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Apuntes de Filosofía


Enviado por   •  14 de Septiembre de 2021  •  Apuntes  •  3.729 Palabras (15 Páginas)  •  121 Visitas

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¿Qué es la filosofía?

La filosofía no es una ciencia, ni siquiera un conocimiento; no es un saber entre otros: es una reflexión sobre los saberes disponibles.

Filosofar es pensar por uno mismo; pero nadie puede lograrlo verdaderamente sin apoyarse en el pensamiento de otros, especialmente en el de los grandes filósofos del pasado.

Desde el momento en que somos seres dotados de vida y de razón, todos nosotros, inevitablemente, nos vemos confrontados con la tarea de articular entre sí estas dos facultades. Y ciertamente podemos razonar sin filosofar (en las ciencias, por ejemplo), vivir sin filosofar (en la ignorancia o en la pasión, por ejemplo). Pero, sin filosofar, no podemos en absoluto pensar nuestra vida y vivir nuestro pensamiento: la filosofía es precisamente eso.

La filosofía es un preguntar radical, la búsqueda de la verdad total o última (y no, como en las ciencias, de tal o cual verdad particular); creación y utilización de conceptos (aunque esta práctica exista también en otras disciplinas); reflexividad (un volver del espíritu o de la razón sobre sí mismos: pensamiento del pensamiento), reflexión sobre la propia historia y sobre la de la humanidad; búsqueda de la mayor coherencia posible, de la mayor racionalidad posible (es el arte de la razón, si se quiere, pero que desemboca en un arte de vivir); es, en ocasiones, construcción de sistemas; es, siempre, elaboración de tesis, argumentos, teorías… Pero la filosofía es también, y quizá fundamentalmente, crítica de las ilusiones, de los prejuicios, de las ideologías. Toda filosofía es una lucha. ¿Sus armas? La razón. ¿Sus enemigos? La ignorancia, el fanatismo, el oscurantismo —o la filosofía de los demás—. ¿Sus aliados? Las ciencias. ¿Su objeto? La totalidad, con el ser humano en su seno. O el ser humano, pero en el seno de la totalidad. ¿Su meta? La sabiduría: la felicidad, pero en el seno de la verdad.

En la práctica, los temas de la filosofía son innumerables: nada humano o real le es ajeno. Esto no significa que todos ellos tengan la misma importancia.

¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? ¿Qué es el ser humano?

«Las tres primeras preguntas se resumen en la última»

Pero todas ellas desembocan en una quinta pregunta, que es sin duda, filosófica y humanamente, la cuestión principal: ¿Cómo he de vivir? En cuanto se intenta dar una respuesta inteligente a esta pregunta, se está haciendo filosofía.

Y como es imposible evitar planteársela, hemos de concluir que la única forma de sustraerse a la filosofía es la ignorancia o el oscurantismo.

También filosofamos, más o menos, bien o mal, cuando nos preguntamos (de forma a la vez racional y radical) por el mundo, por la humanidad, por la felicidad, por la justicia, por la libertad, por la muerte, por Dios, por el conocimiento… ¿Y quién podría renunciar a hacerlo? El ser humano es un animal filosofante: sólo puede renunciar a la filosofía renunciando a una parte de su humanidad.

Así pues, hemos de filosofar: hemos de pensar tanto como podamos, y mejor de lo que sepamos. ¿Con qué fin? Para lograr una vida más humana, más lúcida, más serena, más razonable, más feliz, más libre… Es lo que tradicionalmente denominamos sabiduría, que sería una felicidad sin ilusiones ni mentiras. ¿Podemos alcanzarla? Jamás por completo, sin duda. Pero esto no impide que la busquemos, ni que nos aproximemos a ella.

¿Qué es la filosofía? Hay tantas respuestas, o casi tantas, como filósofos. Pero esto no impide que dichas respuestas coincidan o confluyan en lo esencial.

Esta es la respuesta de Epicuro: «La filosofía es una actividad que, mediante discursos y razonamientos, nos procura la vida feliz».

Esto es definir la filosofía por su mayor logro (la sabiduría, la beatitud) La felicidad es la meta; la filosofía, el camino. ¡Buen viaje a todos!

El conocimiento

Conocer es pensar lo que es: el conocimiento es cierta relación —de conformidad, de similitud, de adecuación— entre el espíritu y el mundo, entre sujeto y objeto.

Así conocemos a nuestros amigos, nuestro barrio, nuestra casa: lo que hay en nuestro espíritu cuando pensamos en ellos, corresponde aproximadamente a lo que existe en la realidad.

Este aproximadamente es lo que distingue al conocimiento de la verdad. Pues sobre nuestros amigos, podemos equivocarnos. Sobre nuestro barrio, nunca lo sabemos todo. Incluso sobre nuestra propia casa, podemos ignorar muchas cosas.

No hay conocimiento absoluto, conocimiento perfecto, conocimiento infinito. ¿Conoces tu barrio? ¡Naturalmente! Pero para conocerlo totalmente, habrías de poder describir todas y cada una de las calles que hay en él, el último de los edificios de cada calle, el último de los apartamentos de cada edificio, el último rincón de cada apartamento, la última mota de polvo existente en cada rincón, el último átomo de cada mota de polvo, el último electrón de cada átomo… ¿Cómo podrías hacerlo? Necesitarías una ciencia absoluta y una inteligencia infinita: ni la una ni la otra están a nuestro alcance.

Esto no significa que no conozcamos nada. De ser así, ¿cómo sabríamos qué es conocer y qué es ignorar?

La verdad es lo que es (veritas essendi: verdad del ser) o lo que corresponde exactamente a lo que es (veritas cognoscendi: verdad del conocimiento). Por eso ningún conocimiento es la verdad: jamás conocemos absolutamente lo que es, ni todo lo que es. Sólo podemos conocer por medio de nuestros sentidos, de nuestra razón, de nuestras teorías. ¿Cómo podría haber un conocimiento inmediato, si todo conocimiento es, por naturaleza, mediación?

El último de nuestros pensamientos lleva la huella de nuestro cuerpo, de nuestro espíritu, de nuestra cultura. Toda idea en nosotros es humana, subjetiva, limitada, por lo que no puede corresponderse absolutamente con la inagotable complejidad de lo real.

«Los ojos humanos sólo pueden percibir las cosas mediante sus formas de conocimiento», decía Montaigne; y sólo podemos pensarlas, mostrará Kant, mediante las formas de nuestro entendimiento. Otros ojos nos mostrarían otro paisaje. Otro espíritu las pensaría de otro modo. Otro cerebro, probablemente, inventaría otra matemática, otra física, otra biología… ¿Cómo podríamos conocer las cosas como son en sí mismas, si conocerlas es siempre

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