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Critica De La Razon Instrumental

jesi9212 de Enero de 2015

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[7]PREFACIO DE LA SEGUNDA EDICIÓN ALEMANA

El hecho de percibir —y de aceptar dentro de sí— ideas eternas que sirvieran al hombre corno metas era llamado, desde hacía mucho tiempo, razón.

Hoy, sin embargo, se considera que la tarea, e incluso la verdadera esencia de la razón, consiste en hallar medios para lograr los objetivos propuestos en cada caso. Los objetivos que, una vez alcanzados, no se convierten ellos mismos en medios son considerados como supersticiones. Si bien la obediencia a Dios ha servido siempre como medio para conquistar sus favores, y por otra parte como racionalización de todo tipo de dominio, de expediciones conquistadoras y de terrorismo, los iluministas, tanto teístas como ateístas, interpretaron los Mandamientos, a partir de Hobbes, corno principios morales socialmente útiles, destinados a fomentar una vida en lo posible libre de tensiones, un trato pacífico entre iguales, y el respeto del orden existente. Liberada de connotaciones teológicas, la sentencia “sé razonable” equivale a decir: observa las reglas, sin las cuales no pueden vivir ni el individuo ni el todo, no pienses sólo en cosas del momento. La razón se realiza a sí misma cuando niega su propia condición absoluta —razón con un sentido enfático— y se considera como mero instrumento. No es que no existan intentos serios de avalar teóricamente la afirmación de la verdad racional. A partir de Descartes grandes corrientes de la Nueva Filosofía aspiraron a una componenda entre teología y ciencia. “La facultad de ideas intelectuales (la razón)” desempeñaba el papel [8] de mediadora. “Lo divino de nuestra alma consiste en su capacidad para concebir ideas”, leemos en los escritos póstumos de Kant. Semejante fe en la ratio autónoma fue denunciada por Nietzsche como síntoma de atraso, pues “según instintos valorativos alemanes Locke y Hume eran de por sí... demasiado lúcidos, demasiado claros” Kant fue para él, un “demorador”. “La razón no es más que un instrumento y Descartes fue superficial.” Como en el caso de otros fenómenos culturales atacados por la decadencia, el siglo XX repitió el proceso histórico. En 1900, año de la muerte de Nietzsche, aparecen las Logische Untersuchungen (Investigaciones lógicas), de Husserl, con el propósito de fundamentar una vez más, con rigor científico, la percepción del ente espiritual, la contemplación de lo esencial. Si bien Husserl se ocupó principalmente de las categorías lógicas, Max Scheler y otros extendieron su teoría para que abarcase estructuras morales» Desde sus comienzos, este esfuerzo lleva el signo de lo restaurativo. La autodisolución de la razón en cuanto substancia espiritual obedece a una necesidad interior. La teoría debe hoy reflejar y expresar el proceso, la tendencia socialmente condicionada hacia el neo-positivismo, hacia la instrumentalización del pensamiento, como asimismo los vanos intentos de salvación.

Respondiendo a los deseos de publicar mis escritos en su totalidad me he decidido a seleccionar, por lo pronto, los trabajos que realicé desde mediados de la década del cuarenta. Surgieron al margen de mi actividad práctica, de la organización de los Studies in Prejudice, de la administración académica, de la reconstrucción del instituto de Investigación Social, de los esfuerzos en pro de la reforma educacional. Me doy cuenta, ciertamente de que tales deseos se refieren a aquel período en que [9] surgió la teoría crítica, ante todo los ensayos publicados en la revista que yo dirigía, editada por Alcan en París, como asimismo los estudios inéditos y, no por último, la Dialektik der Aufklärung (Dialéctica del Iluminismo*), agotada desde hace mucho tiempo y de la que es coautor mi amigo Adorno. Con el fin del nacionalsocialismo —así creía yo entonces— amanecería en los países progresistas un nuevo día, ya sea mediante reformas o por una revolución, y comenzaría la verdadera historia de la humanidad. Junto con los fundadores del “socialismo científico” había creído que necesariamente se extenderían por el mundo los logros culturales de la época burguesa, el libre despliegue de las fuerzas, la productividad intelectual, sin llevar ya el estigma de la violencia y la explotación.

Sin embargo, lo que he experimentado desde aquellos tiempos no dejó de afectar a mi pensamiento. Sin duda alguna, los Estados que se llaman comunistas y se sirven de las mismas categorías marxistas a las que tanto debe mi esfuerzo teórico, no se encuentran hoy día más próximos al advenimiento de aquel nuevo día que los países en los cuales por el momento no se ha extinguido todavía la libertad del individuo. En tal situación han de publicarse ahora, junto con algunos otros ensayos, por lo pronto las reflexiones sobre la razón. Inmanentes también en tos estudios anteriores, estas reflexiones pueden servir hoy de base a la duda —de máxima gravitación teórica— respecto al punto hasta el cual el reino de la libertad, una vez realizado, no ha de transformarse necesariamente en su contrario, en la automatización de la sociedad y de la conducta humana.

