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Concepto De Ilustracion

carlaa1224 de Agosto de 2014

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CONCEPTO * DE ILUSTRACION

La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo

progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los

hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente

ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad. El

programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo. Pretendía

disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la ciencia.

Bacon, «el padre de la filosofía experimental» recoge ya los diversos

motivos. Él desprecia a los partidarios de la tradición, que «primero

creen que otros saben lo que ellos no saben; y después, que ellos mismos

saben lo que no saben. Sin embargo, la credulidad, la aversión

frente a la duda, la precipitación en las respuestas, la pedantería cultural,

el temor a contradecir, la falta de objetividad, la indolencia en

las propias investigaciones, el fetichismo verbal, el quedarse en conocimientos

parciales: todas estas actitudes y otras semejantes han impedido

el feliz matrimonio del entendimiento humano con la naturaleza

de las cosas y, en su lugar, lo han ligado a conceptos vanos y

experimentos sin plan. Es fácil imaginar los frutos y la descendencia de

una relación tan gloriosa. La imprenta, una invención tosca; el cañón,

una que estaba ya en el aire; la brújula, en cierto modo ya conocida

antes: ¡qué cambios no han originado estos tres inventos, uno en el

ámbito de la ciencia, otro en el de la guerra, y el tercero en el de la

economía, el comercio y la navegación! Y nos hemos tropezado y

encontrado con ellos, repito, sólo de casualidad. Por tanto, la supe-

* «concepto»/1944: «Dialéctica».

1. Voltaire, Lettres philosophiques, XII, en Oeuvres completes, Garnier, París, 1879, vol.

XXII, 118 (trad. cast. Cartas filosóficas, Alianza, Madrid, 1988, 87).

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rioridad del hombre reside en el saber: de ello no cabe la menor duda.

En él se conservan muchas cosas que los reyes con todos sus tesoros

no pueden comprar, sobre las cuales no rige su autoridad, de las cuales

sus espías y delatores no recaban ninguna noticia y hacia cuyas tierras

de origen sus navegantes y descubridores no pueden enderezar el

curso. Hoy dominamos la naturaleza en nuestra mera opinión, mientras

estamos sometidos a su necesidad; pero si nos dejásemos guiar por

ella en la invención, entonces podríamos ser sus amos en la práctica»2.

Aunque ajeno a la matemática, Bacon ha captado bien el modo de

pensar de la ciencia que vino tras él. La unión feliz que tiene en

mente entre el entendimiento humano y la naturaleza de las cosas es

patriarcal: el intelecto que vence a la superstición debe dominar sobre

la naturaleza desencantada. El saber, que es poder, no conoce límites,

ni en la esclavización * de las criaturas ni en la condescendencia para

con los señores del mundo. Del mismo modo que se halla a disposición

de los objetivos de la economía burguesa, en la fábrica y en el

campo de batalla, así está también a disposición de los emprendedores,

sin distinción de origen. Los reyes no disponen de la técnica más

directamente que los comerciantes: ella es tan democrática como el

sistema económico * * con el que se desarrolla. La técnica es la esencia

de tal saber. Éste no aspira a conceptos e imágenes, tampoco a la felicidad

del conocimiento, sino al método, a la explotación del trabajo

de los otros ***, al capital. Las múltiples cosas que según Bacon todavía

reserva son, a su vez, sólo instrumentos: la radio, como imprenta

sublimada; el avión de caza, como artillería más eficaz; el telemando,

como la brújula más segura. Lo que los hombres quieren

aprender de la naturaleza es servirse de ella para dominarla por completo,

a ella y a los hombres. Ninguna otra cosa cuenta. Sin consideración

para consigo misma, la Ilustración ha consumido hasta el último

resto de su propia autoconciencia. Sólo el pensamiento que se

hace violencia a sí mismo es lo suficientemente duro para quebrar los

mitos. Frente al triunfo actual del sentido de los hechos, incluso el

credo nominalista de Bacon resultaría sospechoso de metafísica y caería

bajo el veredicto de vanidad que él mismo dictó sobre la escolástica.

Poder y conocimiento son sinónimos3. La estéril felicidad del co-

2. F. Bacon, In Praise of Knowledge. Miscellaneous Tracts Upon Human Philosophy, en The

Works of Fancis Bacon, Ed. Basil Montagu, London, 1825, vol. I, 254 s.

