Jóvenes, Tecnología, Participación Y Consumo
mirtaali8 de Diciembre de 2011
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Jóvenes, tecnología, participación y consumo
Sergio Alejandro Balardini
Proyecto Juventud
El presente trabajo desarrolla cuestiones relativas a las formas de constitución de lo juvenil, abarcando, por una parte, una lectura diacrónica que permita dar sentido a las diferencias entre generaciones y, por otra parte, sincrónica, desenmascarando las lógicas productiva y cultural contemporáneas, tan estrechamente vinculadas a las formas de ser adolescente hoy, prestando especial atención a los atributos novedosos de los sujetos a los que refiere y a los principales desafíos que se presentan para el análisis.
Un poco de historia. De dónde venimos y hacia dónde vamos.
El surgimiento del sujeto juventud, en tanto sector de población con características propias, es resultado del desarrollo de las fuerzas productivas en Occidente, consecuencia de la necesidad de la sociedad burguesa emergente de preparar a los individuos para su integración efectiva a la vida productiva y social de una sociedad con características distintivas de la feudal.
En efecto, en el período previo a la aparición social de la juventud, la familia constituía una unidad global de producción y reproducción. De seres humanos, fuerza de trabajo, de bienes y del saber acerca de ellos. “La división del trabajo, con base en la edad y el sexo, tendía cubrir las necesidades que se generaban alrededor del núcleo familiar. Los nuevos sujetos se integraban a la comunidad, asumiendo las tareas asignadas a la unidad doméstica, donde la relación que se establecía entre las generaciones se caracterizaba por la subordinación hacia el padre, única imagen de adultez.”
En una perspectiva histórica, y guiándonos a través de la investigación de Philippe Aries, “la juventud es el período destinado a la educación para la vida activa, y en la sociedad moderna la educación es la base del desarrollo. ... El foco debe estar en la nueva relación histórica entre individuo y sociedad, que se desarrolló en el siglo XVIII en la era pre-industrial y , más tarde, en la sociedad industrializada. ... La juventud fue la respuesta al desarrollo productivo de la sociedad burguesa. El individuo burgués tuvo que desarrollar sus potencialidades individuales para encarar la vida productiva y política y para administrar sus propios intereses en esta vida. La juventud se desarrolló en el sistema escolar, que se volvió el principal agente del `desarrollo de las potencialidades individuales’. ... La vida escolar es el contexto básico o crucial de la juventud”. Así vemos que, además, esta inscripta en una relación de poder.
Según Ariés, “la construcción social de la juventud requería la aparición de otros conceptos: la familia o el espacio familiar y la infancia, verificables recién a partir del siglo XVII y solo en el seno de las clases altas durante su etapa inicial. Junto a la infancia, aparecerá una institución: la escuela. Infancia, familia y escuela permanecerán firmemente relacionadas.” La familia, “conformará un nuevo sistema de relaciones sociales que aparece casi como respuesta a la pérdida de la posesión de la tierra. Este sería uno de los puntos de partida para el surgimiento de la familia burguesa. El orden social emergente requerirá nuevas modificaciones a los individuos que pretendan desempeñarse con éxito, determinando la aparición de la juventud y su espacio privilegiado: la escuela secundaria”. Surgirán, asimismo, en este período, diferentes instituciones extrafamiliares destinadas a facilitar la socialización entre pares, como espacio para la adquisición de los nuevos elementos necesarios para enfrentar un mundo renovado.
Estas transformaciones revolucionarias de la sociedad feudal hacia el capitalismo, modifican sustancialmente a las instituciones sociales preexistentes, dislocándolas y desarticulándolas. Las viejas pautas de trabajo y producción, la vieja familia como espacio de la producción y reproducción social y las normas y valores que la sostenían, poco a poco van cediendo lugar a las nuevas instituciones. Hay que recordar que en el primer momento de la revolución industrial, cuando aún no eran necesarias la formación y capacitación que más tarde resultarán indispensables, los niños y las mujeres eran incorporados masivamente a las primeras fábricas, considerándoselos una mano de obra más barata que la masculina.
Sin embargo, la constante expansión del sistema capitalista y su gradual complejidad productiva, generan una diversidad de necesidades que demandan un período de capacitación cada vez mayor para dar respuesta a ellas, traduciéndose, en consecuencia, en exigencia de escolarización de nuevos y mayores contingentes de individuos, previo a su desempeño en la futura asignación de actividades. Función, pues, de reproducción social, integración y adaptabilidad, pero, también, capacidad renovadora, y flexibilidad a las innovaciones y permeabilidad al cambio.
