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El Amor ¿dura Tres años? Depende A Cual Nos Referimos: Eros, Filia O Ágape.


Enviado por   •  23 de Agosto de 2012  •  2.476 Palabras (10 Páginas)  •  1.226 Visitas

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El amor ¿dura tres años? Depende a cual nos referimos: Eros, Filia o Ágape.

André Comte-Sponville en su último libro "Le sexe ni la mort" (Ni el sexo ni la muerte), editado por Albin Michel en 2012, escribe, citando a La Rochefoucauld: “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente”. Esto hace por lo menos una diferencia con el sexo: mirarlo fijamente, eso es lo que pocos hombres y mujeres, en nuestros días, se prohíben o temen. ¿Por qué será que, tratándose de sexualidad, se le ocurrió ésta fórmula al autor? Quizá porque lo esencial, aquí también, escapa a la mirada, al mismo tiempo que sigue fascinando. El sexo es un sol; el amor que proviene de él, en su cercanía se calienta o se consume.

De ningún tema se habla como del amor, pero cada quien tiene su propia definición. El amor es un movimiento, una fuerza, una llamada; queda por saber si este movimiento resulta de una carencia o de una alegría. Hay amor en los dos casos, pero no es del mismo tipo. André Comte-Sponville estudia el concepto a partir de tres palabras griegas: EROS (la falta, la carencia, la pasión amorosa), FILIA (que se puede traducir por amistad, pero que es más la alegría de amar, gozar y alegrarse de la existencia del otro) y ÁGAPE (el amor de caridad, el amor por el prójimo).

EROS en griego quiere decir amor. Y el pequeño dios EROS no es el dios del sexo (que es Afrodita), sino el dios del amor pasión, del amor que sentimos cuando nos enamoramos. El amor casi siempre está ligado a un deseo sexual, pero hay que recordar que amor y sexualidad son dos cosas diferentes, y que se puede hacer el amor con alguien sin estar enamorado, y que se puede estar enamorado con quien no se hace el amor. Y precisamente es porque el amor y la sexualidad son dos cosas diferentes, que su encuentro es lo mejor o lo más fuerte que se puede vivir.

André Comte-Sponville piensa con Freud que la sexualidad está en el origen de la pasión; si no hubiera en nosotros esta potencia de desear y de gozar, sin duda no nos enamoraríamos. El amor y la sexualidad son dos cosas diferentes, ligadas en su génesis. Eros es el amor pasión. También es el amor que Platón describe en El Banquete, donde Sócrates define el amor como deseo, y el deseo como falta, carencia. Deseamos y amamos con pasión lo que no tenemos, lo que no somos. Esto explica porque suele fracasar el amor. Si ser feliz es tener lo que se desea, y si el deseo es falta, entonces solo se desea lo que no se tiene, y si no se tiene, nunca se es feliz.

A menudo nos conformamos con esta visión del amor y al mismo tiempo no dejamos de rebatirla en nuestra vida real. Nos enamoramos de una persona, por lo que nos hace terriblemente falta. No soportamos vivir sin ella. Entonces intentamos seducirla. Si fracasamos, la falta sigue y se vuelve sufrimiento. Pero si lo logramos, quizá nos casemos; se instala entonces la convivencia de todos los días, y esta persona nos va a hacer cada vez menos falta. La paradoja y la trampa de la pasión amorosa es que vivimos juntos porque nos amamos, pero desde el momento en que vivimos juntos hay menos y menos falta, y si el amor es deseo, y el deseo es falta, hay cada vez menos falta, cada vez menos deseo, cada vez menos amor; entonces se brinca de Platón a Schopenhauer: “Cuando ya no hay falta, solo queda el hastío”, lo cual corresponde a lo que puede definir una pareja infeliz. Pero Platón no explica por qué hay parejas felices, y es lo que André Comte-Sponville intenta entender: ¿Qué es una pareja feliz?

En el Banquete de Platón se presentan varios discursos, como el de Aristófanes que para Platón solo habla de las ilusiones del amor. Aristófanes afirma que amar es un deseo natural de encontrar su “media naranja” para sentirse completo. Aristófanes refiere un tiempo mítico, cuando los seres humanos eran dobles. No tenían dos brazos y dos piernas, sino cuatro brazos y cuatro piernas, dos caras, y dos sexos. Su audacia los llevó a subir al cielo para derrocar a los dioses; para castigarlos Zeus decidió cortarlos en dos, por la mitad. Desde entonces cada humano se encuentra amputado y busca desesperadamente su otra mitad. Cuando encuentra su mitad y reconstruye con ella la bella unidad original siente regocijo y Aristófanes dice que esta alegría es el amor, que de dos hace uno. Pero según Platón ésta es la ilusión amorosa, mediante la cual buscamos evitar la soledad y la imposibilidad de hacer uno sólo con el otro en una fusión amorosa. Lo que más se acerca a esta fusión es el momento del coito. Pero para que haya un orgasmo simultáneo, debe haber dos orgasmos, y no uno solo. Pero en este momento de fusión la soledad surge de nuevo ya que nunca se sabe lo que experimenta el otro. Así, el amor sexual no pone fin a la separación dado que para hacer el amor hay que ser dos, y no uno.

Sin embargo, escribe André Comte-Sponville, esta ilusión de fusión tiene la vida dura, porque los humanos siguen buscando a su otra mitad para vivir un amor único y definitivo. Si Aristófanes tuviera la razón, solo podríamos amar a una sola persona, ya que cada uno de nosotros solo perdió una mitad. Sin embargo muchas personas aman apasionadamente a varias personas en diversas etapas de su vida, por lo que averiguan en la experiencia, que Aristófanes estaba equivocado; a pesar de esto, la mayoría espera que cada nuevo amor sea el último, porque aspiramos a esta unicidad.

Generalmente le damos razón a Platón; nos enamoramos de la persona que nos hace falta, y debido precisamente a que la extrañamos, empezamos una vida común, que progresivamente va a reducir la falta, y por lo tanto la pasión. En su libro “El amor dura tres años”, Frédéric Beigbeder afirma que el primer año es de pasión, el segundo de ternura y el tercero de aburrimiento. La bioquímica concuerda con él; y los biólogos afirman que así estamos programados, según una teoría neo darwiniana, bastante plausible aunque difícil de comprobar. Para transmitir nuestros genes necesitamos que nuestros bebés sobrevivan. En las muy difíciles condiciones del paleolítico, para que un bebé sobreviviera lo mejor era que sus dos padres lo cuidaran. Por lo que era conveniente que el amor entre el padre y la madre pudiera durar por lo menos algunos años. Y probablemente estamos programados para que más allá de los primeros fuegos de la pasión la pareja se mantenga unida algunos años. Entonces el amor es una ventaja selectiva desde el punto de vista neo darwiniano. Pero si la naturaleza necesita que transmitamos nuestros genes para la sobrevivencia de la especie, no necesita que seamos felices. Por lo que si queremos ser felices en el amor, no podemos confiar en los genes. La naturaleza no se ocupa de la felicidad, esto le toca a la cultura, o sea nos toca a nosotros.

André Comte-Sponville

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