeto. Los sentimientos abarcan amor, odio, agrado, desagrado y sentimientos similares. Las tendencias de conducta se refieren a nuestras inclinaciones para actuar de ciertas maneras hacia el objeto, aproximarnos a él, evitarlo, etcétera. Por ejemplo, nuestra actitud hacia un candidato político incluye nuestras creencias acerca de sus capacidades y posturas sobre temas cruciales y nuestras expectativas acerca de cómo votará el candidato al respecto. También tenemos senti¬mientos acerca del candidato, como agrado o desagrado, confianza o desconfianza. Y en función de esas creencias y sentimientos, estamos inclinados a comportarnos de ciertas maneras hacia el candidato, por ejemplo, votar por él o en su contra, contribuir con tiempo o dinero a su campaña, etcétera.
Como veremos a continuación, esos tres aspectos de una actitud suelen concordar entre sí. Por ejemplo, si tenemos sentimientos positivos hacia algo, tendemos a tener creencias positivas y a comportarnos de manera positiva hacia eso. Esto no significa, sin embargó, que cada una de nuestras acciones refleje con precisión nuestras actitu¬des. Por ejemplo, nuestros sentimientos acerca de las visitas a los dentistas suelen ser negativas, pero a pesar de ellos la mayoría de nosotros hace una visita anual. Examine¬mos más de cerca la relación entre actitudes y conducta.
Acritudzz y conductas La relación entre las actitudes y la conducta no siempre es simple (Andrich y Styles, 1998). Variables como la fuerza de la actitud, la facilidad con que viene a la mente, lo destacada que es una actitud particular en una situación determi¬nada y lo relevante que es la actitud para la conducta ayudan a determinar si una persona actuará de acuerdo con su actitud (Eagly, 1992; Eagly y Chaiken, 1998; Kraus, 1995).
Los rasgos de personalidad también son importantes. Algunas personas adecúan sus acciones a sus actitudes de forma consistente (Norman, 1975). Otros tienen la ten¬dencia a invalidar sus actitudes para comportarse adecuadamente en una situación de¬terminada. Como resultado, las actitudes predicen la conducta mejor para algunas personas que para otras (Snyder y Tanke, 1976). Las personas que califican alto en autosupervisión son especialmente propensas a dejar de lado sus actitudes para com¬portarse de acuerdo-con las expectativas de otros. Antes de hablar o actuar, las perso¬nas con una elevada autosupervisión observan la situación en busca de señales acerca de cómo deberían reaccionar. Luego tratan de cumplir esas "demandas" en lugar de com¬portarse de acuerdo con sus propias creencias o sentimientos. En contraste, las personas con baja autosupervisión se expresan y actúan en gran congruencia con sus actitudes, mostrando poca consideración por las claves o restricciones situacionales. De esta for¬ma, una persona con elevada autosupervisión que está en desacuerdo con las ideas po¬líticas de un invitado quizá se guarde sus pensamientos en un esfuerzo por ser amable y agradable, mientras que una persona con baja autosupervisión discutirá abiertamente con el interlocutor, aunque arruine la ocasión social (Snyder, 1987).
Comprensión de los conflictos étnicos y la violencia
Con el final de la Guerra Fría, el conflicto interétnico se ha convertido en la forma dominante de guerra (Mays, Bullock, Rosenzweig y Wessells, 1998; Rouhana y Bar-Tal,
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