Por otra parte, “solamente cuando la estructura social hace posible los lazos directos entre los adolescentes, pueden estos desarrollar el sentimiento de particularidades propias y de una conciencia común... En los tiempos modernos, es únicamente la escuela la que, al distribuir a los jóvenes estrictamente según su edad, los aproximó y estableció entre ellos contactos estables e institucionales. Esta separación del mundo de los adultos explica el hecho de que en el círculo de jóvenes se expresaran y fortificaran las tendencias específicas de una misma edad, lo cual no podría tener lugar antes, ni podía haber sido imaginado por los jóvenes de ese tiempo. A esta conquista de libertad social, correspondió una nueva tendencia de los adultos a considerar tanto a los niños como a los jóvenes de acuerdo con su edad exacta, lo que entrañó en pedagogía la especificación de los programas y los métodos y, de una manera más general, llevó a reconocer una cierta personalidad propia”.
En consecuencia, “la juventud surge en la medida en que el desarrollo social exige un período cada vez más largo de preparación de los individuos para su integración a la vida productiva y social, lo que a su vez posibilita una mayor integración intrageneracional, a partir de la estrechez de contactos y vínculos, producto de su situación semejante. Este período vital, caracterizado por el aplazamiento de la entrada en la vida productiva y social, y por tanto, consignado a la formación, es lo que produce juventud como un fenómeno social”. Es decir que, en un mismo movimiento, la exigencia de generar instituciones que permitan a los individuos transitar un período cada vez mayor y más complejo de preparación para su integración efectiva a la sociedad, da origen, a partir de las estructuras que se diseñan como respuesta, a una integración intrageneracional, en función de la proximidad creciente de pares. Se comprende, entonces, la identificación que se establece entre juventud y estudiantes, en la medida en que “la primera imagen de juventud, fue la del estudiante”.
Vemos pues que la juventud aparece, en sus albores, como respuesta a la necesidad de individuación de la clase burguesa y supone el desarrollo de la vida familiar y afectiva, de la niñez y de la escuela. La flecha del tiempo, nos muestra que, si en un primer momento, el sector de la “juventud” no era relevante numéricamente, su progreso es vertiginoso, en función del lugar estratégico que se le otorga en la nueva configuración social. Al respecto, podemos observar que en el siglo XVIII se consideraban jóvenes –no en el mero sentido cronológico, sino en el de individuos que adquieren una cierta condición especial que los agruparía en tanto "juventud"- solamente a los varones de clase burguesa, mientras que las niñas pasaban directamente a la condición de adultas dispuestas a ser desposadas .
Pero el desarrollo incesante de las fuerzas productivas no se detiene, y es así que “en los últimos años del siglo XIX pudo apreciarse una creación más general de escuelas para las masas de la población en Europa y los Estados Unidos y la abolición del trabajo infantil” . Y al comenzar el siglo XX, vemos en todo su despliegue como “las iglesias y las nuevas fuerzas pedagógicas de maestros reformistas se dedicaron a la nueva adolescencia social y de acuerdo a edades” .
Fue, precisamente, en el pasado siglo XX, que un conjunto de cambios de singular importancia, sobre todo a partir de los años cincuenta van a comenzar a modificar sin descanso esta situación. En efecto, Eric Hobsbawn sostiene que “entre los años 1945 y 1990 se produce una de las transformaciones sociales más intensas y rápidas de la historia de la humanidad”. En medio de ella, la familia se verá afectada por “importantes cambios en las actitudes públicas ... evidenciándose el auge de una cultura juvenil muy fuerte que generará un profundo cambio en la relación existente entre las distintas generaciones”. Como un producto de estos cambios, la juventud se convertirá, en sus términos, en un grupo social independiente.
Lo que va de ayer a hoy. De la modernidad a la posmodernidad.
En el último cuarto del siglo XX, fuertes mutaciones económico-sociales incidieron para modificar la situación de los distintos actores sociales. La juventud, lógicamente, no resultó ajena a la influencia de tales cambios.
Un aspecto central de estas transformaciones es el impulso promovido por la Revolución Científico-Técnica (RCT), con la renovación extensa de los medios de producción, producida a
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