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La Subjetividad Y La Complejidad

WinnieP25 de Septiembre de 2013

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La subjetividad y la complejidad.

-Procesos de construcción y transformación individual y social.

El problema de la subjetividad, la praxis social y los determinismos.-

Aunque el tema de la subjetividad no es nuevo en las ciencias humanas, probablemente si cobra gran importancia en el ámbito teórico, político y social en los años recientes, a la luz de los grandes cismas sociales de los últimos tiempos y porque se inscribe en el debate general sobre las determinaciones entre individuo y sociedad, en la consideración del “problema humano” en el conjunto de la acción social.

Una discusión cualquiera de este tema de la subjetividad y la praxis (individual y social), en un espacio tan breve, indudablemente que no puede agotar todas las aristas posibles de sus asuntos. El propósito, más bien, es situar la temática en algunas de sus líneas de interés más importantes y en sus conexiones con la multiplicidad de problemas que, desde lo teórico y lo investigativo de la práctica social, tienen vigencia actual.

Siendo éste de la subjetividad y la praxis un tema complejo, deberíamos presentar un trazado sintético de conjunto que sirva de fondo y sustento a su comprensión. En esta línea, el carácter pluridimensional e interdisciplinario del abordaje de la Subjetividad, como categoría general epistemológica, sociológica y psicológica, puede constituir un referente necesario.

Una de las recientes líneas principales de cambio de las concepciones de la dinámica social en la que los procesos de la subjetividad desempeñan un papel importante, y que tendremos presente en este trabajo, la constituye su interpretación desde la perspectiva de la complejidad.

En el ámbito epistemológico, el culto a la objetividad que impuso el paradigma racionalista y positivista es cuestionado desde distintos ángulos. El problema de la “subjetividad versus objetividad” es tratado, como reacción paradigmática (y aún con excesos de énfasis hacia el primer polo) por corrientes fenomenológicas (E. Husserl) y existencialistas, sociológicas (algunos representantes del interaccionismo simbólico, del construccionismo social, etc), y psicológicas (énfasis subjetivista del humanismo abstracto y otras corrientes).

Actualmente, la solución a la relación dicotómica entre objetividad y subjetividad tiende a resolverse a través del concepto de intersubjetividad.

Esto tiene relación con lo que algunos autores han llamado el “presupuesto de reflexividad” para el cual el objeto solo es definible en su relación con el sujeto (Ibáñez, J. 1991). El presupuesto de reflexividad considera que un sistema está constituido por la interferencia recíproca entre la actividad del sistema objeto y la actividad objetivadora del sujeto (Navarro, P. 1990).

Entender la realidad como construcción intersubjetiva de los sujetos sociales en sus diferentes manifestaciones (Zemelman, H. 1993), como ámbito de prácticas posibles, de opciones cuyos contenidos se materializan en prácticas constructoras de realidad, no significa “subjetivismo”, negación de lo objetivo, sino reafirmación, énfasis en la intervención de los sujetos en la configuración de lo social.

Para la fenomenología social (A.Schutz, Weber y la sociología del conocimiento de Berger y Luckman, entre otros), la estructura significativa de la realidad social es construida y sostenida por las actividades interpretativas cotidianas de sus miembros. Si bien, por ejemplo, A.Schutz (1993) se encarga de aclarar que lo social no se agota en la intersubjetividad, queda claro que el énfasis queda puesto en el polo subjetivo de la relación sujeto-objeto.

Se produce una confluencia de los enfoques fenomenológicos con los planteamientos de la hermenéutica y relacionados a ésta (Dilthey, Rickert, Gadamer, Derrida, etc.), con los enfoques del construccionismo social, como dijimos, de representantes de la sociología del conocimiento.

Al énfasis por la subjetividad se une, desde sus modalidades específicas, la tradición de la filosofía del lenguaje (Wittgenstein) y el postestructuralismo francés con su focalización en los discursos sociales (Foucault y otros). Indudablemente que ha sido ésta de la subjetividad una temática central de la corriente existencialista, destacándose Heidegger y, más cercanamente Sartre, con interesantes aportaciones sobre el impacto de la cotidianeidad y las vivencias existenciales, en una reflexión general sobre el sentido de la vida para el hombre.

Las aportaciones de estas corrientes subjetivistas a la comprensión y la investigación de los procesos de elaboración de la subjetividad y de la práctica de los sujetos sociales es de indudable importancia. La puesta en primer plano de los procesos de significación social, las pautas de interacción cotidianas, el papel del self, de los discursos y otros, en los eventos sociales, destacan el rol constructivo de los propios actores sobre su realidad.

