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NOCHE DE OPERA

Adrian Muñoz AldanaEnsayo12 de Agosto de 2022

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                                            NOCHE DE OPERA

SEUDONIMO: ROGER

 

     Nadie sabe porque la del Mercedes va a la ópera.  Va sola casi siempre, de eso está seguro el tipejo que vende los cafés y que se relame de sólo pensar la de cosas que podría hacerle si le diera la oportunidad de un llegue decente, cuando no hubiera nadie, ellos, los dos solos en los asientos de terciopelo de la platea ..

 No se explica su emoción por algo tan cursi como La Traviata, porque ella, ahora preocupada por todas las cosas que han pasado, está segura que no es una extraviada, como esa pérdida mujer de la ópera que hoy está por ver, por tercera vez, misma que en su concepto es juguete de juniors, de hijitos de papá, que busca ser mantenida por tipos más grandes que ella, ricos sí, pero demasiado viejos.

     Camina con calma ahora, porque no quiere que le pase lo de siempre.  Ella se siente segura.  No está perdida.  Se lo dijo más de una vez al señor Rake, el simpático inglés que se le acerca de vez en cuando y la acompaña con todo respeto y sin esperanzas hasta el Mercedes.  Es decir, debe quedar claro que no es una cualquiera, una mantenida,es una chica de buena familia de San Francisco de Campeche con ondos anhelos de ser alguien cosa que solo se consigue en la capital.  Tampoco se llama Violeta, se llama, bueno, no importa cómo se llame, ahí en la ópera todos saben que es la del Mercedes, ese carro grande, plateado, caro que impresiona.  Es un auto que hace parecer que tiene muchos millones, mucha cultura.  Que hace suponer que la dueña es una mujer refinada que va como todas esas señoras que se la pasan en desfiles de modas, que toman té en el Jockey de Plateros, señoras que tienen amantes, Violeta, señoras que una palabra son alguien que, si tienen un amante, son ellas las que lo mantienen, en especial si es alguien que canta tan lindo como Alfredo.

     Le dijo al señor Rakewell que ella es así, lo declara por doquier, una mujer profundamente enamorada de la vida, que ama hasta el paroxismo y que, pese a todo, aún no ha encontrado el verdadero amor.  Por supuesto que cuando toma café con el inglés y soporta la mirada turbia del mozalbete ese con cara de presidiario, no cuenta el asunto del diputado.  Mentira que la mantuviera.  El Mercedes fue idea de él, quien lo compró con su dinero y de sorpresa lo envió a su casa.  Su madre, que estaba presente en ese momento no dijo nada, le pareció un buen detalle de un hombre con intenciones serias, así se lo dijo a una vecina que preguntó.  En cuanto a ella, miró a ese monstruo gris plateado y oliendo a nuevo, con indiferencia.  Si pudiera contarle a Rakewell que lo mismo hacia cuando el diputado le quitaba la ropa en el hotel del camino a Toluca, y donde le hacía a todas esas cosas que no entendía, que no le gustaban.  ¿Por qué le tenían que gustar?  Además, cuando la desnudaba y murmuraba palabras incoherentes, ella pensaba en otra cosa.  Flores y cosas bellas, pensaba en fiestas como las de Violeta con Alfredo.  En esos momentos sólo quería llegar a su casa, meterse en la tina y quedar como nueva después de un baño de horas, bajo el agua hirviente.

     ¿Sabría Rake que el diputado –después de estar un rato encima de ella (¿a qué jugaba?)- le contaba cosas que no entendía, pero con una voz parecida a la de su papá?  Algunas veces hasta se quedó dormida, para despertarse al rato con el tipo enfurecido encima de ella, diciéndole que era una puta arrastrada, que hacía esas cosas para calentarlo, hacerle perder la cabeza, sentirse muy humillado, miserable, perdido.

