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Homo Ludens

Mazhu27 de Mayo de 2015

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Homo ludens – Johan Huizinga

El juego, se ha dicho muchas veces, es la esencia de la manifestación inteligente de la vida. Y parece que a tal consideración se entregó el ‘viejo profesor’ Huizinga (fallecido en 1945) para revelarnos, como fruto del estudio de la tradición cultural, la veracidad de este jugoso aserto.

Partiendo de la posible significación de la figura del hombre social sostiene (al modo de un juego de inteligencia) el planteamiento siguiente: ¿Homo sapiens? “No somos tan razonables como gustaba de creer el siglo XVIII” ¿Homo faber? “podría aplicarse también a muchos animales” Sin embargo, concluye, “me parece que el nombre de Homo ludens, el hombre que juega, expresa una función esencial”.

A partir de aquí disecciona su estudio en apartados tan expresivos como ‘Esencia y significación del juego como fenómeno cultural’, ‘Juego y competición, función creadora de cultura’, ‘El juego y la guerra’, hasta concluir con ‘El elemento lúdico en la cultura actual’ Hay, en mi opinión, un apartado que pudiera parecer más anecdótico y, sin embargo, es un estudio que destila cultura y lucidez. Se trata de ‘Juego y poesía’.

“La poesía –escribe- en su función original como factor de la cultura primitiva, nace en el juego y como juego (…) Nada ha fecundado tanto la capacidad de expresión poética como la aproximación de los sexos en formas alegres, lo cual tuvo lugar en las fiestas de primavera o en otras fiestas de la tribu” Y analiza, en concreto, el haikai, que “primitivamente fue un juego de rimas encadenadas, que uno iniciaba y otro proseguía”.

Esta composición poética “en su forma actual es un pequeño poema de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas (haiku), casi siempre expresión de una tierna impresión de la vida de las plantas o de los animales, de la naturaleza o de los hombres, a veces cargada de cierta melancolía y otras con rasgos de humor ligero: Cuántas cosas/ hay en mi corazón! ¿Déjalas mecerse/ con el murmullo de los sauces”.

Hacer el recorrido que el autor nos propone es entrar en un mundo lleno de sorpresas y conocimiento gozoso, lo que, curiosamente, otorga una rara sensación de ligereza, de libertad. Así, al fin, entendemos que “todo lo que es poesía surge en el juego: en el juego sagrado de la adoración, en el juego festivo del cortejar, en el juego agonal de la fanfarronería, el insulto y la burla, en el juego de la agudeza y destreza”.

Un juego lector emocionante

Homo ludens

Este artículo trata sobre el libro de Johan Huizinga. Para la asociación de jugadores española, véase Asociación Homo Ludens.

Homo ludens (1938) es el título de un libro publicado por el profesor, historiador y teórico de la cultura holandesa Johan Huizinga. En el libro, cuyo título se podría traducir al español como Hombre que juega, el escritor utiliza este término de la teoría de juegos y analiza su importancia social y cultural.

La expresión homo ludens pretende señalar la importancia del juego en el desarrollo de los humanos. En efecto, la tesis principal de Johan Huizinga destaca que el acto de jugar es consustancial a la cultura humana.

Precedentes del término

El ser humano está identificado en la sistemática biológica como Homo sapiens (hombre que sabe, hombre que conoce, hombre sabio), término introducido por Carl von Linné en 1758 para diferenciarlo del resto de especies animales.1

Como contraposición a la terminología biológica, el hombre fue calificado en 1907 por el filósofo Henri Bergson como Homo faber (hombre que fabrica), por ser ésta una característica humana constante en la historia y la prehistoria.2

La expresión homo ludens fue utilizada por primera vez en 1938 por Johan Huizinga en la obra cuyo título en español más precisamente sería Homo ludens, ensayo sobre la función social del juego.

El juego es una acción que se desarrolla dentro de ciertos límites de lugar, de tiempo, y de voluntad, siguiendo ciertas reglas libremente consentidas, y por fuera de lo que podría considerarse como de una utilidad o necesidad inmediata. Durante el juego reina el entusiasmo y la emotividad, ya sea que se trate de una simple fiesta, de un momento de diversión, o de una instancia más orientada a la competencia. La acción por momentos se acompaña de tensión, aunque también conlleva alegría y distensión ([Huizinga-b] pág. 217).

Características

• En una primera fase, el juego es una actividad productiva, sin competencia, en el que los participantes obtienen diversión.

• Mientras un delfín nada en el mar tranquilamente, un hombre nada a su lado y le dice «te voy a ganar». El hombre trata de avanzar al delfín: se manifiesta así el espíritu competitivo característico de la especie humana.

