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Informe de libro: Sábado de sol después de la lluvia


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2015  •  Informes  •  4.609 Palabras (19 Páginas)  •  338 Visitas

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SABADADO DE SOL DESPUES DE LA LLUVIA

Magnifico adiós de unos ojos amarillos

Amelfis y su familia se habían mudado a la pieza en que, por muchos años, vivieron Papi y los suyos. Era un acontecimiento y las comadres y la muchacha de la Marcos Adón salieron a la calle para observar los pormenores de la mudanza.

Licinio, ahora el jefe del grupo, después de acabar con Jacinto, delgado, ojos castaños, saltones, pelo cortado casi al rape –el papá fue guardia-, se acerca con los puños cerrados; me golpea en la cara. Las orejas me arden, una incontenible rabia me altero, ciega mis ojos y lo golpeo en la boca.

Iba por la jose de jesus Ravelo. Me acercaba ya a La Voz Dominicana. Llevaba mi bulto escolar firmemente agarrado. Y Amelfis estaba allí, sentada en una silla de ruedas, leyendo la Biblia. La dejo al verme. Me Acerque. Algunas lágrimas nacieron de sus ojos. Deje el bulto sobre una pared cercana y la abrace. Ambos lloramos sin consuelo. Luego desperté del sueño.

No concilie mas el sueño, la lluvia se había detenido. No pude ver Amelfis al día siguiente. Y este tercer día, al volver de la tanda vespertina del colegio, me dije que de todas formas la vería, que necesitaba verla, y ahí estaba ella. Yo me llamo manuel, el dije. Me observaba con interés y temor, lo vi en sus ojos amarillos. Yo me llamo Amelfis. Volvió el rostro, como escrutando, para ver si venia su madre. Quiero hablar contigo, le dije, pero… Después, dijo ella. ¿Cuando? , le pregunte. Mañana, Dijo, voy a estar ahí en el callejón o en el aptio. Mami y papi van a salir, vendrán tarde. Ven en la tardecita. Le di la mano con rapidez. Casi al alcanzar la acera, oí la voz de Jacinto llamándome.

El escondite: El lugar donde se reunía la pandilla. A la que por vivir en la Marcos Adón, estaba obligado a pertenecer sin que importara mi sentir al respecto.

En el claro vagamente iluminado, estaban los muchachos del barrio, sentados con las rodillas cruzadas. En el centro, Licinio. ¿Qué pasa?. Bueno, dijo Licinio, que tú me estas huyendo. Lo que pasa, dije, es que no soy tipo de pleitos, soy amigos de todos ustedes. Me han enseñado que se pelea cuando es necesario. Ahora es necesario dijo Licinio. Este, solo está por ahí mirando tigueritas como la rubia forastera que se mudo el otro día.

La grotesca mención de Amelfis, más todos los insultados, me hizo reaccionar como si me lanzaran agua caliente. Golpee a Licinio en la nariz. Amelfis estaba frente a la ventana, como minutos antes. No vi a nadie, y le grite les di a todos. Mostrándole el puño. Sonrió. Cuando se acercaba la hora de ir a su casa, vi a sus padres salir con julio y pensé, con alivio, que todo saldría tal y como lo deseábamos. Cuando estuviéramos juntos, la abrazaría, la besaría, etc.

Por prudencia espere la hora que pactamos, aunque desesperado, espere a las ocho. Llego la hora y Salí a la calle. La situación era la ideal. Estaba bastante oscuro, a pesar de las luces cercanas. La puerta trasera de la casa de Amelfis estaba abierta. No vi a nadie en el patio.

A cuatro o cinco metros de allí se levantaba una casita de madera. Fue en aquel instante cuando escuche como un quejido, o un grito apagado. Después, algo así como una súplica. Los sonidos venían de la parte profunda del patio. Oí una voz familiar. Vi entonces a Licinio, recostado horizontalmente sobre una figura indeterminada con la que parecía luchar. Alguien encendió la luz en el exterior de la casa de los Curiel y pude ver con toda claridad, a Jacinto y a Andres agarrando por los brazos a Amelfis, que con la ropa levantada era penetrada por Licinio. Hacía esfuerzos desesperados por soltarse o gritar, pero Andrés no la dejaba. Andrés fue el primero que al verme grito miren, soltó a Amelfis y salió corriendo en dirección contraria a donde me encontraba. Jacinto soltó también a la niña y se puso a buscar en los alrededores, me imagine que una piedra o algo. Luego me acerque y le di una patada en los testículos. Jacinto corrió hacia el callejón, seguido por este, que cojeaba y se quejaba del dolor.

Amelfis, Se levanto a duras penas, sollozando. No me pongas la mano, me grito, no me la pongas.

Al día siguiente supe de los comentarios y las querellas. Me sentía apesadumbrado hasta un punto que sería imposible tratar de hacer comparaciones. Me deje caer en él a cama y creo que llore por largo rato contra la almohada. Después, ya no volví nunca más a pensar en Amelfis.

Monstruos de acero y de cristal en el espectacular viaje de un desaparecido

Como era su costumbre, él no había vuelto a casa a comer al mediodía. No le dio mucha importancia pensando que por ser lunes quizás había tenido que trabajar corrido. A eso de las dos, le pidió a Justina que fuera a llevársela a la ferretería donde se desempeñaba. Media hora

después. Justina volvió agitada: no fue a la ferretería hoy, dijo. Dijeron que el ni siquiera mando excusa. Y que pensaron que estaba borracho, o enfermo, eso dijeron…

María abrió unos ojos de sorpresa, inquieta. Pero después pensó que quizás un carro le dio un golpe, o que tuvo un pleito y lo habían encerrado en un destacamento. Sentía que algo pequeño y terrible, se estaba metiendo dentro de su corazón.

En el cuartel de villa consuelo, el oficial del día le dijo que no habían llevado a nadie detenido esa mañana. Le repitieron lo mismo en el de Villa Juana. En el Palacio de la policía no había ningún detenido con ese nombre. En ningún hospital se conocía esa persona como víctima de un accidente. El gusanillo de la preocupación y la impotencia se metía cada vez más profundamente en el corazón de María, ante la mirada abatida de Justina, que la consolaba sin cesar, ya aparecerá, nada ha pasado, tú sabes cómo son los hombres.

Motivo de primer orden para las comadres del barrio, en buenas relaciones gracias a ese hecho de tanta envergadura, que no podía dejar de comentarse hasta sus más asombrosos detalles. Se decía que él se había ido con una triguerita de dieciséis años, una vagabunda.

Pese a la falta de noticias, María se había recuperado algo, total, la vida sigue. La duda le atormentaba el corazón, y se distraía vistiendo y revistiendo a la niña para que papi la encuentre empolvada y limpia cuando vuelva. En algún momento Justina pensó con dolor ay, mi hija se me va a volver loca, la pobre, por ese maldito hombre, el diablo lo tenga en su seno, cara, respingaba.

Negrito en una de las reuniones. Volverá de Nueva York millonario, dijo, con un Cadillac. Lo que me pregunto es como podrá trabajar, si no sabe inglés. Andrés fue más precavido. No sé, dijo, pero se nota algo

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