* «esclavización»/1944: «explotación».

** «sistema económico»/1944: «el capitalismo».

*** «explotación... otros»/1944: «disposición sobre el trabajo ajeno».

3. Cf. F. Bacon, Novum Organum, en o. c.. vol. XTV, 31 (trad. cast., Novum Organunt. Aforismos

sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre, Orbis, Barcelona, 1985, 27).

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nocimiento es lasciva para Bacon tanto como para Lutero. Lo que importa

no es aquella satisfacción que los hombres llaman verdad, sino

la operación, el procedimiento eficaz. «El verdadero fin y la función

de la ciencia» residen no «en discursos plausibles, divertidos, memorables o llenos de efecto, el obrar y trabajar, y en el descubrimiento de datos hasta ahora

desconocidos para un mejor equipamiento y ayuda en la vida»4. No

debe existir ningún misterio, pero tampoco el deseo de su revelación.

EI desencantamiento del mundo es la liquidación del animismo. Jenofanes

ridiculiza la multiplicidad de los dioses porque se asemejan a

los hombres, sus creadores, con todos sus accidentes y defectos, y la

lógica más reciente denuncia las palabras acuñadas del lenguaje como

falsas monedas que deberían ser sustituidas por fichas neutrales. El

inundo se convierte en caos y la síntesis en salvación. Ninguna diferencia

debe haber entre el animal totémico, los sueños del visionario *

y la idea absoluta. En el camino hacia la ciencia moderna los hombres

renuncian al sentido. Sustituyen el concepto por la fórmula, la causa

por la regla y la probabilidad. La causa ha sido sólo el último concepto

filosófico con el que se ha medido la crítica científica, en cierto

modo porque era la única de las viejas ideas que se le enfrentaba, la

secularización más tardía del principio creador. Definir oportunamente

sustancia y cualidad, actividad y pasión, ser y existencia, ha

side desde Bacon un objetivo de la filosofía; pero la ciencia pasaba ya

sin estas categorías. Habían sobrevivido como idola tbeatri de la vieja

metafísica, y ya en tiempos de ésta eran monumentos de entidades y

poderes de la prehistoria, cuya vida y muerte habían sido interpretadas

y entretejidas en los mitos. Las categorías mediante las cuales la filosofía

occidental definía el orden eterno de la naturaleza indicaban los

lugares anteriormente ocupados por Ocno y Perséfone, Ariadna y

Nereo. Las cosmologías presocráticas fijan el momento del tránsito.

Lo húmedo, lo informe, el aire, el fuego, que aparecen en ellas como

materia prima de la naturaleza, son precipitados apenas racionalizados

de la concepción mítica. Del mismo modo que las imágenes de la generación

a partir del río y de la tierra, que desde el Nilo llegaron a los

griegos, se convirtieron allí en principios hilozoicos, es decir, en elementos,

así la exuberante ambigüedad de los demonios míticos se

espiritualizó enteramente en la pura forma de las entidades ontológi-

4. F. Bacon, Valerias Terminus, of the Interpretation of nature, en o. c., vol. I, 281.

* (Alusión a la polémica de Kant con Swedenborg: «Tráume eines Geistersehers, erláutert

durch Tráume der Metaphysik» [1766], en Werke, ed. W. Weischedel, vol. I, Darmstadt, 1963; trad.

cast, Los sueños de un visionario explicados por los sueños de la metafísica, Alianza, Madrid, 1987).

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cas. Mediante las Ideas de Platón, finalmente, también los dioses patriarcales

del Olimpo fueron absorbidos por el logos filosófico. Pero la

Ilustración reconoció en la herencia platónica y aristotélica de la metafísica

a los antiguos poderes y persiguió como superstición la pretensión

de verdad de los universales. En la autoridad de los conceptos

universales cree aún descubrir el miedo a los demonios, con cuyas

imágenes los hombres trataban de influir sobre la naturaleza en el ritual

mágico. A partir de ahora la materia debe ser dominada por fin

sin la ilusión de fuerzas superiores o inmanentes, de cualidades ocultas.

Lo que no se doblega al criterio del cálculo y la utilidad es sospechoso

para la Ilustración. Y cuando ésta puede desarrollarse sin perturbaciones

de coacción externa, entonces no existe ya contención

alguna. Sus propias ideas de los derechos humanos corren en ese caso

la misma suerte que los viejos

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