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Budismo Zen Y Pato Donald- AJ


Enviado por   •  9 de Agosto de 2013  •  2.030 Palabras (9 Páginas)  •  488 Visitas

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El pato Donald y el budismo zen

A veces, leyendo distraídamente un libro, somos sorprendidos por

unas líneas que nos sumergen en una especie de benéfico terror.

Parece se que sólo podemos comprender lo que ya conocemos...

Gurdjieff dijo que las ideas necesitaban tiempo para ser

comprendidas. La conciencia las guarda como un estómago de

rumiante y poco a poco las va digiriendo hasta que las nuevas

concepciones penetran el total del individuo. Pero, también, a veces,

nos meten un “gol psicológico”. Algo nuevo irrumpe bruscamente en

nuestro ser saltando toda clase de defensas. Y como toda nueva idea

asimilada produce necesariamente un cambio, (“Cambio” igual a

“muerte”) por inercia, nos aterramos.

Estos últimos días sentí ese terror de comprensión dos veces. La

primera, leyendo “Toutankhamon”, de Cristiane Desroches-

Noblecourt, (Hachette). La autora, después de dedicar todo un

capítulo a desmitificar las leyendas de “venganzas de faraones” que

periodistas venales inventaron, termina reconociendo que sólo dos

acontecimientos podrían merecer el nombre de “sobrenaturales”. El

primero se refiere al apagón que sumió en la oscuridad a todo El

Cairo en el mismo instante en que murió Lord Carnavon, el mecenas

que protegió al descubridor de la tumba de Tutankamón. Una

encuesta llevada a cabo no pudo explicar esta extraña pana de

corriente. (La palabra “casualidad” afloró a mi mente. Un hecho

fortuito y poéticamente bello, eso es todo, me dije. Pero el segundo

hecho me erizó los cabellos). “En Inglaterra, en el momento exacto

de la muerte de Lord Carnavon, tomando en cuenta la diferencia de

horarios, el perro favorito de éste se puso a aullar sin que nadie

pudiera callarlo, hasta que cayó muerto”. Los acontecimientos son

reales. Cualquier persona puede verificarlos consultando el libro que

mencioné. Si la mente de un perro tiene el poder de viajar de

Inglaterra a Egipto y enterarse de la muerte de su amo, ¿qué no

podrá el cerebro humano? ¿He empleado bien la palabra “cerebro”?

Responder a mi última pregunta implica relatar cómo sentí el “Terror

benéfico” por segunda vez:

Estos últimos días mis lecturas se han concentrado en el libro “Woumen-

kouan” (48 koans clásicos del Budismo Zen) y en una selección

del Pato Donald. La historieta del “Pato Bombero” corresponde

exactamente al mensaje de los koans 42 y 44.

Comencemos por el Pato Donald. He aquí el resumen del cuento: el

jefe de los bomberos invita al Pato Donald a formar parte del cuerpo

de voluntarios. Se lo cuenta a sus sobrinitos. Estos también quieren

participar, pero su tío, considerándolos unos bobos, los obliga a

quedarse en casa. Le dan un equipo con la condición de que al

escuchar la alarma salga inmediatamente con él hacia el incendio. Si

llega puntualmente recibirá una medalla de cobre. El pato,

orgullosamente, vacía un cofre diciendo que le servirá para guardar

las medallas que va a ganar. Esa noche suena la bocina pero el pato

no se despierta. Sus sobrinos lo sacan del sueño. El pato se lanza

hacia el incendio olvidando el casco, luego el hacha, luego los

pantalones. Cuando logra equiparse ya es tarde. La casa que quería

apagar es un montón de escombros y los bomberos ya se han

marchado. Al día siguiente lo llama el jefe y le da un puesto menos

importante. Le han quitado el hacha y en su lugar le encargan un

pequeño extintor. En la noche vuelve a sonar la alarma y el Pato

vuelve a quedarse dormido. Lo despiertan sus sobrinos. Esta vez se

viste con mucho cuidado pero en su apresuramiento, en lugar de

tomar el extintor, agarra una bomba de insecticida. Al tratar de

apagar el fuego hace que éste se extienda más. Al otro día el jefe lo

rebaja aún de categoría. Ahora apagará el fuego con un costal. Sus

sobrinos para ayudarlo deciden organizar en la calle un pequeño

incendio para que el tío no se sienta tan deprimido y trabaje. El Pato,

mientras tanto, encuentra un paquete de cohetes y los guarda en un

bolsillo por estimarlos peligrosos. “Tío, ¡hay un incendio en la calle,

debes tomar tu costal y salvar la ciudad!”. El Pato apaga la pequeña

fogata pero se le incendia la chaqueta. Corre a su casa. Estallan los

cohetes. El salón comienza a incendiarse. Los niños traen una

manguera y apagan el fuego. Llega el Jefe de Bomberos y los admite

en la compañía. Esa noche al sonar la alarma, los niños se despiertan

y

...

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