No obstante los importantes cuestionamientos de orden epistemológico que pueden situarse a estas interpretaciones, lo cierto es que constituyen aportes trascendentales al campo de la investigación social y la comprensión de la acción humana, y que necesitan reenfocarse desde posiciones mas integradoras que excluyentes.

Sin pretender abordar la cuestión en toda su amplitud y profundidad, podríamos afirmar que la subjetividad individual y social se construye en la interrelación entre el hombre y su contexto social y natural, en el marco de su actividad cotidiana. Es, por tanto, un producto histórico-cultural.

Toda la construcción condensada en la producción cultural (ideológica, espiritual y material) constituye el conjunto de prácticas, tradiciones, creencias, valores, sentimientos, estereotipos y representaciones, etc., que forman el sustrato de la subjetividad social, en el que la formación del sentido común cotidiano, las manifestaciones del inconsciente colectivo y la intencionalidad reflexiva de los sujetos sociales se expresan en los grados de autorrepresión o autonomía social que posibilita el contexto.

Visto así, e inspirándonos en la concepción original marxista, podríamos decir que la subjetividad de los individuos se elabora y acciona en el conjunto de las condiciones de su existencia material, de sus relaciones sociales grupales y clasistas, de sus prácticas cotidianas y de las producciones culturales que conforman la subjetividad social, de lo cuál no se deduce, por otra parte, una linealidad de determinaciones.

Comprender la sociedad como un megasistema, compuesto de múltiples sistemas y subsistemas, con interrelaciones múltiples entre las partes y entre éstas y el todo, retroacciones y modos de autorregulación, no es algo nuevo, sino que se halla presente en algunas de las elaboraciones integrales de la sociedad en distintos enfoques sociológicos generales, sobre todo desde el siglo pasado. La teoría de sistemas, más recientemente, aportó a la teoría social modelos y herramientas heurísticas fundamentales.

Sobre este fondo, la dinámica de la complejidad trae nuevas adquisiciones a la visión de complicación y multiplicidad de vínculos e interinfluencias presentes en los enfoques sistémicos sociales.

Una de las líneas de aplicación -aun insuficientemente trabajada- es la que pudiera caracterizar las dinámicas sociales a partir de la combinación de las tendencias generales de los procesos con los emergentes provenientes del orden azaroso o por fluctuaciones de los acontecimientos y su relación con los procesos de autoorganización al interior de los propios sistemas.

No se trata, pues, de que los procesos sociales no presenten tendencias o ciertas regularidades en una relación contextual, sino que la variabilidad intrínseca de los procesos internos y de sus entornos deja un sello en los procesos generales, a veces haciéndolos girar radicalmente.

Esta dinámica es resultado de otro modo de comprensión del cambio y de la relación entre el todo y las partes. J.Wagensber (1998) señala cuatro características constitutivas de esta relación:

-Complejidad del sistema dado

-Complejidad o incertidumbre del entorno.

-Capacidad de anticipación del sistema.

-Sensibilidad del entorno (variedad de estados del entorno compatible con un comportamiento dado del sistema).

Cuando una perturbación –fluctuación- en uno de los términos no puede ser absorbida por una respuesta de los otros tres, la adaptación se rompe y el sistema entra en crisis (catástrofe-bifurcación).

La multicausalidad, y la incertidumbre debida a la imprevisión del modo de ocurrencia de los fenómenos (aún los predictibles) provocan que las trayectorias posibles de los eventos puedan presentar múltiples y, a veces, inesperadas, fluctuaciones y consecuencias. Este orden de la dinámica de los procesos mantiene cursos de legalidad o tendencialidad, en determinadas franjas de su espectro de manifestaciones, en tanto se acumulan o irrumpen sorpresivamente condiciones que actúan como determinados atractores que llevan las trayectorias a puntos de bifurcación; a partir de los cuàles se pueden provocar procesos de crisis de los sistemas, emergencias que lo halen hacia caminos encauzadores o no de las soluciones de los conflictos presentes.

Es decir se trata, no del desorden absoluto sino de sistemas autoorganizados que se debaten entre un orden tendencial y el orden por fluctuaciones, dando lugar a emergencias desde el propio sistema, de abajo hacia arriba fundamentalmente; es decir desde el interior del sistema hacia su entorno. Como los sistemas (en nuestro caso, la sociedad o el individuo) operan en un entorno específico,

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