     Quisiera ella contar todas esas cosas, pero no puede.  Rake le presentó al señor Stravinsky, su apoderado, mismo que tenía la suerte de conocer a la gente que estaba detrás del escenario.

     Haciendo un balance, la del Mercedes tiene cosas por las cuales estar agradecida en la vida.  Su madre, por ejemplo, porque fue gracias a ella, entre otras cosas, que el episodio  del departamento no pasó a mayores y como le dijo a Baba, la esposa de Stravinski, el desgraciado quería llevársela a vivir con él, estando ya casado con otra por la iglesia, otra que venía a la puerta de su casa, a las dos de la mañana gritando cosas horribles, mientras pateaba la puerta; ruido y situaciones que se pierden, ahora entre los violines de la sala de conciertos, transformados en sonido de cuerdas, una música dulce, lejana y más aún: ajena a ella.

     Como le dijo a Rake, el asunto del departamento estuvo turbio desde el principio.  El desgraciado le repetía que la quería viviendo a su lado como una princesa, pero los príncipes –se lo dijo mas de una vez- no le hacían a las princesas esas porquerías que él le hizo a ella, no señor.  Está segura de que si las princesas existieran en esta época andarían con gente como Batman, Superman... o la mujer Araña, siendo esto último lo que el tipo le gritaba cuando ella cerraba las piernas y no quería que le hiciera esas cosas.  Eres, le decía con ojos que le saltaban de las órbitas, una tarántula peluda, una perversa extraviada.

     En este punto su mamá intervino:  le dijo al diputado que estaba muy extrañada por el trato que le daba a una muchacha de veinticuatro años (nadie sabe que tiene treinta), máxime tratándose de él, una persona tan seria.  Un comportamiento que a la luz de los hechos no estaba nada claro.  Después la señora entró en detalles, defendiendo a la hija como si aún estuviera dentro de su vientre.  Por ejemplo, preguntaba la madre, qué sentido tenía regalar un auto, cuando su hija aún no tenía las escrituras del departamento.

     Fue una buena pregunta y motivó que el tipo llegara con la documentación del inmueble, pagara el notario y pusiera todo en orden.  Esto hizo que ella se sintiera fuerte y con el apoyo de su mamá, le dijo al diputado que no estaba dispuesta a consentir más esas cosas que le hacía por puro placer animal.  Ella buscaba el amor puro, inmaculado, limpio de toda mancha, un amor –como Rake lo expresó- recién salido de la tintorería de la vida, frase que la sorprendió y que obligó a Rake a una confesión vergonzosa: era poeta.  Tomó aire y la emoción la hizo sentirse como nunca.  Ella, amiga de un poeta, no podía creerlo.  De todas maneras, con el político la conducta tenía que ser otra.  Sólo permitiría que la visitara bajo severas condiciones, situación que Rake, como buen inglés, aprobó, imaginándose azotes y otras torturas, cosa que por supuesto no le confesó a ella.  El diputado debía portarse como un caballero, porque ella era una dama.  A partir de ese momento borró todo rastro dentro de sí misma sobre las cosas que el político le había hecho.  El Mercedes siguió usándolo, aunque su mamá guardaba la factura, lo mismo que las escrituras del departamento donde vivía tan a gusto, consentida por la autora de sus días, quien le preparaba las comidas que le gustaban, pero sobre todo la perdonaba como sólo una madre puede perdonar las porquerías que una hija como ella había hecho.

     Rake estaba enterado de algunos secretos de su vida como lo de su relación con el joven actor quien la abordó un día, saliendo de Bellas Artes, cuando la encontró desprotegida en el estacionamiento y a punto de subir al Mercedes.  Mantuvo una relación secreta con él, o casi.  Algunas veces tenía que encerrarse en el baño para leer sus cartas.  Pero esos eran sueños de quinceañera, mismos que tendría que olvidar.  ¿Qué pasaría si el hombre pretendía hacerle algo –no sabía exactamente qué- y su madre se enteraba del episodio?

