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El conocimiento y análisis de la realidad

rosannyromeroTesina1 de Noviembre de 2012

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La verdad

El significado de la palabra verdad abarca desde la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana en general, hasta el acuerdo de los conocimientos con las cosas que se afirman como realidades: los hechos o la cosa en particular;1 así como la relación de los hechos o las cosas en su totalidad en la constitución del TODO, el Universo.

El Conocimiento de la Realidad:

Siempre que abordamos el diseño de una estrategia de desarrollo nos enfrentamos a la realidad, que ya per se es particularmente densa y compleja, en el caso de las situaciones de subdesarrollo aún lo es más. Por ello, el conocimiento de la realidad, su desglose, deconstrucción y su diagnosis pormenorizada y rigurosa de la misma, constituye en muchas ocasiones el principal obstáculo de los proyectos de desarrollo y de la escasa eficiencia de la que normalmente se acusa a la cooperación al desarrollo.

Para evitarlo, el diseño de una estrategia de desarrollo adecuada implica una investigación previa y un análisis pormenorizado de nuestra realidad, que sirva de base para la determinación de la problemática existente, punto de partida de las acciones de desarrollo. La realidad no es estática, sino que está en constante transformación, es un entorno mutante, un perpetuum mobile, siendo la población el agente fundamental de cambio; si bien las acciones de la población obedecen tanto a sus necesidades como a sus tradiciones creencias y valores, factor inmaterial tradicionalmente poco tomado en consideración por la gran mayoría de los proyectos de desarrollo pero decisivo si pretendemos girar nuestra realidad hacia la situación deseada.

Por ello, un análisis mínimo y consistente de la realidad implica la combinación de la dimensión material y objetiva de la realidad (población, recursos, producción) con la trayectoria histórica organizativa y social (evidencia empírica de las transformaciones operadas, experiencias organizativas) y con los valores subjetivos de la gente (costumbres, creencias, valores, perspectivas, deseos, que explican porque la gente actúa de una manera o de otra). Dado que estas tres dimensiones se interrelacionan y se influyen mutuamente, una transformación consciente de la realidad implica intervenir en las tres dimensiones, para ello los proyectos estratégicos deben diseñarse de acuerdo a tales orientaciones.

El análisis de la realidad debe conducirnos hasta la identificación de la problemática existente, a partir de los bancos de datos que acompañen al diagnostico. Los problemas no suelen presentarse de forma individualizada y de fácil identificación, normalmente suelen aparecer en forma de madeja, dado que son producto de una pluralidad de factores causantes y de contradicciones de fondo. Por ello una de las tareas básicas de la planificación es desmontar los engranajes y los grupos de problemas, identificando:

• Los principales factores causantes y, a ser posible, los problemas focales, es decir los que son causantes de muchos otros problemas

• Los problemas que estén dentro de nuestro margen de acción, es decir sobre los que podamos incidir de manera directa.

• Los problemas incidentales o resultantes de los anteriores, subordinados o dependientes de los focales.

Lo anterior es una jerarquización mínima de la problemática existente, muy útil de cara a la definición de alternativas y soluciones (en caso de que existan) puesto que de la priorización de la problemática comenzaran a surgir las primeras ideas de proyectos.

Resulta muy complicada la definición y jerarquización de la problemática, puesto que cada caso tiene su propia y peculiar identidad, no siendo de aplicación las analogías o las recetas al uso. Es importante contar con elementos metodológicos definidos como puedan ser el árbol de levas de la metodología ZOPP, o de sus posteriores traslaciones al Enfoque del Marco Lógico o las distintas formulaciones del Análisis DAFO, la metodología del Análisis de Entornos, etc., etc.

La evidencia empírica nos muestra que en la priorización de problemas, tal vez erróneamente, se suelen preferir los siguientes criterios:

• La centralidad del problema: Vinculación con otros problemas o efectos secundarios.

• Lo apremiante, perentorio o acuciante del problema, en definitiva la urgencia del mismo

• Facilidad de cobertura en el sentido de sencillez de ejecución del problema.

• Significado y sensibilidad del problema para los involucrados

• Facilidad de financiamiento.

Dado que un proyecto sólo debería formularse a partir de la identificación y definición de los problemas que pretendemos superar, es esencial que el problema sea definido de forma rigurosa, clara, comprensible y cuantificable. La cuantificación del problema a través de los indicadores es decisiva ya que nos indica la magnitud del problema. También es importante la mención de los afectados, la ubicación, etc.

