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Reseña “Abundancia y Pobreza” en “Escenas de la vida posmoderna”.


Enviado por   •  31 de Agosto de 2018  •  Reseñas  •  1.894 Palabras (8 Páginas)  •  435 Visitas

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María Sofía Álvarez López - 201729031 - Física.

Reseña “Abundancia y Pobreza” en “Escenas de la vida posmoderna”.

En el primer capítulo de su libro, Beatriz Sarlo, literata argentina de la Universidad de Buenos Aires, “Simón Bolívar professor of Latin American Studies” de la Universidad de Cambridge y miembro del Wilson Center en Washington D.C., logra desmontar metódicamente, en 4 apartados[1], los aspectos más influyentes que condicionan el clima de la posmodernidad latinoamericana. Aquí, busca descifrar la cultura finisecular argentina de una manera imparcial, sin influencias ideológicas, políticas o morales, que le permiten exponer los marcos de desigualdad y contradicción que forjan la contemporaneidad. Es así como la autora inicia estableciendo su preocupación por la descentralización de las ciudades, que resulta de la aparición de los nuevos espacios comerciales, o ‘shopping centers’. Comparándolos con una nave espacial, afirma que ellos niegan la realidad que los rodea, instalando nuevos hábitos ajenos a las particularidades culturales de su ubicación geográfica. Es así como, más tarde, comenta que “el shopping es un artefacto perfectamente adecuado a la hipótesis del nomadismo contemporáneo: cualquiera que haya usado alguna vez un shopping puede usar otro, en una ciudad diferente y extraña de la que ni siquiera conozca la lengua o las costumbres” (p. 17). De esta manera, las relaciones del shopping con sus visitantes producen una lógica basada en referencias universales (como logotipos, siglas y etiquetas) que instauran una “cultura extraterritorial” donde nadie es forastero, eliminando las raíces y la cultura previa de un individuo. En el siguiente apartado, inicia con un ejemplo de su experiencia personal (donde una joven insiste a sus padres que quiere realizarse diversas operaciones estéticas), y a partir del cual expone detalladamente su concepción acerca de los mecanismos del mercado. De éste, afirma que es un espacio universal y libre, o un lenguaje que unifica, selecciona y diferencia entre consumidores, que se significan a través de los objetos que éste les proporciona, y que interactúan con él mediante el dinero. En este punto, identifica tres tipos de consumidores: el coleccionista tradicional (quien atesora objetos que adquieren valor con el tiempo), el coleccionista al revés (que, al acumular actos de adquisición de bienes, nunca se encuentra satisfecho con lo que compró y buscará reemplazarlo) y el coleccionista imaginario (el cual, al estar excluido del mercado y como contraparte del anterior, busca obtener el máximo valor de los pocos bienes que posee). Cabe resaltar que la autora establece el hecho de que el mercado, al promover la cultura del objeto, ha llevado a los individuos a alterar su propio cuerpo con prótesis y sustancias artificiales. De aquí que, como “las identidades han estallado(,) en su lugar no está el vacío si no el mercado” (p. 24). Para el tercer apartado, continúa desglosando los aspectos críticos de lo urbano. Así, inicia narrando la manera en que el “disfraz” de una joven que había visto en una esquina bonaerense corresponde a la individualidad buscada en la posmodernidad. Es aquí cuando establece que la juventud corresponde “a un territorio en el que todos quieren vivir indefinidamente. Pero los “jóvenes” expulsan de ese territorio a los falsificadores, que no cumplen las condiciones de edad y entran a una guerra generacional banalizada por la cosmética, la eternidad quinquenal de las cirugías estéticas y las terapias new age” (p. 39), dándole cabida al impulso homogeneizador del mercado. Más tarde, comenta que la cultura juvenil se establece en el espacio desprestigiado de la escuela. Es aquí cuando “el mercado toma el relevo y corteja a la juventud después de haberla instituido como protagonista de la mayoría de sus mitos (...) Consumidores efectivos o consumidores imaginarios, los jóvenes encuentran en el mercado de mercancías y en el de bienes simbólicos un depósito de objetos y discursos fast preparados especialmente.” (p. 40-41). En el último apartado, narra al lector sus experiencias al entrar en un local de videojuegos, describiendo detalladamente el lugar, y haciendo especial énfasis en la relación existente entre el sonido y la luz. Aquí, la autora retrata a los jugadores que, inmersos en las pantallas, quedan subsumidos en su infinito periódico e ignoran su entorno. Para finalizar, explica la noción de ‘efecto tugurio’, mencionando que, en las máquinas (bien sean clásicas (que se destacan por su originalidad), didácticas o las que simulan una mala película), los jugadores ganan sin obtener alguna recompensa material. Es así como se desarrolla, en el primer capítulo, los aspectos que considera han jugado un papel crucial en el forjamiento de la Argentina posmoderna.

A pesar de que el texto de Sarlo es ingenioso, pues desarrolla con pericia los aspectos más importantes que no sólo definen a la posmodernidad; sino que, también, describen la brecha entre abundancia y pobreza que explica la desigualdad actual, la opinión de la autora se ve limitada a lo que ella, perteneciente a una generación anterior, presencia como testigo. En los cuatro ejemplos que elabora, busca criticar la manera en que la individualidad del posmodernismo es, irónicamente, masificada por el impulso homogeneizador del mercado. Es así como explica lo que ha observado de la manera en que los ‘shopping’ descentralizan a las ciudades, lo que escuchó de la conversación de aquella joven que deseaba realizarse múltiples cirugías estéticas (al igual que sus compañeras de colegio), el singular disfraz de una chica que vio en una esquina bonaerense (pero que representa a la juventud en general) y la individualidad latente en los jugadores de ‘videogames’ que distinguió al ir a un local. Aquí, hago notar que los verbos resaltados en negrilla constituyen actitudes que asumiría un testigo. Entonces, a partir de esto, puedo deducir que el problema de los planteamientos de la autora radica en que, “como una intelectual argentina de fin de siglo y como una figura convulsionada por lo que ya no puede ser (una intelectual moderna) y por lo que nunca sería (posmoderna)” (Vázquez, 340), Sarlo asume una postura de exterioridad que marca un imperio de prejuicios y una zona de incomprensión por la época que busca denunciar. Es por esta razón que no sólo no rescata ningún aspecto positivo de la posmodernidad; sino que, también, no logra criticarla desde la raíz, al no pertenecer a ella. Lo anterior, unido al hecho de que sólo presenta ejemplos de su experiencia personal (sesgada por la exterioridad y la radicalidad que asume) en Argentina (un contexto particular), deriva en que su crítica no pueda aplicarse al territorio heterogéneo que constituye América Latina (pues se caería en una generalización precipitada). De ninguna manera puedo demeritar el trabajo investigativo realizado por la autora, puesto que su texto no sólo pone a dialogar satisfactoriamente a muchos autores versados en el tema de la posmodernidad (como García Canclini y Fredric Jameson); sino que, también, evidencia las indagaciones que ella realizó para elaborar sus ejemplos. A mi parecer, el problema radica, más bien, en la brecha generacional que la hace asumir una postura de testigo en la construcción de la argumentación.

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