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“EL FUNDAMENTALISMO Y LAS OTRAS MENTES “


Enviado por   •  3 de Julio de 2017  •  Documentos de Investigación  •  826 Palabras (4 Páginas)  •  131 Visitas

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“EL FUNDAMENTALISMO Y LAS OTRAS MENTES “    

El texto expresa las ideas básicas del fundamentalismo y las otras mentes en una idea básica apoyándose en algunas doctrinas filosóficas como es el solipsismo y además nos fundamenta que la epistemología que se centra en el individuo no da un papel relevante al conocimiento que va avanzando al paso de las diferentes generaciones de individuos.

Los estados sensoriales y las creencias básicas se suman a todo este argumento dado para poder sacar la mejor idea del capítulo dado.

 los fundamentalistas epistemológicos tradicionales las

creencias básicas o inmediatas serán necesarias para no caer en

un regreso infinito, en el sentido de que una creencia es probable en

relación a sus creencias-premisas, que a su vez son probables en relación

a otras creencias, de tal manera que si no hay unas premisas

ciertas en sí mismas, es decir, justificadas por sí mismas, que sean

garantía del resto, no habrá nada que esté bien expuesto en el campo del fundamentalismo.

El concepto de las otras mentes se trabaja en forma muy subjetiva ya que no podemos tener una idea clara en la cual se pueda interpretar porque es tan difícil saber que estado sensorial puede llegar a tener otro individuo a eso exactamente es a lo que se refiere el problema de las otras mentes

Encontramos también en dicha lectura otro párrafo que nos hace considerar que no es posible comprender por medio de proposiciones sobre mentes totalmente diferentes a la nuestra y haciendo uso del argumento de la analogía , nos encontremos en alguna situación propia de nuestra vida practica para situarnos como objeto de analogía con la situación que vive otra persona, y que además se crea que por mis experiencias personales, sensoriales y mentales yo pueda saber que siente el otro ,para ponerme en su lugar y basándome únicamente en concebir al otro sujeto de experiencia distinto a mí.

El capítulo también nos habla del solipsismo como una doctrina que puede ayudarnos a explicar porque los fundamentalistas clásicos son bautizados por autores de diferentes teorías que sostienen argumentos en donde nos muestran que parece ser que durante

algún tiempo en el pasado, y hasta no hace mucho, en realidad, el solipsismo fue el punto de vista que todo el mundo aceptaba, pues era evidentemente verdadero. Sin embargo, los filósofos pronto se dieron cuenta de que, si el mundo era contenido de su conciencia, entonces pagar impuestos era producto de su imaginación, de ahí que se percataran de que el solipsismo era una creencia evidentemente falsa. A partir de este momento, son muchos los filósofos que han criticado este erróneo punto de vista. 

El solipsismo a veces es expresado como la visión de que “soy la única mente que existe”, o “mis estados mentales son los únicos estados mentales”. Sin embargo, el único sobreviviente de un holocausto nuclear podría llegar a creer en cualquiera de estas dos proposiciones sin ser por eso solipsista. El solipsismo, por lo tanto, se considera más propiamente como la doctrina en que, en principio, “existencia” significa para mí mi existencia y la de mis estados mentales. La existencia es todo lo que experimento —objetos físicos, otras personas, sucesos y procesos—, cualquier cosa que comúnmente se consideraría como un constituyente del espacio y el tiempo en el que coexisto con otros, y es necesariamente construido por mí como parte del contenido de mi conciencia. El solipsista, no sólo cree que sus pensamientos, experiencias y emociones son, como una cuestión de hecho contingente, los únicos pensamientos, experiencias y emociones; sino que, además, el solipsista no puede asociar ningún significado a la suposición de que pudiera haber pensamientos, experiencias y emociones además de los suyos. En pocas palabras, el verdadero solipsista entiende que la palabra “dolor”, por ejemplo, significa “mi dolor”. No puede, en consecuencia, concebir cómo esta palabra ha de aplicarse en cualquier otro sentido. Sólo sobre este punto coincide Wittgenstein con el exponente del argumento por analogía. Sin embargo, Wittgenstein aquí llama la atención en el hecho de que la asimetría no es una que exista entre el conocimiento supuestamente directo y cierto que tengo de mis propios estados mentales y el, distinto, conocimiento completamente deductivo que, supuestamente, tengo de los estados mentales de otros. Más bien, la asimetría consiste en que la adjudicación de los predicados sicológicos hacia otros requiere de bases justificantes con criterios, mientras que los autorreconocimientos o autoadjudicaciones de tales predicados no tienen criterios. Resulta así que el argumento por analogía parece posible y necesario sólo para los que malentienden la asimetría entre las bases con criterios para la adjudicación de predicados sicológicos en tercera persona y el derecho a no criterios para la autoadjudicación o el autorreconocimiento con una asimetría cognitiva entre conocimiento directo e indirecto de los estados mentales. La visión egocéntrica cartesiana de la mente y de los acontecimientos mentales, la cual genera el fantasma del solipsismo y los intentos de evadirlo por medio del argumento por analogía, tiene sus orígenes en este mismo malentendido.

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