FILOSOFÍA Y AXIOLOGÍA: PRIMERAS ANOTACIONES PARA UNA JUSTIFICACIÓN DE LA AXIOLOGÍA JURÍDICA
gabbyortega6 de Agosto de 2011
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FILOSOFÍA Y AXIOLOGÍA: PRIMERAS ANOTACIONES PARA UNA JUSTIFICACIÓN DE LA AXIOLOGÍA JURÍDICA
Carlos Alberto Urteaga Regal (*)
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“Ninguna rama de la Ciencia vive sin respirar Filosofía, pero esta necesidad es sentida por el Derecho más que por cualquier otra... el jurista se convence cada vez más de que, si no sabe más que Derecho, no alcanza a conocer siquiera el mismo Derecho.”
Francisco Carnelutti
Sumario: Introducción I. Algunas nociones propiamente filosóficas. 1.1. ¿La Filosofía es su historia?. La cuestión de su dependencia 1.2. Filosofía y Ciencia. Problemática de la delimitación II. Filosofía del Derecho y Axiología Jurídica. 2.1. Filosofía del Derecho. Nociones Previas y denominación. 2.2. Temas jusfilosóficos y Axiología Jurídica III. Síntesis preliminar.
Introducción
Plantearse iniciar estudios en el terreno estimativo del Derecho, en tanto se intuye la hondura y radicalidad de los problemas que se plantea, nos lleva a graves cuestiones que parten por saber si estamos ante una Ciencia de la que ya se tiene claro su objeto y método, ó si de lo que hablamos es de una disciplina que insiste en su debate y autonomía dentro de las fronteras de la Filosofía. En otros términos, tratase la Axiología de una ciencia particular, ó no pasamos de una actividad propiamente filosófica cargada de sus notas propias en pugna y complementariedad.
Son estas preguntas, las que nos llevan a ensayar -aunque provisional- un primer paso exploratorio en la justificación del quehacer de nuestra disciplina. En ese itinerario, partir del presupuesto filosófico, significa ingresar -desde ya- en una cuestión propiamente filosófica, al ser necesario apuntar una noción de la filosofía, o en el mejor de los casos anotar una relación de puntos que se vinculen con su tarea. Y es en éste extremo que agilizamos un esbozo centrado en algunos caracteres, al que añadimos entre otras interrogantes a modo de hilo conductor: las que se refieren a la relación de la Filosofía con su historia; a ello, anexamos sumariamente el debate epistemológico sobre la delimitación de la Filosofía y la Ciencia. De aquí, pasamos a las nociones que giran alrededor de la relación entre la Filosofía del Derecho y la Axiología Jurídica. Temas inextricables, en suma, que si bien rebasan el marco de nuestro sucinto ensayo, se nos muestran urgentes como primer momento de reflexión, en el norte de nuestra inquietud centrada en una justificación, en lo posible exhaustiva, de la axiología o estimativa jurídica.
I. Algunas nociones propiamente filosóficas
1.1. ¿La Filosofía es su historia?. La cuestión de su dependencia
Cuestionarnos sobre lo qué es la Filosofía, significa ingresar -desde ya- en una cuestión propiamente filosófica, y desde aquí observamos el grado de libertad que respira la inquietud filosófica para llegar hacer problemática su propia actividad. No menos filosófico constituye, también, interrogarnos sobre la relación que guarda la Filosofía con su historia, es decir: ¿La Filosofía es propiamente Historia de la Filosofía? ¿Debemos tomar previsiones acaso sobre algunas concepciones historicistas que nos plantean esta identificación de la Filosofía con su historia? ¿Es posible hablar de una indagación filosófica al margen de las cuestiones históricas? ¿Es la Historia de la filosofía un momento del quehacer filosófico? ¿Cuándo nos encontramos con una actividad auténticamente filosófica?.
Partiendo por la etimología del término Filosofía, expresión, formada por la reunión de dos voces griegas: “filos”, que equivale a amor, y “sofía” que quiere decir sabiduría, tenemos que filosofía significa: “amor a la sabiduría”. A su vez el término “sabiduría” comprende dos sentidos diferentes: de un lado significa cordura, sensatez; por otro lado, ilustración y conocimiento. De ahí que podamos desprender de este primer acercamiento con nuestro vocablo, la acepción que la entiende como “el amor a la sabiduría que nos capacita para ser cuerdos y sensatos en la vida y para comprender la esencia de la realidad.”1 Lamentablemente, este camino no agota la riqueza de significaciones con que cuenta el término, y que fácilmente se advierten de una revisión de su historia, el mismo que pareciera poseer una “especie de plasticidad indefinida.”2 Así, cada nueva acepción que adhiere al vocablo “Filosofía” aleja la posibilidad de una respuesta exhaustiva a nuestra interrogante.