• Ese mismo afán es el que ha llevado a la invención del «deporte de competencia», es decir, la representación lúdica de la lucha por la vida.

Los límites espaciales del juego

La limitación espacial del juego suele ser aún más estricta y mejor definida que la temporal. Todo juego se desarrolla en un dominio espacial pactado o marcado con anticipación, sea el mismo imaginario o materialmente bien delimitado, fijado por acuerdo de partes o por restricciones evidentes o de sentido común. Puede tratarse de un tablero de juego, o de una mesa, o de un campo al aire libre, o de una cancha techada, o de un camino con inicio y final marcados, o de un círculo mágico, o de un templo, un escenario, un parque, o una pantalla de ordenador, pues todos ellos pueden ser terrenos de juego en cuanto a la función que cumplen y que se les asigna, o sea, lugares establecidos y más o menos bien delimitados, en cuyo interior se aplican reglas de juego bien definidas entre ciertos jugadores. Los terrenos de juego son mundos temporarios en el seno del mundo habitual, concebidos y a veces acondicionados para un mejor desarrollo del juego ([Huizinga-b] págs. 29-30).

El juego como condición de existencia de la propia cultura

De lo anteriormente expresado puede extraerse una consecuencia importante : sin cierto desarrollo de una actitud lúdica, ninguna cultura es posible. Incluso en una sociedad retrotraída casi al salvajismo por el abandono de todas las relaciones y las normativas jurídicas; la pasión agonal de ninguna manera será abolida u olvidada, pues es inherente a la naturaleza humana. La aspiración innata a lograr una ubicación de destaque, en muchos casos enfrenta a individuos y a grupos, y en algunas situaciones puede conducir, en un acceso insensato de búsqueda de gloria y triunfo, a cometer actos aberrantes y de un ensañamiento brutal.

Ya sea que se adhiera a la vieja doctrina según la cual se sitúa la fuerza motriz de la historia en las relaciones económicas, ya sea que se adhiera a concepciones nuevas y heterodoxas sobre el mundo y la sociedad, la esencia de la aspiración al triunfo en muchos casos reside en ganar a todo precio, mismo si se percibe de antemano que « ganar » no necesariamente representa una real « ganancia » ([Huizinga-b] págs. 169-170).

En cierto sentido, la cultura siempre será jugada, según cierto acuerdo mutuo que adopta determinadas reglas de juego. Desde variados puntos de vista, la verdadera civilización exige el fair play (juego limpio), lo que en términos lúdicos equivale a buena fe. El alejamiento del juego puede llegar a quebrantar o distorsionar la propia cultura ([Huizinga-b] pág. 337).

Juego y resolución de la tensión

En el origen de toda competencia hay implícito un juego, es decir, un acuerdo a través del cual se aspira a realizar o ejecutar alguna cosa, en un espacio y un tiempo determinado, y siguiendo ciertas reglas. La conclusión de este proceso pone fin a algún tipo de tensión. El resultado que pretende obtenerse y que en muchos casos se obtiene es lo principal, y el juego en sí mismo secundario ([Huizinga-b] págs. 176-177).

El juego en la época moderna

La sobre-estimación del factor económico en la sociedad y en el espíritu humano fue, en cierto sentido, el producto natural del racionalismo y del utilitarismo, que en el siglo XIX desplazó al misterio y a la doctrina que declaraba al hombre inmerso en falta y pecado. [...] Y las grandes corrientes del pensamiento, de una u otra forma destacaban entonces el factor lúdico en la vida social ([Huizinga-b] págs. 307-308).

Juego y deporte

En las civilizaciones arcaicas, las competiciones formaban parte de las fiestas sagradas. Pero en las competiciones modernas, este vínculo con el culto y lo religioso ha completamente desaparecido. [...] El deporte moderno más bien es una expresión autónoma del instinto agonal, que un factor profundo de sentido social. [...] Y a pesar de su importancia a ojos de participantes y espectadores, hay que admitir que se ha transformado en fiesta y espectáculo en donde el viejo espíritu lúdico ya no se encuentra presente ([Huizinga-b] pág. 316).

Juego y publicidad

El desarrollo del instinto agonal presente en la sociedad del lado de las competiciones deportivas, ha sido favorecido por un factor externo, que en realidad es independiente del espíritu mismo de la cultura. En efecto, técnica, publicidad y propaganda, con profusión rodean todo lo relativo a las competiciones tanto deportivas como de otro tipo ([Huizinga-b] pág. 319).

Juegos y puerilismo contemporáneo

Un niño que juega no es generalmente pueril, ya que para él eso tiene su importancia y su razón de ser. El juego sí se transforma en pueril cuando el mismo aburre o cuando quien juega no sabe a qué jugar. Bien haríamos en

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