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EL CEMENTERIO: LA ESTÉTICA DE LA MUERTE


Enviado por   •  5 de Marzo de 2019  •  Trabajos  •  1.499 Palabras (6 Páginas)  •  126 Visitas

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EL CEMENTERIO: LA ESTÉTICA DE LA MUERTE

ARTE ESTÉTICA Y EDUCACIÓN

NOMBRE

JUAN PABLO CEBALLOS MARTÍNEZ

DOCENTE

CARLOS HUMBERTO ARREDONDO MARÍN  

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA-SECCIONAL ORIENTE

LIC. EN LENGUA CASTELLANA

2019

El cementerio: la estética de la muerte.

Introducción:

Durante el siguiente texto se pretende revisar  el espacio del cementerio, presentando a la muerte como un recurso de la cultura  material de la sociedad Rionegrera. La muerte en este sentido sería ante todo una historia de los monumentos, desde allí se trata de comprender ese legado arquitectónico y artístico que demanda un entorno de los despojos humanos.

Palabras claves: Cementerio, muerte, estética, bóveda símbolo, arte, difunto, decoración.

“El  cementerio de Rionegro está construido en una  histórica colina desde 1828, campo santo que presta servicios desde mediados del siglo XIX”. Gómez, 2015.  Estatuas o figuras en cemento, de color blanco como el Ángel del Silencio, el corazón de Jesús y Cristo Resucitado adornan como vigías parados al lado de columnas y regados por toda la arquitectura.

Para la percepción emotiva del hombre, este es un sitio de asimilación del dolor, de recuerdos cargados de sentimientos; a veces de tristeza. Un lugar que muchos no visitan  hasta que ya no son más que una cosa inerte que debe reposar ahí, por muchos años o para siempre, quizás descansando como dicen muchas personas. Para Leopoldo Torres,  “la civilización actual parece no amar a los muertos, los aparta de sí y los aleja por completo en lugares especialmente dispuestos para ello y visitando lo menos posible.”

Antes de la entrada, y al principio del portón, está el corazón del Cementerio Patrimonial, donde hay odas y  poemas a los difuntos personajes ilustres. A las afueras  del cementerio se encuentra el monumento a Pascual Bravo, este monumento fue colocado afuera representando la protección a la cuidad de Rionegro. A unos metros está el mausoleo y monumento del general José María Córdova, que fue donado por el Senado de la República; elaborado en mármol, concreto y cemento blanco, donde reposan los restos del prócer de la independencia de Antioquia. Afuera también está la tumba de Edward Nicholls, quien fue un ingeniero de Inglaterra, como no tenía  ninguna religión y como era un lugar santo no podía estar enterrado dentro del  lugar. Ya en la entrada esta la tumba de los padres de Córdova: Don Crisanto y Doña Pascuala Muñoz. Más adelante se encuentra  el mausoleo al ilustre pensador, escritor, ensayista y periodista Baldomero Sanín Cano. Por último está la tumba de  José María Botero y Villegas quien fue edecán de Bolívar en el ejército libertador y compañero de armas del Gran General José María Córdova.

Desde la puerta en adelante, se evidencia un desfile de  bóvedas algunas de ellas adornadas, con epitafios gravados en mármol o bronce, diferentes tipografía, letras góticas y renacentistas. Algunos dolientes ponen hermosas flores frescas que contrastan la belleza de la vida con la contundencia de la muerte. Puede resultar algo morboso imaginar ese momento donde el delgado hilo de la vida se rompe; un accidente, un asesinato, la enfermedad o el suicidio. Y es más curioso cuando vemos esas fotos incrustadas en las bóvedas o en las tumbas. Un folklórico desfile de montajes de fotos con mensajes de resignación, de amor hacía un padre, una madre o hacia un infante que por su precoz partida deja una vida entera en enigma, lo que pudo ser. Junto a esas fotos están las imágenes de la Virgen del Carmen o el Corazón de Jesús, láminas de santos, peluches, querubines de cerámica, recortes de tarjetas, credenciales, dibujos, cartas, muñecos y juguetes acompañan los despojos humanos, incluso estos objetos cubren las puertas de las casitas de huesos. No es extraño que, por ejemplo, a una persona que le encantaba el fútbol tenga alguna pegatina, dibujo o color de su equipo favorito en su tumba. Es otra de las maneras que se tienen de rendir un homenaje y de recordar a ese ser especial.

Los ramos de flores pueden  simbolizar el recuerdo que todavía perdura o quizás ese recuerdo que se vuelve olvido cuando ya ni el rostro del difunto se dibuja en la mente del doliente. Se ha llegado a la conclusión de que las flores son una forma de “reivindicación” del ser humano después de la muerte.  Existe a su vez otra hipótesis acerca de la utilización de las flores en los cementerios. Se dice que, según un texto bíblico, las flores se asemejan al hombre en el transcurso de su vida. Pueden llegar a florecer pero en algún momento tienen que marchitar y caer a la tierra, dando así paso a nuevas flores.

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