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Apuntes reflexivos a partir de la Crítica de la razón instrumental de Max Horkheimer


Enviado por   •  7 de Febrero de 2019  •  Ensayos  •  2.426 Palabras (10 Páginas)  •  106 Visitas

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Apuntes reflexivos a partir de la Crítica de la razón instrumental de Max Horkheimer

“La ciencia le ha fallado a nuestro mundo, la ciencia le ha fallado a nuestra Madre Naturaleza”

System Of A Down: “Ciencia”

El progreso ha sido un término que usualmente ilusiona y enamora a los ingenuos, justifica y enriquece a los tecnócratas, y causa suspicacia en quienes plantean más bien una razón crítica, o un pensamiento crítico. Desde siempre se ha pretendido hacer ver al progreso como una verdad absoluta, como una necesidad de y para la modernidad, para el desarrollo de la civilización, y más aún hay quienes plantean que es un derecho de la sociedad industrializada, de la civilización moderna. No se entiende, desde un punto de vista práctico y pragmático, al mundo actual sin el desarrollo de la técnica, la tecnología, la aplicación de un logos útil, utilizable, utilitario y, además, entre la dicotomía de los términos reciclable y reutilizable versus desechable e inutilizado. Se trata de un logos en función del progreso como fin en sí mismo, o lo que es lo mismo, se evalúa que el fin de la humanidad ha de ser su desarrollo tecnológico, sus avances científicos. La modernidad ha implantado una razón, un pensamiento, un logos, cuyos objetivos están entonces ubicados al margen de los valores humanistas que dieron pie originalmente al desarrollo de la ciencia, objetivos que están prácticamente enfrentados a lo humano: la máquina, el laboratorio, el hacer y ya no el ser.

En este sentido, se considera que la humanidad está pagando un precio muy alto por su propio avance. A costa de sí misma, racionaliza (tal como el mecanismo de defensa psicológico) el logos, la razón, el razonamiento, hasta hacerlo enemigo de sí mismo, negación de lo humano, afirmación de lo mecánico, tecnológico, como verdad primera. “El progreso amenaza con destruir el objetivo que estaba llamado a realizar: la idea de hombre”, expresa Hörkheimer con preocupación. Es que el progreso renuncia a la dialéctica como forma de conocimiento, es decir, no hay en los criterios de la ciencia moderna la esencial relación tesis+antítesis=síntesis, que permite hallar una verdad unificadora, esclarecedora, patrimonial de una sociedad o grupo social, no hay una verdad crítica, reveladora, sino que se ha instaurado un continuum desarrollista que va dejando tras de sí una estela de deshumanización, inhumanidad, insensibilidad, insensatez, automatismo y automatización. Un ejemplo de ello lo vemos en la situación laboral de los países más desarrollados. Máquinas cada vez más óptimas, relegan el rol del hombre como base fundamental de la clase trabajadora a una nadería, a una especie de nihilismo acomodaticio, condenando más bien al sujeto al desamparo dentro de una sociedad que no lo observa (no se observa), que no repara en él (que no repara en sí mismo), que es él mismo (y no se ve), que lo echa a un lado (se echa a un lado a sí mismo) para enfocarse en la manufactura, antepone el producto de la sociedad alienada y alienante, antes que la producción de una sociedad en movimiento. Es decir, es un estancamiento de la sociedad, un círculo vicioso de “logros” sin logos. La ciencia avanza por un lado, mientras la sociedad se deprime paralelamente, por no decir que es oprimida por la industrialización que ella misma defiende.

Es así como surge entonces la llamada “sociedad del conocimiento”, una sociedad donde la tecnología es más importante que el hombre, ocupando su puesto bajo esquemas desarrollistas. O en el mejor de los casos, una sociedad donde el conocimiento científico-tecnológico prepondera sobre el conocimiento sensible-humanista, que subyace. El justificativo de la “sociedad del conocimiento”, desde un punto de vista crítico, no es más que una industria cultural muy bien organizada, pensada sin ninguna inocencia, en un ataque directo al individuo biopsicosocial, armada de potentes mecanismos de manipulación masiva de la información, y con ello, de la mente humana. Hacer más y pensar menos, vivir el hoy sin que importe el pasado ni el futuro, privilegiar una industria educacional a todo nivel basada en lo técnico y no en lo humanístico, son algunas de las premisas engañosas, promesas vacuas, verdades a medias, de la llamada razón instrumental, en detrimento de la razón lógica.

¿Qué ataca o cuáles son los objetivos a los cuales apunta y dispara en el individuo la razón instrumental o técnica? En primer lugar, se disminuye e incluso destruye la capacidad del individuo de desarrollar pensamiento abstracto. Este es el que nos permite inferir y deducir aspectos de la realidad a partir de la experiencia individual, de una consciencia subjetiva (en tanto sujeto único). El pensamiento abstracto permite llegar a la objetividad a través de una subjetividad consciente, de una subjetividad educada en la armonía con la totalidad. Parte de una razón subjetiva que establece prioridades, estrategias, medios, se plantea un proyecto, se traza una meta. Esta razón subjetiva tiene fines claros a pesar de no ser palpables aún, son fines, pues, abstractos, producto de la interpretación de la realidad objetiva. Esa capacidad de abstracción, inherente al ser humano, una capacidad que le permitió crear el lenguaje, el alfabeto, construir los primeros artefactos, desarrollar las bases de la sociedad primitiva, y, por supuesto, desarrollar el pensamiento dialéctico, se encuentra en jaque en los actuales momentos históricos.

En segundo lugar, la razón instrumental inhibe la capacidad del hombre de transformar el mundo. En la sociedad moderna, ser “racional” implica aceptar la realidad tal y como es, banaliza el término “adaptación”, relegándolo a un rol conformista y acomodaticio. La razón instrumental crea procesos estimulantes para la ciencia, pero cauterizadores de lo humano. Por ello, la naturaleza, el ecosistema, el planeta Tierra, no tienen importancia para la sociedad actual salvo en la medida en que sirva a los fines del desarrollo técnico, tecnológico y científico al cual se supone que el ser humano tiene “derecho”. Bajo ese precepto se invisibilizan los fines, se justifican los medios, y el individuo es llevado de la nariz hacia su autodestrucción objetiva, real, tangible. Se adjudica entonces a la naturaleza el deber de ser útil para el hombre, o mejor dicho, para la ciencia. Entonces el hombre, centrado en su desarrollismo, deja de lado el mirarse a sí mismo como agente potencial de transformación de su realidad, de mejora de su calidad de vida. El hombre, en la sociedad industrializada, es útil para hacer (mano de obra), pero inútil para ser (pensar y crear).

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