CUESTIONES DIVERSAS A SIMPLICIANO
werovalencia17 de Junio de 2015
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CUESTIONES DIVERSAS A SIMPLICIANO
Traductor: P. Victorino Capánaga, OAR
Revisión: P. Javier Ruiz Pascual, OAR
LIBRO I
Dos cuestiones sobre la Epístola a los Romanos
PREFACIO
Has hecho llegar hasta mí, ¡oh padre mío Simpliciano!, el envío agradabilísimo y delicadísimo de tu cuestionario; y si no procurara satisfacerte, no sólo sería desobediente, sino también ingrato. Ya he discutido y publicado algo sobre las dificultades que me has propuesto de algunos pasajes del apóstol San Pablo. Mas, poco satisfecho de mi primera investigación y comentario, y a fin de evitar descuidos y omisiones, he vuelto a someter a un examen más diligente y serio las mismas palabras y razonamientos del Apóstol. Si su interpretación fuera obvia y fácil, no las creerías tú dignas de nueva discusión.
CUESTIÓN I
Para qué se dio la ley. La concupiscencia aumentó sus bríos con la ley. Cómo el pecado estaba muerto sin la ley y cómo revivió. Los que usan mal de la ley. Sólo los hombres espirituales la cumplen. Doble sentido de la palabra carnales. La pena del pecado original. Qué se entiende por la ley del pecado, que milita en los miembros. Lugares donde parece que la ley es considerada como mala. La ley es buena. Error de los maniqueos sobre la ley antigua. Se explican los pasajes que parecen desfavorables a la ley.
1. La primera cuestión cuyo esclarecimiento me pides comprende desde las palabras: ¿Qué diremos, pues? ¿Es pecado la ley? De ningún modo, hasta donde dice: La ley es un bien para mí, si la quiero, y lo que sigue hasta las palabras: Desventurado de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por nuestro Señor Jesucristo 1.
Me parece a mí que en este pasaje asumió el Apóstol en sí la representación del hombre, puesto bajo la ley, apropiándose su lenguaje. Y como un poco más arriba había dicho: Hemos sido desligados de la ley de muerte, a que estábamos sujetos, de manera que sirvamos en espíritu nuevo, no en la letra vieja 2; y estas palabras podían tomarse por un reproche dirigido a la ley, añadió al punto: ¿Qué diremos entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡No, por Dios! Pero yo no conocí el pecado sino por la ley. Yo no conocería la codicia si la ley no dijera: No codiciarás 3.
2. Aquí se insiste de nuevo: Aunque la ley no sea pecado, pero sí un estimulante del mismo, sin embargo, aparece malparada con estas palabras.
Hay que advertir, desde luego, que la ley no fue dada para provocar a pecado ni para extirparlo, sino sólo para darlo a conocer, para que el alma humana, que se creía segura en su inocencia, palpase la evidencia del mal, y, no pudiendo vencerlo más que con el favor de Dios, con el escozor mismo de su culpabilidad se moviese a pedir la gracia. Y así no dice: Yo no cometí el pecado más que por la ley, sino: No conocí el pecado sino por la ley 4 Ni repite insistiendo: Yo no hubiera codiciado si la ley no dijera: No codiciarás, sino dice: No conocía la concupiscencia si la ley no dijese: No desearás 5. De donde resulta que la ley no ha impreso en el hombre la concupiscencia, sino la ha dado a conocer.
3. Y como todavía, sin haber recibido la gracia, no se podía resistir a los deseos de la concupiscencia, era natural que ella tomase nuevos bríos, pues la concupiscencia adquiere más vigor cuando se le añade el delito de la prevaricación y se obra contra la ley que cuando no hay ninguna ley prohibitiva. Conforme a esto, añade: Mas con ocasión del precepto, obró en mí el pecado toda concupiscencia 6. Ésta existía antes de la ley, pero no desplegaba toda su fuerza, porque faltaba aún el delito de la resistencia formal. Por lo cual dice en otro lugar: Pues donde falta la ley, tampoco hay prevaricación 7
4. Y lo que añade: Porque sin la ley el pecado está muerto 8, es como si dijese: el pecado está oculto, aparece como muerto. En seguida volverá sobre este punto: Y yo viví algún tiempo sin ley 9, quiere decir: no me acosaba ningún temor de la muerte, causada por los pecados. Porque no aparecía cuando faltaba la ley, sobreviniendo el mandato, revivió 10, esto es, apareció, el pecado. Y yo quedé muerto, esto es, conocí que estaba condenado a muerte, sabiendo que la culpa de la transgresión está ciertamente amenazada con el suplicio de la muerte.