Toda vez definido, el problema podemos pasar a diseñar el proyecto en función de sus elementos, objetivos, resultados y actividades.

Teorías sobre la verdad

La meta del conocimiento es alcanzar la verdad. Pero, ¿qué es la verdad? La célebre pregunta de Pilatos es una de las cuestiones más problemáticas de la Filosofía. De entrada, su significado es muy variado. La cultura hebrea entiende la verdad como una cualidad de las personas que inspiran confianza y son de fiar. Un amigo es verdadero porque cumple sus promesas y siempre se puede contar con él. Los griegos refieren la verdad de las cosas y secundariamente a nuestro conocimiento. La designan con el término alétheia, que significa “lo que no está oculto”, “lo manifiesto”. En latín, veritas y verum aluden a la exactitud y rigor en el decir. Los romanos entienden la verdad como virtud de las personas veraces, que no mienten.

Estos tres sentidos son análogos y se complementan, confluyen y están presentes en la concepción europea de la verdad. Partiendo de esta significación podemos exponer las teorías principales que intentan comprender y explicar en qué consiste y cómo surge la verdad: por adecuación, coherencia, utilidad y consenso.

“Decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es verdadero”. Parece un trabalenguas, pero en esta fórmula están presentes los dos elementos que intervienen en el acto de conocer y en la definición de verdad: el objeto y el sujeto. Además, se entiende la verdad como una relación de ajuste o correspondencia entre la realidad y lo que decimos de ella. Tomás de Aquino y los filósofos medievales lo expresaron con una acertada definición: “Adecuación entre el entendimiento y la cosa”.

La teoría de la verdad como coherencia, formulada por primera vez por Hegel, no pone como criterio de verdad la adecuación a la realidad, sino la coherencia o conexión entre el conjunto de proposiciones de un sistema. La verdad, más que en las proposiciones aisladas, está en el sistema. Se trata de un criterio válido para las ciencias formales: matemáticas y lógica, pero no aplicable a las ciencias empíricas, donde la teoría ha de acomodarse a los hechos que pretende explicar: un sistema puede tener coherencia lógica y ser falso.

La teoría pragmatista, desarrollada por Dewey y James, equipara verdad y utilidad. Al constatar la función práctica del conocimiento, el pragmatista reduce a verdad esa función y estima que un conocimiento es verdadero si nos permite actuar con éxito y falso si nos conduce al fracaso. Por esta regla de tres: un mapa de carreteras es verdadero si nos orienta y nos permite llegar a nuestro destino y es falso si nos desorienta y nos perdemos. En el ámbito de la ciencia, la verdad se manifiesta en el éxito de la experimentación. En el ámbito de las creencias, James sostiene que son verdaderas si producen efectos beneficiosos en el creyente y falsas si los efectos producidos son perniciosos.

Es fácil ver que el pragmatismo se enfrenta a objeciones muy serias. En primer lugar, deja en la penumbra su concepto básico de utilidad. Además, lo útil es un concepto esencialmente relativo, que varía según las personas, los lugares y los tiempos. Una creencia tampoco es verdadera porque produzca efectos satisfactorios: se dice sabiamente que, en ocasiones, la verdad es amarga. También sabemos que hay verdades inútiles y mentiras útiles. El pragmatismo pues, con su ausencia de matices, puede justificar posturas políticas violentas o injustas.

La teoría del consenso como medio para alcanzar la verdad tiene su origen en Sócrates y ha sido desarrollada en el siglo XX por Apel y Habermas. Destaca la importancia del diálogo como el mejor de los procedimientos para descubrir la verdad. De un diálogo libre, limpio de coacción y de intereses, sin ignorancia de datos relevantes. Quienes sostienen esta teoría se dan cuenta de que piden una situación ideal, muy difícil de conseguir. Saben también que el consenso no es criterio de verdad, pues a lo largo de la historia se han dado consensos mayoritarios radicalmente falsos: la esclavitud, la inferioridad de la mujer, la pena de muerte, el racismo... Tampoco ignoran que, más que derivar la verdad del consenso, es el consenso el que deriva del común reconocimiento de la verdad. Su principal aportación consiste en mostrar que la mejor forma de acceder a la verdad es aducir razones propias, escuchar las ajenas y dialogar con rigor y serenidad.

Criterios de verdad

Se llama criterio de verdad a aquella característica o procedimiento por el cual podemos distinguir la verdad de la falsedad y estar seguros del valor de un enunciado.

Entre los criterios

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