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La Granja Cap 3


Enviado por   •  13 de Mayo de 2015  •  2.020 Palabras (9 Páginas)  •  212 Visitas

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Cómo trabajaron y sudaron para poder guardar el heno! Pero sus esfuerzos fueron recompensados,

pues la cosecha resultó mejor de lo que esperaban.

A veces el trabajo era duro; los utensilios habían sido diseñados para seres humanos y no para animales

y representaba una gran desventaja el hecho de que ningún animal pudiera usar las herramientas,

ya que lo obligaban a pararse sobre sus patas traseras. Pero los cerdos eran tan listos que encontraron

solución a cada dificultad. En cuanto a los caballos, conocían cada palmo del campo y, en realidad,

entendían el trabajo de segar y rastrillar mejor que Jones y sus hombres. Los cerdos en verdad

no

trabajaban, pero dirigían y supervisaban a los demás. A causa de sus conocimientos superiores, era

natural

que ellos asumieran el mando. Boxer y Clover enganchaban los arneses a la segadora o a la

rastra

(en aquellos días, naturalmente, no hacían falta frenos o riendas) y marchaban firmemente por

el

campo con un cerdo caminando detrás y diciéndoles: "Arre, camarada" o "Atrás, camarada", según

el

caso. Y todos los animales, incluso los más humildes, laboraron para cortar el heno y amontonar-

lo. Hasta los patos y las gallinas trabajaban yendo de un lado a otro, todo el día al sol, transportando

manojitos de heno en sus picos. Al final terminaron la cosecha invirtiendo dos días menos de lo que

generalmente tardaban Jones y sus peones. Además, era la cosecha más grande que se había visto en

la granja. No hubo desperdicio alguno; las gallinas y los patos con su vista penetrante habían levantado

hasta el último tallo. Y ningún animal de la granja había robado ni siquiera

un bocado.

Durante

todo el verano el trabajo anduvo como sobre rieles. Los animales eran felices como jamás

habían

concebido que podrían serio. Cada bocado de comida resultaba un exquisito manjar, ya que

era

realmente su propia comida, producida por ellos y para ellos y no repartida en pequeñas porciones

y de mala gana por su amo. Como ya no estaban los inservibles y parasitarios seres humanos, había

más comida para todos. Se tenían más horas libres también, a pesar de la inexperiencia de los

animales.

Claro que se encontraron con muchas dificultades. Por ejemplo, más adelante, cuando cosecharon

el maíz, tuvieron que pisarlo al estilo antiguo y eliminar los desperdicios soplando, pues la

granja

no tenía desgranadora, pero los cerdos con su inteligencia y Boxer con sus músculos tremendos

los sacaban siempre de apuros. Todos admiraban a Boxer. Había sido un gran trabajador aun en

el

tiempo de Jones, pero ahora aparentaba más bien ser tres caballos que uno; en algunos días determinados

parecía que todo el trabajo descansaba sobre sus poderosos hombros. Tiraba y empujaba de

la

mañana hasta la noche y siempre donde el trabajo era más duro. Había concertado con un gallo que

éste

lo despertara media hora antes que a los demás, y efectuaba algún trabajo voluntario donde más

hacía

falta, antes de empezar la tarea de todos los días. Su respuesta para cada problema, para cada

revés,

era: "¡Trabajaré más fuerte!". Él la había adoptado como un lema personal.

Pero

cada uno actuaba conforme a su capacidad. Las gallinas y los patos, por ejemplo, ganaron cinco

búshels de maíz durante la cosecha levantando los granos perdidos. Nadie robó, nadie se quejó por su

ración; las discusiones, peleas y envidias que forman parte natural de la vida cotidiana en los días de

antaño, habían desaparecido casi por completo. Nadie eludía el trabajo, o casi nadie. Mollie, en verdad,

no era muy buena para levantarse por la mañana, y tenía la costumbre de dejar el trabajo temprano

aduciendo que tenía una piedra en la pata.

Y

el comportamiento de la gata era algo raro. Pronto se notó que cuando había tarea que hacer, a la

gata

no la encontraban. Desaparecía durante horas enteras, y luego se presentaba a la hora de la comida

o al anochecer, cuando cesaba el trabajo, como si nada hubiera ocurrido. Pero siempre tenía tan

excelentes

excusas y ronroneaba tan afablemente, que era imposible dudar de sus buenas intenciones.

El

viejo Benjamín, el burro, parecía que no había cambiado desde la rebelión. Hacía su trabajo con la

misma

obstinación y lentitud que antes, nunca eludiéndolo pero nunca ofreciéndose tampoco para

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ninguna tarea extra. No daba su opinión sobre la rebelión o sus resultados. Cuando se le preguntaba

si

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