Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades
_nelebEnsayo14 de Noviembre de 2017
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Universidad de la Frontera
Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades
Carrera de Sociología
Epistemología de las Ciencias Sociales
Prof. Samuel Herrera
Por: Belén Navarrete Pineda.
La realidad en la época contemporánea
La objetividad decimonónica niega la existencia de teorías susceptibles de explicaciones absolutas, las cuales actualmente resultan sumamente atractivas. En una posición sumamente agnóstica, se considera que cada enunciado debe ser considerado en aislado para la búsqueda de su contrastación con la realidad, permitiendo así juicios de validez sobre su contenido. Ello propicia que la modernidad deje de lado proposiciones metafísicas, criticándolas directamente, separándolas totalmente del empirismo propio de las ciencias. Sin embargo, al rechazar la posibilidad de inducir, cuestiona explícitamente las bases del conocimiento lógico.
Mas aún, la posibilidad de que se rechace una teoría que abarque todo por cuanto resultaría, en determinados casos, incomprensible nos genera un gran problema: la metafísica será la encargada de resolver las preguntas elementales, pero no contará con el apoyo de las ciencias empíricas, impidiéndole responder adecuadamente y privándola de posibilidades de sostener hipótesis que, a través de métodos de inducción y la aplicación de la lógica junto a los conocimientos resultados de constantes apreciables en la experiencia, puedan llegar a colaborar al avance de la epistemología. Es claro que la metafísica como las ciencias empíricas van por caminos diversos, pero no por ello su división debe ser realizada de una forma tan radical que impida relacionar ambas con el fin de construir hipótesis o teorías que permitan abarcar verdades superiores a las que son susceptibles de ser contrastadas con los elementos de verificación que tenemos actualmente.
El carácter decimonónico de los textos es digno de apreciación, por cuanto tales autores están ajenos de descubrimientos contemporáneos que sumados a teorías e hipótesis de suma complejidad han permitido entender que el empirismo no es la solución adecuada a todas las cosas. Vivimos en una realidad -usando el concepto de forma bastante banal- sujeta a las probabilidades, donde se está demostrando matemáticamente que los absurdos sí son posibles, por ende, toda conclusión a la que alguna vez lleguemos de forma epistemológica será susceptible de contrastación.
El afán no solo de los positivistas sino de los empiristas contemplaba un principio implícito que no era necesario ser tratado y que, por ende, era obvio a la razón humana: existían verdades sí y solo sí eran comprobables y, al generar una constante, podrían ser susceptibles de ser contrastadas con la realidad. Sin embargo, ello implicaba que aquello que no sucedía, nunca iba a suceder. Negaba las paradojas y el carácter dual que impera en la realidad, por cuanto es posible sostener la bifurcación de la realidad, que, dada determinadas circunstancias, aquello que pueda ocurrir se vea enfrentado a la infinitésima posibilidad de no suceder y aun así mantener su estatus de veracidad y verificabilidad. Lo que es -se considera en aquellos textos- puede que metafísicamente no deba ser, pero ello es irrelevante.
Actualmente nos enfrentamos a una realidad diferente a la de los autores en análisis. El acelerado avance en el desarrollo tecnológico y social, así como la demanda por resultados, ha llevado a que consideremos necesarias a las teorías que buscan la conexión de teorías empíricas con preguntas propias de la metafísica a través de la elaboración de complejas hipótesis que, en determinados casos, no son necesariamente susceptibles de ser probadas inequívocamente.
Desde conceptos que decimonónicamente parecerían absurdos y propios de pensamientos de un díscolo que ha caído en el absurdismo, como la existencia de multiversos o del estado dual de ciertas nociones como la luz -en su función como onda y partícula-, hasta lo inverosímil que hubiese parecido aseverar que existen otros universos y quizá nunca podamos acceder a ellos y probar su existencia más allá de la mera teoría, es claro que la contemporaneidad ha reformulado concepciones básicas que se suponen en los diversos textos: las ideas de verificabilidad, contraste o simplemente de enunciado empírico ya no pueden suponer lo mismo que hace un siglo atrás.
Las ciencias ya no trabajan de forma independiente, sino que hay un constante desarrollo interdisciplinario en el cual todo se va conectando. Las grandes mentes han llegado a un grado de especialización tan alto que solo mediante la relación con sus pares de otras disciplinas es posible la explicación de los distintos fenómenos que van descubriendo. La educación rígida cada vez está quedando más obsoleta, debiendo dejar su lugar al pensamiento crítico que cuestione las bases de todo sin formular verdades evidentes y absolutas, pero que sí busque la creación de teorías e hipótesis que puedan sostenerse en toda situación. El enunciado anterior parece contradictorio, no obstante, refiere a que la intención se ha desligado del objetivo, por cuanto la intención de encontrar teorías que permitan resolver todas nuestras dudas es constantemente machacada frente a la realidad de que los descubrimientos científicos normalmente destruyen lo que es conocido.
