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Boecio en el libro De Duab Natur


Enviado por   •  29 de Marzo de 2014  •  Exámen  •  1.189 Palabras (5 Páginas)  •  320 Visitas

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Boecio en el libro De Duab Natur:

“Parece que el nombre de persona tiene su origen en aquellas personas que, en las comedias y tragedias, representaban a alguien. Pues persona viene de personar, ya que en algo hueco el sonido necesariamente es mayor. Pues bien, estas personas los griegos las llamaban prosopa, que son las máscaras que se ponían delante de la cara y de los ojos tapando el rostro. Pero esto no le corresponde a lo divino, a no ser, quizá, como metáfora. Luego el nombre persona no se da a Dios más que metafóricamente”.

Muchas veces lo situacional de una charla de café; lo circunstancial de la reunión con los amigos; lo peripatético de la conversación de pasillo; la superficialidad de un chat o la síntesis de un mensaje o llamada telefónica nos muestra la generalidad doméstica del uso del lenguaje. Esto nos mantiene al margen de enfocar, de reparar en el mismo medio, hacer la pausa y disentir en el solipsismo sobre la propia acción que habilita al ser humano para compartir su pensamiento y fundirlo con los demás, relacionando el arte, la ciencia, la cultura, la sociedad.

Dentro de los Diálogos Platónicos considerados como de transición o de lucha contra la sofística (superados los temas de juventud, los cuales apenas sobrepasan el punto de vista socrático) se encuentra el Cratilo, en el cual Platón aborda el tema del lenguaje y la comunicación entre los hombres. Así, se desarrollan diferentes problemáticas tales como: ¿Cuál es la naturaleza del lenguaje?, ¿no es el lenguaje algo convencional y, por ello, sujeto a eventuales cambios?, ¿es algo conforme a la naturaleza del hombre, por tanto algo invariable en su esencia?

Al repensar la problemática anterior, el asentimiento se inclina irremediablemente hacia la actualidad que poseen estas cuestiones. La disyuntiva que plantea Cratilo a Hermógenes es que cada cosa tiene un nombre que le es naturalmente propio y ante esta posición el último no puede creer que los nombres posean otra propiedad que la que deben a la convención y consentimiento de los hombres.

Aquí uno de los personajes sostiene una teoría naturalista del lenguaje, en cambio el otro (Hermógenes) defiende una teoría artificialista del mismo (Beuchot, Mauricio, La Semiótica, FCE, 2004).

En la edad media Santo Tomas de Aquino, examinando los nombres de Dios, deja implícitas varias líneas para iluminar esta cuestión (Suma teológica, Primera parte, q.13 a. 1-12) y analiza diferentes propiedades que puede expresar un nombre: sustancial, metafórica, univocidad, equivocidad o analogía, que exprese naturaleza u operación, afirmativas o negativas. Sin embargo, no discurre sobre la naturaleza del nombre mismo (los nombres primitivos).

Así, a través de esta situación, Sócrates discurre (mayeúticamente) sobre la cuestión de cómo el discurso que dice las cosas como son, es verdadero; y el que dice como no son, es falso, confrontando la idea sofística de Protágoras de que el hombre es la medida de todas las cosas y anteponiendo una esencia estable y permanente en las cosas. De esta manera, la forma precisa de nombrar las cosas será aquella que convenga a su naturaleza y no según nuestro capricho.

Ante tal cuestión, Jaime Nubiola (Nubiola/Conesa, Filosofía del lenguaje, Herder, 1999) sintetiza elocuentemente el pensamiento aristotélico-tomista en este punto: “El núcleo intuitivo de la noción de verdad se encuentra en la idea de adecuación entre la cosa y el entendimiento, en la noción de ajuste o conmensuración entre lo que es y lo que decimos”.

Continuando con el diálogo platónico, Hermógenes concluye asintiendo con Cratilo que hay nombres

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