Filosofía Juvenil

La sociedad de Orwell, si bien ficticia, refleja perfectamente el mundo en el que vivimos actualmente. A fecha de 2011, las teorías que el autor describe en su libro parece que están siendo llevadas a cabo.

Hemos entrado en el segundo decenio del siglo XXI y el libro de Orwell, quizá fantástico en su época, ahora parece profético, especialmente la parte donde trata de la supresión del espíritu crítico. En el mundo del Partido, el mundo está dividido a su vez en tres minimundos, como expliqué anteriormente: países enormes y aislados de los demás que tienen instrumentos como la Policía del Pensamiento para erradicar toda heterodoxia mental.

En nuestra sociedad la situación es mucho más compleja, si bien en esencia el caso es el mismo. Hay muchísimos más países, más culturas y, sobre todo, muchos Altos que pretenden mantener eternamente su poder. Los intereses de estos chocan entre ellos y no hay instrumentos que permitan erradicar por completo el espíritu crítico, pero sí maneras de mermarlo: la educación, en los lugares donde la hay, está contaminadísima. Completamente subordinada a la política, es muy extraño encontrar verdaderos profesionales de la enseñanza en un sistema burocratizado y que personalmente, considero injusto: los métodos de selección distan mucho de lo que deberían ser y, los pocos que pasan la barrera de la mediocridad han de vérselas con directivas incompetentes, inspectores fraudulentos y, cuando hay suerte, alumnos simplemente gilipollas.

Los valores morales se degradan progresivamente por la falta de una buena base educativa, y el propio descenso educativo conlleva menos moral y todo esto se traduce en una espiral que cada vez apunta hacia más abajo. Pensar, tener una opinión propia, el criterio; todo se está perdiendo. Ya no sirve para nada desde el momento en el que la juventud ve que, para lograr sus objetivos vitales, el camino más fácil no es educarse y actuar conforme a unos principios morales que por lo menos ellos consideren correctos, sino que el camino más directo al éxito es optar por la mentira, la inconsciencia o el autoengaño, puesto que para mí, aquél que habla de felicidad sin plantearse qué es o se permite separarla de la ética, se está engañando.

Así que llevamos veinte siglos completos de historia y en lugar de avanzar, parece que retrocedemos. Es innegable que técnicamente sí que hay progreso. ¿Cuántos años somos capaces de vivir ahora? ¿Llegaremos ya al siglo por persona de media? Posiblemente. Sin embargo, la humanidad no se distingue por cuánto tiempo viven sus especímenes, ni por el bienestar que puedan alcanzar durante sus vidas, ni por la genialidad de aquello que produzca. El rasgo característico de la humanidad, aquello que distingue a una persona de una bestia, es su capacidad de racionar, de pensar: su espíritu crítico, su ética, su moral.

Entonces llegamos al punto en que nuestra sociedad cada

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