Habiendo señalado lo anterior, pareciera que todo es realizado sin un propósito, en un carácter posmoderno que niegue la existencia de una realidad. Sin embargo, es todo lo contrario. Actualmente estamos cuestionando todo por cuanto nos hemos dado cuenta, como sociedad, que la realidad y la verdad no son simplemente de una forma determinada, sino que son conceptos complejos y abstractos, los cuales deben estar sometidos a permanente crítica para así poder ser superados y hallarnos en presencia de un mayor nivel de conocimiento.
Las afirmaciones ya no suponen nada en sí mismo, deben ser analizadas en su totalidad para poder sostenerse algo a partir de ellas. Toda idea posee determinada ideología, parte de una base o un presupuesto, lo cual lleva a que deba ser deconstruida para así poder quitarle diversos constructos sociales y así poder llegar al enunciado más puro y, nuevamente, someterlo a un análisis crítico que admita la posibilidad de que no siempre sea cierto, pero sí que sea posible y sumamente probable.
Puesto que solo somos capaces de ahondar, con los medios que contamos actualmente, en “lo observable”, dejamos de lado una gran porción de la realidad que nos rodea, por cuanto las partículas actúan de forma diversa cuando no están siendo observadas, lo cual ha sido ratificado intensamente por la física cuántica. Se le ha dado un nuevo significado a la pregunta de si un árbol en medio de un bosque produce ruido a pesar de que nadie lo oiga, por cuanto al no ser observado, las posibilidades de determinar que sucedió se someten a un análisis probabilístico propio de las matemáticas, donde la certeza absoluta ha dejado de ser una idea a buscar.
A pesar de lo señalado en los párrafos precedentes, es claro que no se puede negar la validez que tuvieron estos autores en sus propios contextos. Determinaron el camino que debía seguir la ciencia, cuestionando las conceptualizaciones que derivaban de la idea de ciencias. El método científico ya no importaba la proposición de ideas universales, sino que solo tenía validez singular. Aún más, la importancia de estos textos traspasó su propia área de experticia, siendo sumamente valorados en áreas tales como el derecho, sociología, psicología y un sinfín de otras.
Dentro del contexto decimonónico, quien se atreviese a dudar de las ciencias afianzadas se enfrentaba a una muralla impasable, debiendo presentarse con una justificación que permitiese mirar más allá del horizonte. Cuestionar el universalismo, así como la inducción, implicaba ir en contradicción de teorías filosóficas imperantes, en un ambiente donde las revoluciones político-sociales se iban sucediendo de forma tal que la importancia de otras materias, fuera de los círculos académicos, parecía insignificante. No obstante, el atrevimiento mostrado en el planteamiento de los autores que están siendo objeto de análisis muestra una gran convicción en la objetivación de ideas, dejando de lado cualquier rasgo de subjetivación, así como de ideología. A pesar de ello, su afán solo sobrevivió en parte puesto que en la actualidad es claro que la ideología es un imperativo presente en toda afirmación, debiendo toda investigación contar con un apoyo económico que deriva de oportunidades ligadas a conclusiones determinadas, lo cual ha llevado a que nada resulte evidente, debiendo los argumentos ser apoyados en convenciones científicas difusas a las cuales se les otorga el nombre de “comunidad científica”, pero que representa una constelación de diversos exponentes de cada metodología con objetos de estudio tan diversos que unificarlas resulta un imposible.
Basta con solo señalar que las verdades que han sido reputadas como evidentes, siendo ello ejemplificado en el cambio climático, posee un sinfín de detractores acompañados de intereses político-económicos que han llevado a una subjetivación de la ciencia. Sin querer, la propuesta de Popper aquí resultó ser perjudicial. Buscó que su falsacionismo permitiese dejar de lado las dualidades o las dicotomías, pero en vez de eso, ha sustentado la presencia de diversas teorías que niegan sistemas de conocimientos cuya veracidad ha sobrepasado el nivel de la duda razonable pero que aun así están en constantes aprietos por cuanto son contrastables con situaciones singulares, usualmente efímeras y que responden más bien a caracteres excepcionales o a fundamentos lógicamente falaces que abusan de la reducción al absurdo para poder sobreponerse a fenómenos observables.
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