ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Lenguaje, Sujeto Y Formación

alcardepa6 de Agosto de 2014

5.935 Palabras (24 Páginas)342 Visitas

Página 1 de 24

LENGUAJE, SUJETO Y FORMACIÓN

Alfonso Cárdenas Páez

Introducción

En el decurso de la investigación sobre la pedagogía del lenguaje, nos enfrentamos a varios asuntos complejos cuya comprensión se dificulta en la medida en que tratamos de establecer relaciones entre ellos. Dichos asuntos atañen a diversos puntos de vista que hacen referencia al lenguaje, el sujeto y la formación; ellos, de paso, se deslizan hacia otros temas como el referido al sentido y, por supuesto, a aspectos de la educación, la pedagogía y la didáctica y sus pretensiones formativas: el conocimiento y la conducta.

En esta oportunidad, vamos a tratar de plantearnos diversos interrogantes y hacer algunos rodeos con respecto a ellos, con el fin de que se tengan en cuenta en lo que viene hacia adelante.

Acerca de la naturaleza del lenguaje

El primer asunto de referencia se sitúa en el terreno de lo que entendemos por lenguaje y por lengua. Si como dice Braunstein (1999), el lenguaje no es objeto de ninguna disciplina en particular, tal condición nos sitúa en un terreno de nadie y nos propone cuestiones muy interesantes; por un lado, la referencia al lenguaje ha sido una constante en Occidente desde los sofistas, pasando por Platón y Aristóteles hasta llegar al Siglo XX cuando se convierte en objeto fundamental de reflexión filosófica y científica; sin embargo, la constante ha sido la referencia al ‘logos’, a lo que tiene que ver con la razón, el pensamiento y la lógica. Por otro lado, existe una marcada tendencia a desplazarse del lenguaje a la lengua y viceversa, a ver todo desde el lenguaje, cuando no a soslayarlo y quedarse en sus funciones como ocurre con la comunicación y a diferir la pregunta por el lenguaje mismo. ¿Qué decir del sentido como una de las formas de la condición humana que ha sido relegada, estigmatizada, invisibilizada?

Por otro lado, nos ha sorprendido constatar que, desde la semiología de Barthes y el psicoanálisis, se evidencia la actualidad del enfoque estructural de la lengua, obvio que con sus retoques y transformaciones .

El lenguaje y su naturaleza

Desde aquí, es necesario precisar que el lenguaje, como forma de la acción humana (Echeverría, 19997) -comprender y comportarse-, se configura en torno a los procesos de semiosis y discurso. Por la semiosis, el lenguaje nos permite desarrollar dos movimientos: de impresión y expresión y, con esos fines, desarrolla su capacidad para significar y/o simbolizar, valiéndose de diversas unidades: signos, códigos y textos que se multiplican en direcciones muy diversas. Aceptado que los signos se organizan en dos componentes: significado y significante, esta relación multiplica las posibilidades representativas de los signos, en cuanto responden a las circunstancias en que se dan apuntando en la dirección sintáctica, semántica o pragmática desde donde se usan ya para significar, simbolizar, indicar, identificar o asemejar, etc. Estas formas no dependen en absoluto del significado sino que interesan fuertemente al significante que, para decirlo en palabras tradicionales, decide la connotación como campo de proliferación del sentido.

Algo similar podría decirse de los códigos que, no solo regulan las relaciones estructurales en el orden de lo que se ha dado en llamar paradigma y sintagma, sino que también controlan las posibilidades entre lo que prescrito por el sistema y las libertades que se abren desde el contexto cultural. Tales son, por ejemplo, las restricciones que impone el componente sintáctico frente a las muy amplias que nos ofrecen la semántica y la pragmática, las cuales nos permiten configurar textos con sus procedimientos, estructura de información, estructuras cognitivas, operaciones, modalidades, etc.

El componente semiótico configura un horizonte organizado en torno a diversidad de signos, códigos y textos; varias funciones del lenguaje; diversos niveles de organización y poderes y aparatos que despliegan las posibilidades que tenemos de darle sentido al mundo en que vivimos. Por su parte, lo discursivo implica la manera como los textos operan en contexto, como los interdiscursos se integran en dicha dinámica y dejan la puerta abierta al fluir del antidiscurso de modo que se potencien nuevas intervenciones discursivas que amplíen las posibilidades de constituirnos en sujetos productores de sentido.

Este dispositivo se enriquece con diversos aparatos, poderes, funciones, niveles y géneros discursivos que, a la par que sufren las determinaciones del sistema, amplifican las potencias del lenguaje humano.

