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LA ÉTICA SIGUIENTE


Enviado por   •  19 de Julio de 2015  •  Síntesis  •  2.148 Palabras (9 Páginas)  •  192 Visitas

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LA ÉTICA SIGUIENTE

En los últimos comentarios de la página anterior hemos empleado por primera vez —desde que hemos iniciado la crítica de la razón práctica, es decir, desde la cuarta página— el adjetivo inmoral —o, más exactamente, el sustantivo inmoralidad— sin haberlo analizado debidamente, cosa que vamos a hacer aquí. De todos modos, el lector no debería haber tenido problemas para asignar un significado preciso a este adjetivo en el contexto en el que lo hemos empleado: "inmoral" significaba allí simplemente "contrario al deber", y el concepto de "deber" ya lo hemos discutido ampliamente (sin perjuicio de que aún tengamos más que decir sobre él).

Más en general, podemos considerar que inmoral significa "contrario a la Ética" (recordemos que hemos convenido en considerar Ética y Moral como sinónimos, pero sucede que el castellano dispone del adjetivo "inmoral" y, en cambio, no existe "inético"), y la Ética no es más que la teoría racional que determina cómo debe actuar un ser con voluntad de actuar ante el mundo en calidad de ser racional, capaz de entenderse racionalmente con los demás seres racionales, y no como un mero bruto con voluntad que utiliza a su antojo cuanto está a su alcance, sin distinguir en principio entre seres racionales o irracionales (lo cual hace, a su vez, que su propia racionalidad sea irrelevante, desde el momento en que renuncia a usarla). Podríamos decir, pues, que "inmoral" es sinónimo de "irracional en cuestiones prácticas", pero aquí es crucial hacer una precisión que ya hemos discutido en la página precedente: en todo caso, inmoral puede considerarse sinónimo de "contrario a la razón en aquellas cuestiones prácticas en las que tiene sentido tener en cuenta la razón". Porque, como ya hemos explicado, todo deseo es esencialmente irracional, incluso el más elemental deseo de conservar la vida, y por ello sería falaz considerar inmoral el deseo de vivir.

Ahora bien, si no tiene sentido considerar inmoral (irracional) el no usar la razón allí donde ésta no tiene nada que decir, sí tiene pleno sentido tachar de inmoral (irracional) cualquier intento de usar la razón allí donde ésta no tiene nada que decir, pues semejante uso será necesariamente dogmático (es decir, sólo será un aparente uso de la razón, ya que en realidad será una falacia). Más llanamente: alguien que quiera deducir honestamente cuál es la forma racional de actuar ante el mundo, no puede estar dispuesto a introducir dogmas en sus planteamientos, pues de tal modo no está buscando respuestas, sino inventándoselas. Por consiguiente, podemos decir que los dogmas prácticos (los planteamientos dogmáticos que pretendan prescribir una determinada conducta) son —o, al menos, pueden ser— inmorales. Vamos a analizar esta posibilidad. Podríamos decir que las consideraciones de las páginas precedentes determinaban lo que debe hacer una persona que no quiera caer en el escepticismo ético, mientras que ahora vamos a discutir qué debe hacer además una persona que no quiera caer en un dogmatismo ético.

Ante todo, observemos que si una persona decide adoptar dogmáticamente principios altruistas, no tendría sentido considerar tales dogmas como inmorales, pues, por definición, es altruista toda actitud que facilite el consenso racional entre personas. Por el contrario, es en el trecho que hay entre el egoísmo respetuoso con el deber y la maldad propiamente dicha donde tiene sentido plantearse si hay actitudes egoístas que pueden ser tachadas de inmorales por dogmáticas.

Antes de entrar en ello conviene mostrar el paralelismo entre lo que vamos a hacer y su equivalente teórico: imaginemos que alguien elabora una teoría sobre la existencia de fantasmas con el suficiente cuidado como para no ser empíricamente falseable. Digamos que cree que existen fantasmas que ven lo que hacemos, y nos oyen, pero que no actúan sobre el mundo, ni son perceptibles en modo alguno. Están hechos de una "energía espiritual" que no tiene nada que ver con la energía "material", en particular no pesan, no interceptan la luz y, en suma, no hay ninguna clase de experimento físico que pueda desmentir la presencia de un fantasma en un lugar determinado. Tal teoría no contradice a ningún hecho, pero no es científica porque tampoco se basa en ningún hecho. Para que una teoría pueda considerarse científica (es decir, racional) no basta con que no contradiga a los hechos, sino que es necesario que se desprenda de ellos en el sentido de que pueda considerarse honestamente la mejor forma concebible de explicar unos hechos dados. Del mismo modo, cuando la conducta de una persona perjudica a otra, no podemos admitirla como éticamente correcta sólo por el hecho de que no contradiga a la razón, sino que también hemos de exigir que dicho perjuicio no sea el mero producto de un dogma irracional.

Por ejemplo: si alguien me pide que comparta con él mi comida y yo me niego a ello, mi egoísmo está fundado en mi deseo de disfrutar enteramente de mi comida. Este deseo es irracional, pero es que no puede ser de otra manera. No puede decirse que yo sea inmoral (irracional) por negarme a compartir mi comida por un deseo irracional de comérmela yo, ya que los deseos son necesariamente irracionales, y tan irracional es mi deseo de comerme toda mi comida como el deseo de la otra persona de que le ceda una parte. La situación es completamente simétrica. Al mostrarme egoísta, no estoy pervirtiendo mi voluntad de actuar racionalmente ante el mundo. En cambio, si me sobra comida, pero decido no dársela a quien me la pide aduciendo que es negro y que los negros deberían estar todos muertos, sí que puedo decir que mi actitud es inmoral, porque nadie puede negarle el pan a los negros por el mero hecho de ser negros y sostener coherentemente al mismo tiempo que su intención es actuar racionalmente ante el mundo.

Para precisar esta distinción podemos decir que una acción está motivada si está fundamentada por cualquier combinación de argumentos racionales (no dogmáticos) y deseos irracionales. En estos términos, un simple deseo, sin más elaboración, es un motivo, aunque no es una razón. Lo que hemos establecido en páginas anteriores es que para que una persona tenga derecho a imponer su voluntad sobre otra (tener derecho en el sentido de que con ello no pierda su dignidad) no basta con que tenga un motivo para hacerlo,

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