MAX HORKHEIMER

Mayo 1967

[11] PREFACIO DE LA PRIMERA EDICIÓN ALEMANA

Las consideraciones siguientes se proponen establecer un nexo entre la situación actual del pensar filosófico y la oscura perspectiva que presenta el futuro real.

Los problemas económicos y sociales de nuestro tiempo han sido exhaustivamente tratados por investigadores científicos competentes. El presente ensayo toma por otro camino. Nuestro objetivo aquí es investigar la noción de racionalidad que sirve de base a la cultura industrial actual.

En estos momentos —mientras escribo estas reflexiones— los pueblos de las naciones democráticas se enfrentan con el problema de cómo completar su victoria bélica.* Se ven ante la necesidad de elaborar y de llevar a la práctica los principios de humanidad en cuyo nombre se hicieron los sacrificios de la guerra. Las actuales posibilidades de perfeccionamiento social superan las esperanzas de todos los filósofos y estadistas que alguna vez esbozaron, en programas utópicos, la idea de una sociedad verdaderamente humana. Y, sin embargo, predomina un sentimiento general de angustia y desilusión. Las esperanzas de la humanidad parecen hallarse hoy más alejadas de su cumplimiento que aun en las épocas de tanteos muy inseguros todavía, es decir, cuando eran expresadas por primera vez por los humanistas. Nítidamente parecen retroceder —sin desmedro de la ampliación de los horizontes de actuación y pensamiento debida al saber técnico— la autonomía del sujeto individual, su posibilidad de resistirse al creciente aparato para el ma- [12] nejo de las masas, el poder de su fantasía, su juicio independiente. El avance progresivo de los medios técnicos se ve acompañado por un proceso de deshumanización. El progreso amenaza con aniquilar el fin que debe cumplir la idea del hombre. El que este estado sea una fase necesaria de la ascensión general de la sociedad, como conjunto, o que conduzca a una victoriosa resurrección de esa nueva barbarie recientemente derrotada en los campos de batalla, depende, cuando menos en parte, de la capacidad teórica de interpretar las profundas mutaciones que tienen lugar en la conciencia pública y en la naturaleza humana.

Las páginas que siguen representan un esfuerzo destinado a arrojar alguna luz sobre las implicaciones filosóficas de tales cambios. En ese sentido pareció necesario examinar algunas de las tendencias de pensamiento dominantes, como si se tratara de refracciones de determinados aspectos de la civilización. El autor no intenta en modo alguno proponer un programa de acción. Por el contrario, piensa que la propensión moderna a traducir todo pensamiento en acción o en una activa abstinencia de la acción constituye uno de los síntomas de la crisis cultural contemporánea. Vale decir la acción por la acción no es de ningún modo superior al pensar por el pensar, sino que éste más bien la supera. Tal como se la entiende y practica en el ámbito de nuestra civilización, la racionalización progresiva tiende a aniquilar precisamente aquella substancia de la razón cuyo nombre se invoca en favor del progreso.

El texto se basa en apuntes tomados durante disertaciones públicas, pronunciadas en la primavera de 1944 en la Columbia University. La exposición refleja, más que una organización precisa del material, la evolución original de las ciases. Su propósito es el de esbozar algunos aspectos de la vasta teoría filosófica que el autor desarrolló durante los últimos años de la guerra junto con Theodor W. Adorno. Sería difícil determinar cuáles de los pensamientos se debieron a él y cuáles a mí; nuestra filosofía es una sola.

[13] Finalmente he de dejar constancia aquí, como reconocimiento perdurable que todo mi trabajo habría sido inconcebible sin la seguridad material y la solidaridad espiritual que encontré durante los últimos dos decenios en el Instituto de Investigación Social.

MAX HORKHEIMER

Institute of Social Research

(Columbia University).

Marzo de 1946

[15]

I

MEDIOS Y FINES

Cuando se pide al hombre común que explique qué significa el concepto razón, reacciona casi siempre con vacilación y embarazo. Sería falso interpretar esto como índice de una sabiduría demasiado profunda o de un pensamiento demasiado abstruso como para expresarlo con palabras. Lo que ello revela en realidad es la sensación de que ahí no hay nada que explorar, que la noción de la razón se explica por sí misma, que la pregunta es de por sí superflua.

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