“ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO Y MODERNIDAD”
Antitopre17 de Mayo de 2012
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“ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO Y MODERNIDAD”
Capítulo 1
El cuerpo pertenece, por derecho propio, a la cepa de identidad del hombre. Sin el mismo no existiría ya que su existencia es corporal. El cuerpo toma una posición determinada en la sociedad en la que está inserto gracias a las representaciones sociales, que nombran sus componentes y funciones, hacen explícitas sus relaciones, entre otros. Este saber (corporal) le permite al hombre otorgarle sentido al espesor de su carne, vinculando sufrimiento con causas precisas, descubriendo su posición frente a la naturaleza y el resto de los hombres. Las representaciones del cuerpo y sus saberes son tributarios de un estado social específico. El cuerpo es una construcción simbólica social y cultural, no una realidad en sí mismo.
La concepción más difundida y admitida es la de las sociedades occidentales, que encuentran su formulación en la anatomofisiología (biología y medicina). Ésta se basa en la concepción particular de persona, la misma que le permite decir al sujeto “mi cuerpo”, utilizando como modelo el de la posesión. Esta representación nació del desarrollo del individualismo, que convierte al cuerpo en el recinto del sujeto, el lugar de sus límites y de su libertad, el objeto privilegiado de una elaboración y de una voluntad de dominio.
Actualmente estamos presenciando una aceleración de los procesos sociales sin que haya un acompañamiento de la cultura dando como resultado una carencia de sentido que, a veces, hace difícil la vida. El hombre se abandonó a sus propias iniciativas, a su soledad, desvalido ante la muerte, la enfermedad y otros acontecimientos especiales de la condición humana. La tendencia al repliegue sobre sí mismo y la búsqueda de la autonomía tienen consecuencias sensibles en el tejido cultural. Se produce una atomización de los sujetos acentuando aún más el distanciamiento respecto de los elementos culturales tradicionales, que caen en desuso y desaparecen dejando un vacío que los procedimientos técnicos no pueden llenar. A nivel corporal ocurre lo mismo; la concepción desencantada de la anatomofisiología y los avances de la medicina y biotecnología favorecen el desprecio por l muerte. No hacen atractiva esta representación de cuerpo.
La noción moderna de cuerpo es un efecto de la estructura individualista del campo social que mezcla la persona con la colectividad y con el cosmos. Por otro lado, las concepciones melanesias estructuran y le otorgan sentido y valor a la noción de persona. Entre los canacos, el cuerpo se toma como parcela inseparable del universo, que lo cubre, entrelaza su existencia con los árboles, los frutos, las plantas obedeciendo a las pulsaciones de lo vegetal. Aparece como otra forma vegetal o el vegetal aparece como extensión natural del cuerpo. Desaparecen las fronteras entre estos y el cuerpo participa por completo de una naturaleza que lo asimila y cubre. La existencia del Canaco es la de un lugar de intercambios en el seno de una comunidad en la que nadie puede ser caracterizado como individuo. El cuerpo es un elemento indiscernible de un conjunto simbólico; no hay asperezas entre la carne del hombre y la carne del mundo.
Junto al descubrimiento de sí mismo como individuo, el hombre descubre su rostro, signo de su singularidad y de su cuerpo, objeto de una posesión. Si la existencia se reduce a poseer un cuerpo, entonces la muerte carece de sentido; no es más que la desaparición de una simple posesión.
La formulación de la palabra cuerpo como fragmento de alguna manera autónomo del hombre, presupone una distinción extraña para muchas comunidades humanas. Se distinguen dos posturas principales que definen el concepto de cuerpo. Por un lado, en las sociedades tradicionales el hombre se confunde con el cosmos, la naturaleza, la comunidad. La imagen del cuerpo es propia, nutrida por las materias primas que componen la naturaleza. Esta sociedad tiene una estructura de tipo comunitario, ya que el cuerpo no existe como elemento de individuación y el individuo no se distingue del grupo. En contraposición, las sociedades modernas hicieron del cuerpo una posesión (más que una cepa de identidad). Toma una estructura social de tipo individualista en las que los hombres están separados unos de otros. El cuerpo marca la frontera entre un individuo y otro, el sujeto se repliega sobre sí mismo. En occidente el cuerpo funciona como interruptor de la energía social; tradicionalmente es el que empalma la energía comunitaria.
En las sociedades rurales africanas la persona no está limitada por los contornos del cuerpo. No hay fronteras de su individualidad ya que el hombre no es considerado un individuo sino un nudo de relaciones. Está fundido en una comunidad de destino, sumergido en el cosmos, en la comunidad participando del linaje de sus antepasados, de su universo ecológico.
