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La construcción del cuerpo en la modernidad


Enviado por   •  4 de Marzo de 2019  •  Ensayos  •  2.594 Palabras (11 Páginas)  •  98 Visitas

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Mónica Paulina Cañaveral Pimentel DyGI

La construcción  del cuerpo en la modernidad

En el siguiente ensayo tomaré las obras “Vigilar y castigar” de  Michael Foucault y “Antropología del cuerpo y modernidad” de David Le Breton como ejes principales, para abordar la construcción simbólica del cuerpo en la modernidad, donde domina el individualismo sobre la vida comunitaria, en el que cada sujeto, se construye social y culturalmente, dicha construcción es atravesada por múltiples formas de dominación, que buscan su buen funcionamiento en el sistema económico actual.

Le Breton afirma. “Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del cuerpo son tributarios de un estado social, de una visión del mundo y, dentro de esta última, de una definición de la persona. El cuerpo es una construcción simbólica, no una realidad en sí mismo, de ahí la miríada de representaciones que buscan darle un sentido a su carácter heteróclito, insólito, contradictorio, de una sociedad a otra. “ (p13-14)

Muestra con ejemplos extraídos de la historia y de la antropología, que la noción del cuerpo atomizado, producto del individualismo, es una invención de las sociedades industriales, su universalización es el resultado de su imposición mediante el sistema colonialista y la expansión del capitalismo.

Le Breton nos dice que en las sociedades tradicionales no existe, distinción entre persona y cuerpo como ente material independiente del sujeto, los ejemplos que nos muestra la obra van desde la cosmovisión de la cultura canaca donde los cuerpos de los seres humanos constituyen la misma sustancia que los demás seres vivos e inertes de la naturaleza que los rodea,  hasta las fiestas carnavalescas de la Italia medieval, por ello podemos afirmar que el cuerpo no tiene una demarcación propia que lo separe del medio, y de los demás seres que habitan el contexto del sujeto, todos participan dentro del grupo social, de forma que él ser se consagra siendo con los demás.

Se establece una continuidad del ser humano con el mundo, al mismo tiempo, el sujeto está sometido al cosmos y subordinado al conjunto social, desde una visión global del mundo que se venía dando desde tiempos anteriores a la Edad Media y, en cierto modo, por influencia teológica, no se entiende una separación entre el cuerpo y el hombre, la condición humana descansa en el cuerpo, gracias al cual podemos conocer el mundo.

Con la imposición de las naciones occidentales, la construcción del cuerpo se transformó, instaurando una visión del cuerpo como una unidad orgánica autónoma, capaz de sobrevivir aún separado del cuerpo social, dando paso al individualismo.

La  desacralización  del  cuerpo  alcanza  su clímax en la práctica de la disección del cadáver. Le Breton sostiene que: “Con  los  anatomistas,  especialmente  a  partir  de De  corporis  humani  fabrica (1543)  de  Vesalio,  nace  una diferenciación  implícita  dentro  de  la episteme occidental entre  el hombre y su cuerpo. Allí  se  encuentra el  origen  del  dualismo  contemporáneo  que  comprende,  también  de  manera  implícita,  al  cuerpo  aisladamente,  en  una  especie  de  indiferencia  respecto  del  hombre al que le presta el rostro” (p. 46-47).

Destaca, cómo   está   noción   del cuerpo  se  construye  en  la actitud  occidental, no  es  que  la  filosofía  cartesiana  inaugure una  nueva  sensibilidad,  sino  que  revela  una  transformación  que  opera  en  la visión de  mundo compartida  por  los  grupos  dominantes.

En su Discurso sobre el método, Descartes reproduce el dualismo de Vesalio, el pensamiento es totalmente  independiente  del  cuerpo,  no  atribuye  la  menor certeza racional a los sentidos. Le Breton reproduce un  fragmento  de  la  tercera  de  las Meditaciones  filosóficas de Descartes: “Ahora cerraré los ojos, me taparé  las  orejas,  eliminaré  todos  mis  sentidos,  incluso borraré de mi pensamiento todas las imágenes de  las  cosas  corporales  o,  al  menos,  porque  apenas puedo hacerlo, las consideraré vanas o falsas” (p.73)

Para Le Bretón este movimiento, que buscó reducir el conjunto de los movimientos del hombre o “las turbulencias de la condición humana a un conjunto de leyes objetivas con recurrencias previsibles, toma fuerza en el siglo XVII y nunca, en adelante, deja de ejercer su influencia”. (p.67), ante esto, la naturaleza se convirtió en un espacio en el que  se ve la existencia del hombre como algo alejado, negado de sí mismo.

Con esta nueva forma de auto-entendimiento de la persona, y con la aparición del capitalismo y la burguesía, se produce un desplazamiento del papel protagonista de la Iglesia en la vida privada de las personas, por ello la clase burguesa se encarga de instaurar determinadas normas de comportamiento social, que determinan la forma de concebir el cuerpo,  instaurando el modelo de “cuerpo máquina”, ajeno a todo pensamiento, el cuerpo, según la filosofía mecanicista, al igual que la naturaleza,  se  asemeja  a  una  máquina  susceptible  de  ser descompuesta  en  las  figuras  y  movimientos  de  sus partes, este modelo se sustenta además en “nuevas prácticas  sociales  que  la  burguesía,  el  capitalismo naciente y su sed de conquista inauguran” (p.75), para  ello  se  requiere  de  un  hombre-máquina  que asegure  la  utilización  instrumental  del  cuerpo.

De igual forma Foucault menciona la trasformación del castigo en base a esta nueva concepción del cuerpo, en su libro vigilar y castigar comienza hablándonos de Damiens, quien fue condenado en 1757 a “pública retractación ante la Iglesia de París”. Había cometido parricidio (considerado contra el rey, a quien se equiparaba al padre). Fue brutalmente torturado (atenaceado, quemado). Finalmente, se lo descuartizó. Fue una operación muy larga, y no bastando esto, fue forzoso desmembrar los muslos, cortarle los nervios y romperle a hachazos las coyunturas, los restos fueron quemados.

Con este ejemplo podemos entender que el castigo esta direccionado al cuerpo, ejerciendo el suplicio entendido como una, (...) forma, además, parte de un ritual. Es un elemento en la liturgia punitiva, y que responde a dos exigencias. Con relación a la víctima, debe ser señalado: está destinado, ya sea por la cicatriz que deja en el cuerpo, ya por la resonancia que lo acompaña, a volver infame a aquel que es su víctima; el propio suplicio, si bien tiene por función la de "purgar" el delito, no reconcilia; traza en torno o, mejor dicho, sobre el cuerpo mismo del condenado unos signos que no deben borrarse; la memoria de los hombres, en todo caso, conservará el recuerdo de la exposición, de la picota, de la tortura y del sufrimiento debidamente comprobados. Y por parte de la justicia que lo impone, el suplicio debe ser resonante, y debe ser comprobado por todos, en cierto modo como su triunfo. El mismo exceso de las violencias infligidas es uno de los elementos de su gloria: el hecho de que el culpable gima y grite bajo los golpes, no es un accidente vergonzoso, es el ceremonial mismo de la justicia manifestándose en su filena ( p. 33).

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