     Una de las cosas buenas de su vida, según explicó al señor Rake el día que le presentó al señor Shadow, fue el entrar de lleno en el mundo de la cultura, precisamente ella que no había pasado por la secundaria, que apenas leía una que otra revista de esas sentimentales, como les dicen, y por supuesto algo de modas por ahí.  Así, mientras Rake y Shadow la acompañaban hasta su lugar al finalizar el intermedio, alcanzó a explicar que desde el primer día amó Bellas Artes, por las luces, la gente elegante, el calor, los vestidos, las joyas, las sonrisas eternas y sobre todas las cosas, la llegada de la obscuridad acompañada de las tenues luces del foso de los músicos, y los sonidos que de ahí emergían. En ese momento le parecía estar viajando en una alfombra mágica, viaje que siempre la transportaba a su relación con el joven actor, cosa que su madre desaprobó rotundamente, diciéndole que era una tontería salir con un tipo que era un don nadie, un actor sin futuro (ninguno de ellos lo tiene, afirmo Shadow al enterarse), una gente que terminaría mal, seguramente tuberculoso.  Su madre le dijo en forma terminante que ella tenía otras posibilidades en la vida, como la de ser amiga.  Amiga nada más de ese productor que tan amablemente se ofreció para llevarla a su casa un día.  Persona que por otra parte tuvo sinfín de atenciones con ellas.  ¿Acaso no las había invitado de inmediato a los mejores restaurantes? Y no tenía que, como el actorcito, esconderse en una esquina para esperarla.  No, señor, el productor llegaba con auto y chofer a las puertas de su casa.  Bajaba y lo primero que hacía era besar la mano de su madre, sin dejar de llevarle algo, dulces o flores, lo mismo da.

 De inmediato se dedicó con todo respeto a trasladarlas de un lado a otro en un soberbio auto, mientras demostraba ser alguien, con toda una obra detrás, que incluía películas, telenovelas, obras de teatro.  Luego una cena con ambas en un increíble restaurante lleno de candelabros, con servicio de librea y alfombras rojas, sin fijarse en gastos.

     Con respecto al actorcito la pregunta era por demás lógica.  ¿A qué podía conducirla una relación con un imberbe que recién comenzaba en el medio? Ni comparación con el productor, una excelente persona pese a tener casi cincuenta años que ni se le notaban, soltero por no haber tenido suerte en la vida, según explicó.  Un hombre al cual las mujeres no habían comprendido.  O quizás, a lo sumo casado y divorciado hace muchos años, un hombre de buenas costumbres como se podía observar en esos ojos profundos y pensativos como los de un intelectual.  Por otra parte, era un tipo muy divertido, la de cosas interesantes que había hecho. Más de veinte películas, por ejemplo.  Todas fáciles de entender, donde siempre, siempre, protegió la imagen de la mujer.  Su madre le recordó que el día de estas confesiones, también las llevó a las dos al teatro y después a cenar al Maxim’s.  En las obras del productor nada inmoral, nada que no permitan las buenas costumbres de la gente decente.  La mujer que da el mal paso está perdida.  La buena siempre era tan buena como la mejor de las madres, tan abnegada que se le caían las lágrimas a uno de sólo pensar en ello.  Y los amores casi siempre imposibles porque, en realidad, ¿no es el amor una cosa inexistente en esta época? ¿Quién no sufre por el? Por supuesto que el productor presentó en sus trabajos el lado más abnegado de este tema.  Si la mujer es engañada (esto ocurre la mayoría de las veces en las telenovelas, películas y revistas de amor, aseguró Stravinsky), la señora se olvida del sexo y se dedica con sublime entrega a su hijo, ocultando el hecho a todo el mundo, llegando inclusive a fingirse viuda si es necesario, aunque nadie en el barrio crea tal cosa, porque en su momento, todos la vieron con la panza, pero sin el marido.

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