En otros términos, si trasladamos la interrogante sobre lo qué es la Filosofía a quienes pensamos entendidos en la materia, resulta que nos topamos con opiniones tan disímiles, que fácil es concluir que Filosofía significa tanto como aquellos juicios y conceptos plasmados en la historia, o finalmente, “se diría, pues, que los entendidos no saben qué es Filosofía.”3 Empero, el procedimiento histórico empleado por Dilthey parece adelantar una respuesta, a la inextricable cuestión, cuando considera como camino de solución la pauta marcada por aquellos filósofos que se han impuesto antes que otros a la conciencia de la humanidad y que, en consecuencia, han orientado el norte significativo de la Filosofía.4 O como señala Salazar B., es menester, una definición de tipo ostensivo, es decir, la filosofía es lo que su historia nos muestra, hay que tomar contacto con esta historia, familiarizarnos, para impregnarnos de su sentido.5 Sin embargo, la tarea extraordinaria que nos reclama este esfuerzo hacia una interpretación idónea de los planteamientos filosóficos, la pesquisa que constituye enfrentar el colosal panorama de teoría e ideas que los principales exponentes de la filosofía han delineado, enfrentase en su ensayo con una saludable acotación heideggeriana. Señala el profesor de la Universidad de Friburgo de Brisgovia, a propósito de la pregunta ¿qué es esto la filosofía?: “debemos tener presentes las definiciones anteriores y posteriores de filosofía. ¿Y luego? Luego discerniremos por una abstracción comparativa lo que es común a todas las definiciones ¿Y luego? Luego obtendremos una fórmula vacía que conviene a toda clase de filosofía. ¿Y luego? Estaremos tan alejados como es posible de una respuesta a nuestra pregunta.”6 O lo que es lo mismo: “una cosa es examinar y describir opiniones de filósofos. Otra cosa muy diferente es discutir con ellos lo que ellos dicen, es decir, aquello de lo que ellos hablan.”7
Dejando pendiente el camino que nos reserva el historicismo, sus inconvenientes y observaciones, y ubicándonos en la interrogante de ¿si es posible hablar de una indagación filosófica al margen de la Historia de la Filosofía? Conviene anotar, que la independencia absoluta que exhibe o blande algún filósofo resulta pura ilusión en vista de la imposibilidad de evitar la sugestión del ambiente y época. Ningún filósofo puede hacer tabula rasa de los conocimientos e influjos recibidos en el proceso de su formación espiritual, aún cuando quiera reaccionar contra ellos, esta movido por sus exigencias.8 Un problema planteado adánicamente, sin precedentes y puntos de referencia, planeará inane e impertinentes en el vacío de su infertilidad.9
Reconocible la importancia de la Historia de la Filosofía, de la tradición, para la actitud filosófica; es menester, precisar que la Filosofía no se reduce a esa exclusiva tarea. Como bien advierte Miró Quesada C.: “La filosofía tiene carácter histórico; aunque no puede reducirse a su historia no puede practicarse sin estar referida a ella.”10 Resulta palmario, entonces, la conveniencia de diferenciar, por un lado, aquel momento dedicado al sólo e importante esfuerzo reconstructivo, y por el otro, el esfuerzo, paralelo, que nos sujeta el paso en el camino del verdadero filosofar. Diferenciación para nada sencilla, en especial, para aquellas concepciones que sostienen que “La Filosofía es histórica, y su historia le pertenece esencialmente(...) La filosofía no se agota en ninguno de sus sistemas, sino que consiste en la historia efectiva de todos ellos.”11 Si bien es innegable la importancia de la tarea reconstructiva para la faena filosófica. No menos importante es saber, cuando hablamos de verdadera filosofía, para no caer en un mero examen o descripción de opiniones de filósofos como observa Heidegger. Así parece notarlo R. Mondolfo, cuando desde su concepción historicista plantea que “aún recibiendo y padeciendo el influjo de sus antecesores, cada filósofo que haga verdadera filosofía y no quiera ser simple repetidor de lo que han dicho otros, reacciona a su influjo de una manera personal, distinta de individuo a individuo.”12
Y sobre una noción identificadora de una auténtica filosofía, las afirmaciones de los pensadores griegos nos indican una senda. Baste señalar lo que decía el Estagirita: “los hombres comienzan y comenzaron a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo.”13 Es decir, la Filosofía desde la antigüedad Griega no partió de un diálogo salido de la nada, partió de una motivación debido a algo, partió de un asombrarse ante algo. En la misma dirección, enrolase, también, Heidegger, cuando afirma que el asombro sostiene y domina a la filosofía, y es más, predomina en cada paso de la filosofía.14Lamentablemente, este origen de la filosofía, se ha dejado al margen, la admiración, o asombro ante algo, simplemente ya no se menciona. La historia de la
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