El lenguaje y sus funciones

Saliéndonos un tanto del marco desde el cual han sido vistas las funciones del lenguaje, es preciso mirarlas en una doble orientación formativa: hacia el conocimiento y el comportamiento humanos.

Sin entrar en mayor discusión, es preciso aceptar que el conocimiento existe porque así nos lo impone cierto razonamiento epistemológico; no se trata de las fundamentaciones, de la esencia del conocimiento, de su naturaleza sino de sus posibilidades. El conocimiento es posible ya sea porque podemos conocer mucho –cosa sobre la cual se puede entrar en sospecha- o porque sabemos muy poco del mundo: de todos modos, algo sabemos, algo conocemos del mundo porque este se nos hace inteligible en la medida en que lo incorporamos, nos acercamos o nos alejamos de él, lo dominamos a través de la práctica. En general, el hombre es capaz de hacerse a una representación de todas las determinaciones que lo rodean, lo que nos induce a pensar que dicha representación es plural gracias a la diversidad de signos, códigos y textos que el hombre produce y la manera como los pone en escena a través de intertextos, interdiscursos y antidiscursos.

En cuanto al comportamiento y sin la pretensión de borrar el asunto por las presiones cognitivas, es preciso aceptar que el hombre es un ser de acción y como tal se comporta frente al mundo, frente a sí mismo y frente a los demás. Tal comportamiento no es meramente reactivo sino producto de la praxis o de la manera como el hombre actúa frente a sus posibilidades y determinaciones. Así, se puede afirmar que el lenguaje condiciona y rige la conducta psico-social de las personas; a través de él, se manifiestan vivencias, emociones, pasiones y sentimientos; en él, tienen asiento actitudes y valores desde los cuales se propician el trato social, la participación y la interacción, se dimensiona el ejercicio de deberes y derechos inscritos en contextos rituales, simbólicos, imaginarios e ideológicos generados por la cultura.

El problema del sentido

Hablar de sentido implica tomar distancia de las instituciones del significado: orden, poder, verdad, realidad, objetividad; tal actitud ha tenido como efecto la superación de los linderos de lo sistemático, el apoderamiento de los procesos discursivos, el saludo a la diversidad de signos, la duplicidad del problema del conocimiento, el énfasis en la interacción, abordajes que competen a una transdisciplina que podríamos denominar semiolingüística o lingüística del lenguaje. Dada su complejidad, no es fácil lograr una cabal comprensión de ella, pero debemos asumir el riego.

Nada en este complejo universo de lo humano trascurre al margen del sentido, lo que quiere decir que, a distancia del significado y sin desconocerlo, adoptamos una postura crítica frente a aquellas prácticas que, por tradición, nos comprometen con el concepto, el signo, la lógica, la verdad, el orden, la objetividad y la transparencia para acercarnos al símbolo, a la imagen, a lo analógico, a lo lúdico, a la creatividad; en fin, a aquella parte del ser humano que ha sido invisibilizada, olvidada, descuidada, estigmatizada.

Siguiendo esta línea de pensamiento, es posible distinguir dos grandes sistemas de sentido (lógico y analógico), cuya intersección configura la praxis humana y condiciona las maneras de conocer y actuar del ser humano;

El sentido desde la analógica

Esta organización primaria o analógica se expresa mediante formas elementales –las imágenes y símbolos- y soporta la organización del sentido constituido en torno a simbolismos e imaginarios y atravesado por valores e ideología. Este remanente descuidado, que escapa a los amarres positivos, desobedece a la lógica de la diferencia, no se atiene a la visión dialéctica. Por eso, antes que una evidencia es un problema que debe enfrentar el pedagogo del lenguaje. Por un lado, porque el componente analógico no puede confundirse con el mero recurso a las analogías, según se desprende de los intereses de la neurolingüística, del estudio de los hemisferios cerebrales y la diversidad de la inteligencia humana, del pensamiento narrativo. Estos intereses son razón suficiente para asumir otra actitud frente a lo que la academia, en sentido lato, ha concebido como conocimiento y considerar que su campo es doble, ya sea que se ocupe de la síntesis a partir de la diferencia o dirija su mirada en búsqueda de la totalidad a través del sincretismo. Dicha actitud trata de superar las dicotomías que, si bien se avienen con las estructuras cognitivas, han dado lugar a oposiciones cuyo punto de mira ha sido excluir o poner por encima un término en detrimento de los demás, como es usual en nuestra cotidianidad.

La analogía, más que un tipo de relación, es un campo de sentido que muestra la diversidad de la racionalidad simbólica e imaginaria, la cual ya no puede estar excluida porque ahí está, siempre nos llama, ha estado presente y son muchas sus

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (37 Kb)
Leer 23 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com