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LA CULPA BUSCA LA PENA


Enviado por   •  24 de Mayo de 2013  •  15.051 Palabras (61 Páginas)  •  435 Visitas

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LA CULPA BUSCA LA PENA,

Y

EL AGRAVIO LA VENGANZA

Ruiz de Alarcón

Personas que hablan en ella:

• Don SEBASTIÁN, galán • Don FERNANDO, galán • Don JUAN, galán

• Don DIEGO, viejo entrecano • Don ANTONIO, viejo anciano • MOTÍN, gracioso

• Doñ ANA, dama • INÉS, criada • Doña LUCRECIA, dama • JUANA, su criada

• Un CRIADO

ACTO PRIMERO

Salen doña LUCRECIA y JUANA, con mantos;

doña ANA e INÉS, de casa

ANA: Pues que tus plantas hermosas honran, Lucrecia, esta casa, o gran desdicha te mueve, o gran ventura me aguarda. Si esto supiera mi hermano, para abreviar las jornadas, alas fueran las espuelas, y pensamientos las alas.

LUCRECIA: ¡Ojalá, doña Ana mía, que de esto fuese la causa o ya tu ventura sola, o ya sola mi desgracia! Disgustos dan ocasión a mi forzosa demanda, que son en mí ejecuciones, y que en sí son amenazas.

ANA: Declárate, si no quieres que me mate en la tardanza, tu pena y mi confusión.

LUCRECIA: Escucha, y preven, doña Ana, perdon a mis sentimientos, si no piedad a mis ansias; que para romper la nema de los secretos del alma, Da mi peligro disculpa, y tu valor confïanza. Tres veces la sierra el mayo ha calzado de esmeraldas, y tres veces el enero la ha coronado de plata después que de mis favores sediento don Juan de Lara, bebiendo su llanto mismo, ha mitigado sus llamas, hasta que al fin su cuidado vigilante, su constancia invencible y su asistencia ocasión ya de mi infamia, merecieron mi piedad; que una breve gota de agua, repitiendo el golpe leve, la más dura peña labra. Llegaron a obligaciones mis favores... de palabras, digo; que nunca a las obras se arrojó mi confïanza; que no admite galanteo la que tiene sangre hidalga, sino para dar la manoa quien su favor alcanza; y así, como a ser su esposa mi pensamiento aspiraba, obligarle quise amante, no recatarle liviana. Es verdad que aunque las prendaa que puse en su amor más caras fueron honestos favores y lícitas esperanzas, mis cuidados y los suyos las hicieron de importancia; que de hablar a su albedrío dieron motivo a la fama. De este venturoso estado seguro el amor gozaba, cuando entre sombras obscuras y entre conjeturas claras, en su tibieza empecé a conocer su mudanza; y viendo que yo no había dado a su rigor la causa, pues le obligaba constante cuando él mudable me agravia, imaginé que la luz de otra beldad le cegaba; que nacen los celos cuando nacen las desconfïanzas. Y así con esta sospecha, pretendiendo averiguarla, centinelas puse ocultas a sus ojos y a sus plantas. Supe que ellas te seguían, supe que ellos te miraban, que tus balcones contempla, que tus puertas idolatra. ¡Ay de mí! No sé si diga que supe también, doña Ana, que merece tus oídos, y tus favores alcanza... No lo digo, no lo creo; que fuera ofender a entrambas. A mí, porque si viviera creyéndolo, fuera infamia, y a ti por haber tan poco que aumentó a las lusitanas corrientes del Tejo el llanto de verte ausente las aguas. Que cuando apenas los nombres de las calles cortesanas puedes saber, cuanto más las noblezas de sus casas, te ofendiera si creyese que tan fácil confïabas, a crédito de los ojos, obligaciones del alma. Mas porque haber yo estimado su pensamiento es probanza de sus méritos contigo, el veneno y la triaca te doy juntos, pues te enseño, porque pises recatada, entre las flores el áspid de su condición ingrata. Y así por lo que te toca, te estará mejor, doña Ana, escarmentar advertida, que advertir escarmentada. Por lo que toca a don Juan, será en ti más digna hazaña dar castigo a sus engaños que premio a sus esperanzas; y por lo que toca a mí, te mostrarás más humana que en hacerle venturoso, en no hacerme desdichada. Tres años ha que me obliga, dos meses ha que me agravia, dos meses ha que te sirve, tres años ha que me infama. Piensa, pues eres discreta, mira, pues naciste honrada, de mi opinión el peligro, de mi razón la ventaja, el despecho de mi agravio, el exceso de mis ansias, la locura de mi amor, y de mis celos la rabia.

ANA: (Si dice verdad Lucrecia, Apartela razón que tiene es clara, y de que dice verdad este exceso es la probanza; y no es bien, pues yo no estoy de don Juan enamorada sino solo agradecida, que marchite la esperanza de quien se abrasa por él, por quien a mi no me abrasa, ni que mi amante se nombre el que otra mujer engaña.) En cuanto a amarme don Juan, no mienten tus asechanzas,Lucrecia; en cuanto a que yo le favorezco, te engañan. Y aunque lo pudiera hacer y con disculpa, en venganza de que a mi hermano desdeñas, esto imagino que basta a que de mí te asegures; que no es tan poca arrogancia la de los méritos míos, que a un amante en quien se hallan achaques de amor ajeno, condiciones de mudanza y olvido de obligaciones, le dé lugar en el alma.

LUCRECIA: Deja que por tal merced besen mis labios tus plantas.

ANA: Deja tú excesos; que hacer yo lo que estoy obligada, ni es merced para contigo,ni es para conmigo hazaña.

LUCRECIA: Por hazaña y por merced la estimo yo. Solo falta suplicarte que le calles, amiga, a don Juan de Lara esta diligencia mía; que si con desdén le tratas, y sospecha que soy yo de su desdicha la causa, mal obligaré ofendido al que obligado me agravia.

ANA: Mi presunción desconoces, pues el silencio me encargas. Para que le calle yo tu diligencia, ¿no basta temer, si se la dijera, que don Juan imaginara que lo que es desdén son celos, y lo que es rigor venganza, y juzgándome celosa, me juzgase enamorada? No, Lucrecia, no; que somos las portuguesas muy vanas;y, ¡ojalá que las mujeres todas en esto pecaran! Pues cuanto más vanas fueran, tanto fueran más honradas.

Doña LUCRECIA habla aparte a INÉS

LUCRECIA: ¿Entiendes que cumplirá lo que promete doña Ana?

INÉS: O tendrá un fiscal en mí; que no puedo ser ingrata a la afición de Lucrecia y al pan que comí en su casa.

Sale un CRIADO

CRIADO: Don Fernando mi señor ha llegado.

Se va el CRIADO

LUCRECIA: ¡Ay desdichada! Por dónde, sin

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