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La Civilizacion Del Espectaculo


Enviado por   •  7 de Diciembre de 2013  •  2.579 Palabras (11 Páginas)  •  293 Visitas

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La civilización del espectáculo

Mario Vargas Llosa

Alfaguara, Madrid 2012

Antes de nada convendría señalar la admiración que siempre me ha merecido Mario Vargas Llosa, tanto como novelista, ensayista, y como intelectual. Es en la tercera de estas facetas donde recaería mi admiración más por la persona que por el escritor profesional. Esto se basa en la autenticidad de sus opiniones, dictadas por la independencia, a diferencia de la marea de pseudointelectuales que prefieren alquilarla al servicio de las causas justas, aquellas sobre las que no hay voces discordantes, con el fin de crearse una imagen invulnerable, siempre a salvo de las consabidas etiquetas a las que se arriesgan los que dicen lo que realmente piensan en circunstancias donde hay que jugársela. Es alto el precio que se paga. Un buen ejemplo es Albert Camus, cuyos artículos y ensayos, pese al paso del tiempo, mantienen hoy una vigencia asombrosa.

Quería hacer esta introducción porque con La civilización del espectáculo, en general, son más las discrepancias que las avenencias. Solo mi admiración por el personaje me lleva a tratar de comprender su punto de vista, respetarlo y publicar mis propias ideas al respecto.

En mi opinión, los mayores defectos que encuentro en el libro son su dispersión, su falta de coherencia interna y una tendencia a generalizar, lo que evidencia una especie de temor atávico por un enemigo ilocalizable, por un fantasma. Vargas Llosa es implacable y riguroso cuando identifica claramente al enemigo y sus dogmas, léanse, por ejemplo, sus memorias El pez en el agua. O cuando celebra sus amores literarios, La orgía perpetua o La verdad de las mentiras. Pero es errático, disperso y generalizador cuando lo que pretende denunciar se sitúa en la parcela de sus aversiones, y ahí tenemos La utopía arcaica o el libro que hoy nos toca.

Para empezar, parte importante de la bibliografía debió servir para sustentar ideas de fondo a lo largo del libro, y no para servir de base sobre la que se asiente gran parte de la argumentación. Al tratarse de un ensayo debería más bien dialogar con otros ensayos contemporáneos sobre el tema. Pero el libro se inicia pasando revista a "algunos de los ensayos que en las últimas décadas abordaron este asunto". ¡Las últimas décadas!: Notes Towards the Definition of Culture de T.S. Eliot ¡es de 1948! A continuación se ocupa de la respuesta a dicho ensayo: In Bluebeard's Castle. Some Notes Towards the Definition of Culture de George Steiner, publicado hace más de 40 años, en 1971. Con el primero, defiende el concepto de "jerarquías culturales" como única manera de garantizar la calidad de la alta cultura. Y se sirve del segundo para denunciar el peligro que corre la cultura al replegarse al ámbito académico y retirarle así poder a la palabra, cediéndoselo a la imagen o la música. Seguidamente se ocupa de La societé du Spectacle de Guy Debord ¡de 1967! para imputar al capitalismo la conversión de la producción cultural en una mera mercancía, proceso que hace de la vida una pura representación. El siguiente ensayo que aborda es por fin contemporáneo, La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy (2010), del que destaca ideas como el surgimiento de una cultura de masas global, la entronización de la pantalla como su canal principal y la capacidad de esta para promover un individualismo salvaje. Finalmente, con Cultura Mainstream de Fréderic Martel (2010), esboza prácticamente la idea central del ensayo: "La inmensa mayoría del género humano no practica, consume ni produce hoy otra forma de cultura que aquella, que antes, era considerada por los sectores culturales, de manera despectiva, mero pasatiempo popular, sin parentesco alguno con las actividades intelectuales, artísticas y literarias que constituían la cultura. Ésta ya murió, aunque sobreviva en pequeños nichos sociales, sin influencia alguna sobre el mainstream." ( ) "La cultura es divertida y lo que no es divertido no es cultura."

No comparto el concepto de "jerarquías culturales" que sí comparten muchos autores jóvenes, como Volpi, Gamboa o Carrión, que abogan, por ejemplo, por una crítica literaria que "jerarquice", "cribe" y finalmente "guíe" al lector hacia la buena literatura dentro de la vorágine del mercado. Primero, no veo por qué la crítica dejaría de hacer algo que siempre ha hecho (según Vargas Llosa esa era la crítica de "nuestros abuelos y bisabuelos") y segundo, creo que deberían ser los propios lectores (y en gran medida lo son) los que, gracias a su educación básica, sepan distinguir ellos mismos la literatura con mayúsculas de la comercial. Respecto a que la palabra haya cedido lugar a la imagen, esto depende mucho de los soportes de los que estemos hablando, si se trata de los libros o el libro electrónico, estamos muy lejos de que esto suceda o haya sucedido de un modo preocupante. La prueba es que críticos como Vicente Luis Mora no se lamentarían del rechazo que suscita aún hoy compaginar imagen y palabra.

Probablemente haya un repliegue de la cultura al ámbito académico, pero resulta espinoso demostrarlo, sobre todo cuando uno vive en la turbulenta actualidad, "selva promiscua" en palabras del autor. Según Vargas Llosa, el vacío dejado por la desaparición de la crítica ha permitido que, insensiblemente, lo haya llenado la publicidad. Tampoco me parece que esto sea del todo cierto. Si hablamos de España, existen muchos medios serios, y algunos de masas, en donde se hace crítica con seriedad, pero además, los hay en Internet. Como recalca Jordi Gracia, en su excelente ensayo El intelectual melancólico, nunca la alta cultura ha gozado de tanta atención de parte de los medios, medianos y pequeños, incluso minúsculos, como podrían ser los blogs. Por otra parte, el asunto de haberse vendido la cultura a los "vaivenes del mercado", si tiene algún culpable, ¿no es acaso el liberalismo económico que con tanta convicción ha defendido el autor? Que conste que sigo compartiendo gran parte de la ideología, pero no cabe duda de que aquí deberíamos empezar por la autocrítica. La crisis de valores que afectaría a la cultura y que sin duda es culpable de la actual crisis financiera, ha sido en gran medida gestada por ese entusiasmo y confianza ciega en el mercado del que hemos pecado los liberales. Sin embargo, ni una línea al respecto en todo el libro.

Otra de las críticas se dirige hacia el olvido que incentivan la música, los conciertos multitudinarios

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