Según los occidentales la persona está compuesta por: UN CUERPO(parte material y polo de atracción se sus principios espirituales), OCHO GRANOS SIMBÓLICOS(son la base de la nutrición que se transmite de generación en generación), EL PRINCIPIO DE LA FUERZA VITAL(está en la sangre y es una energía en instancia impersonal, inconsistente, repartida en todos los animales y vegetales), LOS OCHO KIKINU(principios espirituales de la persona que contribuyen a diseñar la psicología de la persona, su humor).
La definición de cuerpo tiene infinitas percepciones pero es hueca si se la compara con la de la persona ya que solo existe cuando el hombre lo construye culturalmente. En cambio, la mirada sobre la persona marca sus contornos sin distinguirlos del hombre al que encarna.
Capítulo 2
Según Jean Delumeau, el hombre toma conciencia de su identidad y de su arraigo físico dentro de una estrecha red de correlaciones. Con el desarrollo del individualismo el cuerpo se vuelve propiedad del hombre y deja de ser su esencia.
En las fiestas medievales carnavalescas los cuerpos se entremezclan sin distinciones; cada hombre participa de una efusión colectiva. El carnaval lleva a los hombres a una liberación donde celebran el hecho de existir, de vivir juntos, de ser diferentes incluso desiguales. Desborda la inserción del sujeto para tomar sus constituyentes y su energía del mundo que lo rodea. El hombre es percibido como incluido dentro de las fuerzas que rigen el mundo. Por el contrario, las fiestas oficiales no se alejan de las convenciones habituales. Están basadas en la separación, jerarquizan a los sujetos, consagran los valores religiosos y sociales. El carnaval absuelve y confunde; la fiesta oficial fija y distingue.
El cuerpo grotesco del júbilo carnavalesco se opone al cuerpo moderno. Ensamble a los hombres entre sí, es signo de alianza. El cuerpo medieval no se distingue del hombre; rechazando el principio de la individuación, la separación del cosmos, la ruptura entre el hombre y otro. El cuerpo grotesco desborda de vitalidad, se entremezcla con la multitud, no deja nunca de renacer. No está terminado, encerrado ni listo. Constantemente atraviesa sus propios límites para obtener placer desbordando su expansión hacia afuera.
El cuerpo racional marca la frontera entre un individuo y otro, la clausura del sujeto. Es un cuerpo liso, moral, sin asperezas, limitado, aislado, separado de todos los demás.
Las reliquias, encierran poderes que provocan el bien: curan a los enfermos, favorecen las cosechas, previenen epidemias, protegen los emprendimientos de los hombres, etc. El órgano extraído del cuerpo del Santo es el camino terrestre más corto hacia el reino. Porque el Santo no es un hombre que vive para sí mismo, su existencia está atravesada por la comunidad: vive por y para ella. De ese modo puede, sin dolor, sacrificar su vida. La reliquia separada del Santo, es una metonimia; encarna el cuerpo místico de la Iglesia. El órgano sustraído representa la persona del Santo y sirve como testimonio de sus acciones anteriores.
En un mondo signado por la trascendencia cristiana, el hombre es una cifra del cosmos y hacer correr sangre es lo mismo que romper la alianza, que trasgredir el tabú. Los cirujanos son personajes turbios, inquietantes. En 1163 estaba prohibido que los médicos monásticos hagan correr sangre. Pero la profesión médica cambia en el siglo XII y se divide en diferentes categorías. Por un lado los médicos universitarios, que sólo intervienen en casos de enfermedades “extrañas” y nunca tocan el cuerpo del enfermo. En segundo lugar, los cirujanos actúan a nivel del interior del cuerpo y van más allá del tabú de la sangre. Son laicos, despreciados por los médicos. Es más importante que un médico sepa latín a que cure y sane. Finalmente, los barberos tenían que saber usar el peine y la navaja pero además conocer los diferentes puntos de sangría.
El médico ocupa la posición privilegiada del saber, pero no se contamina con la impureza de la sangre. La diferenciación entre las tres profesiones se trata de una sutil jerarquía que establece una gran distancia respecto del enfermo y del cuerpo.
El ascenso del individualismo occidental logrará discernir entre el hombre y el cuerpo. El comerciante del Quattrocento es el prototipo del individuo moderno. Manifiesta el inicio de una distención del continuum de los valores y de los vínculos entre los sujetos. Pero esta toma de conciencia solo alcanza a una fracción de la colectividad; esencialmente a los comerciantes y a los banqueros.
El cuerpo de la modernidad deja de privilegiar la boca. La incandescencia social del carnaval y de las fiestas populares se vuelve más rara. Los ojos son los órganos que se benefician con la influencia creciente de la cultura erudita. En ellos se concentra todo el interés
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