La educación como foco para formar una sociedad en constante progreso

La educación como foco para formar una sociedad en constante progreso

Escrito por:  

Antonia Yaber

Benjamin Saravia

Clase: Filosofia

Profesor: Nicolás Novoa

Santiago, Lunes 5 de Junio del 2017

A lo largo de la historia humana, siempre van surgiendo distintos pensadores, los cuales se han preguntado y discutido, lo que significa el término felicidad, como accedemos a esta y cual seria nuestra utopía en la que todos tengamos abundancia de esta llamada felicidad. Dejemos claro que cuando nos refiramos a utopía en el marco de este trabajo, no nos estamos refiriendo a la definición etimológica de la palabra, la cual sería, lugar o sistema irrealizable, de hecho utopía en sí significa: no existe tal lugar. Usaremos el término utopía, como es utilizado coloquialmente, el cual se usa para describir un sistema ideal o perfecto.

 ¿Cómo podemos decir que existe una utopía común, si el mundo está constantemente en evolución?  Al hacernos esta pregunta es que planteamos nuestra tesis, la cual es que no existe una utopía universal, por lo que la educación debe ser nuestro enfoque principal para la evolución progresiva de la humanidad, es necesaria no una educación disciplinaria, sistemática, sino una educación que se enseñe cómo pensar críticamente, y cómo enfrentar lo que nos rodea, hablando de adversidades y las fortunas de nuestro mundo. Llegamos a afirmar esto basándonos en que si el hombre está en constante cambio, también lo estará lo que él considera como agradable y lo que sería su estado de perfección. También debemos considerar el hecho de que debemos desarrollarnos como “ser” individual en una sociedad que nos mantienen actuando de acuerdo a los estatutos y reglas sociales predeterminadas, por esto llegar a desarrollar lo que realmente queremos ser o hacer es obstaculizado, estamos muy limitados por nuestro entorno. Como Nietzsche llegó a plantear en su momento,  existimos en una realidad en la que el hombre tiene una infinidad de facetas las cuales, cambian a medida que transcurre el tiempo. Es por esto que cuando llegamos a un punto donde nos creemos conocer totalmente, en un tiempo más esto podría ser completamente ajeno a lo que somos en aquello instante. Adoptamos una actitud pesimista al afirmar que no existe una utopía, se podría llegar a pensar que el hombre está condenado con esta afirmación, pero esto no tiene porqué ser así, hay una manera con la cual tal vez no llegaremos a una utopía, pero sí ayudaremos a la humanidad a llegar a un estado en el que estemos en constante cambio con lo cual esperamos que el hombre cambie para mejor, esto es la educación.

En Nietzsche y en Krishnamurti existe una coincidencia en el sentido de la educación. Se cree que el fundador del conocimiento de una persona, es el que aflora el ser original, dónde el método común para conectarse consigo mismo es el recorrido por la historia del sujeto, hasta sus fundadores de conocimiento. A partir de esto podemos sostener la tesis, de que la educación que recibimos, es un condicionamiento que rige nuestras acciones y pensamientos. Pero ¿son nuestros fundadores de conocimiento la única forma de conocer? Nietzsche y Krishnamurti los definen como los libertadores de nuestro sentido original en su esencia. Por lo que el fundador de nuestro conocimiento debe ser un ser integrado, y consciente de que está formando a otra persona, por lo que no se debe enseñar el conocimiento, se debe enseñar las herramientas para que cada individuo tenga las mismas capacidades de adquirir conocimiento. Se debe inculcar un pensamiento crítico en las personas, si es que se enseña un sistema, en el minuto que este sistema falle, el individuo debe ser capaz de poder sacar conclusiones y opiniones propias, que forman al individuo como un total, en vez de ser uno más del rebaño que sigue la masa sin considerar que lo que se dicta puede ser lo que uno mismo rechaza.

Si hablamos de educación, podemos ver como los sistemas educativos fallan. Al tratar de hacer máquinas pensantes que producen. El producto es lo que nos destruye como sociedad. Es por esto que Krishnamurti y Nietzsche dejan en manos de los maestros fundadores, las habilidades transferidas a las personas. Krishnamurti justifica la invención de Dios, como un producto de la necesidad de crear algo afectivo, la necesidad de llenar el vacío que deja el sistema educativo de hoy en día. La idea de Dios, según Krishnamurti, nace con el fin de renacer la fe del hombre, creer en lo desconocido es reflejar lo que se espera del hombre en algo más. Se busca consuelo y esperanza en una idea que jamás podremos comprobar su existencia, esperando esa felicidad eterna que llegará el día que termine nuestro tiempo terrenal. Pero esta idea ficticia mantiene a las personas en una ignorancia, creando divisiones que terminan en rivalidades entre religiones, que su trasfondo es literalmente el mismo, adular un Dios.  

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