Con las palabras: Sobreviniendo el pecado, revivió la muerte 11, dio bien a entender que alguna vez el pecado había vivido en este mundo; esto es, que fue conocido, según creo, en la prevaricación del primer hombre, que también había recibido un precepto. Pues en otro lugar dice: La mujer, seducida, incurrió en la transgresión 12. Y otro pasaje reza así: Por una prevaricación semejante a la de Adán, que es el tipo del que ha de venir 13. Pues sólo puede revivir lo que vivió alguna vez. Pero el pecado estaba muerto, es decir, oculto, cuando los hombres, nacidos para morir, vivían sin ley, siguiendo los caprichos de la carne, sin luz de conocimiento, pues no había ninguna prohibición.
Luego yo, dice, vivía sin ley alguna vez 14. No habla aquí, evidentemente, en nombre propio, sino de un modo general en la persona del hombre viejo.
Sobreviniendo el precepto, revivió el pecado. Pero yo estaba muerto y hallé que el precepto que fue dado para la vida sirvió para morir 15. Si se obedece al mandato, la ley es vida; mas se descubrió que el precepto fue dado para la muerte, pues, al obrar contra él, no sólo se comete el pecado -cosa que se había hecho aun antes de darse la ley-, sino se peca con más malicia y perversidad, porque se peca y se prevarica a ciencia y conciencia.
5. El pecado, continúa el Apóstol, con ocasión del mandato, me sedujo y por él me dio muerte 16. El pecado, abusando de la ley y creciendo con la prohibición del deseo, se hizo más agradable, y por eso me engañó. Pues es una dulzura engañosa la que va seguida de muchas y mayores amarguras de penas.
El pecado fascina con una falsa dulzura, pues a los hombres que todavía no han recibido la gracia espiritual les atrae más fuertemente lo prohibido; y cuando se le añade la transgresión, produce la muerte.
6. De suerte que la ley es santa, y el precepto, santo y justo y bueno 17. Porque manda lo bueno y prohíbe lo malo. ¿Luego lo bueno ha sido causa de muerte para mí? De ningún modo 18. El mal está en el que abusa, no en el mandato, que es bueno. La ley es buena si se usa bien de ella 19. Y abusa de la ley el que no se somete a Dios con piadosa humildad para poder cumplirla por medio de la gracia. Luego para este fin recibe la ley el que usa legítimamente de ella, para que su pecado, que estaba oculto antes de la prohibición, comience a manifestarse por la prevaricación. Y esto con particular evidencia, pues ya no es simplemente pecado, sino formal resistencia a la voluntad de Dios.
El Apóstol continúa y dice: Pero el pecado, para mostrar su malicia, por algo que es bueno me acarreó la muerte, haciéndose sobremanera pecaminoso el pecador o el pecado 20 Así explica lo que había dicho antes: Pues sin la ley está muerto el pecado 21, no porque no existía, sino porque no aparecía. Y se trasluce el sentido de lo que dijo: El pecado revivió 22, no para ser lo que era antes de la ley, sino para que se viese que iba contra la ley; pues en este lugar dice: El pecado, para mostrar su maldad, por medio de una cosa buena me acarreó a mí la muerte 23. No dice para que haya pecado, sino para que se manifieste.
7. A continuación añade la razón de lo dicho: Sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal 24 Da bien a entender aquí que la ley sólo pueden cumplirla los que son espirituales, los cuales lo son por la gracia.
En efecto, el hombre, cuanto más se asemeja a la ley espiritual, esto es, cuanto más puros y levantados son sus afectos, tanto mejor la cumple, pues tanto más se complace en ella y ya no le oprime su carga, antes bien se fortalece con su luz, porque el precepto del Señor es luminoso y esclarece los ojos 25; la ley del Señor es inmaculada y convierte a las almas 26; y la gracia perdona los pecados e infunde el espíritu de caridad, por la que la práctica de la justicia resulta no ya penosa, sino agradable.
Indicó también el Apóstol en qué sentido dice de sí mismo: Pero yo soy carnal 27 Porque en cierto modo se llaman también carnales los que están ya en gracia, redimidos con la sangre de Cristo y renacidos a la vida de la fe, de los cuales dice el mismo San Pablo: Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales. Como a niños en Cristo os di a beber leche, no comida 28.
Con estas expresiones da a entender que ya habían renacido por la gracia, que eran párvulos en Cristo y había que alimentarlos con leche, y, con todo, los llama todavía carnales. Mas el que todavía no está bajo el imperio de la gracia, sino bajo la ley, es carnal en cuanto no ha sido redimido del pecado, sino está vendido bajo él 29, porque busca como precio de un deleite mortal una dulzura que le engaña y le hace complacerse en la infracción de la ley, que le es tanto más agradable cuanto más prohibida se halla.
Y él no puede aceptar esta dulzura como recompensa conveniente a su condición nativa, si no se ve forzado a someterse, como un esclavo vendido, a la tiranía de las pasiones. Porque, a pesar de la prohibición que tiene, se siente esclavizado por el dominio de la codicia, y reconociendo cuán justamente le está velado, sin embargo lo hace.
8.
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