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La educación y la concepción del mundo.- La educación y la concepción del hombre.- El hombre como persona.- La educación y la cultura.


Enviado por   •  2 de Marzo de 2016  •  Apuntes  •  38.031 Palabras (153 Páginas)  •  1.813 Visitas

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                        C U R S O     D E    F I L O S O F Í A    D E   L A    E D U C A C I Ó N

                          Por el Profesor  Dr. MARIO ARENAS RODRÍGUEZ

TEMARIO: La educación y la concepción del mundo.- La educación y la concepción del hombre.-              El hombre como persona.- La educación y la cultura.

EL EDUCADOR Y LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO.-  La educación, el mundo y la vida humana constituyen tres conceptos inseparables. El primero no se explica sin una comprensión de los otros dos. Es más, no hay concepción educativa sin una concepción del Universo y de la vida. Por eso, toda concepción filosófica entraña una teoría de la educación y toda teoría de la educación un sistema pedagógico. Pero como las concepciones  filosóficas no nacen por generación espontánea, sino que son hijas de las exigencias de la época, de las circunstancias sociales, del desarrollo de las ciencias y la cultura, entonces tenemos que cada teoría filosófica reflejará el pensamiento de las clases más representativas o dominantes. De allí la importancia de que el educador estructure en sí claros esquemas conceptuales del mundo y de la vida del hombre para que su HACER PEDAGÓGICO tenga sentido y mejores proyecciones sociales y culturales, porque al decir de Juan Mantovani, el educador verdadero es aquel que no sólo exhibe destreza para la acción, sino también la comprensión de los términos y fuerzas que intervienen en sus actividades. Sin la conciencia clara de aquellas fuerzas operantes no verá más que lo externo sin profundizar en la esencia del problema. Sólo el que comprenda el mundo del devenir sabrá relacionar lo general con lo particular y buscar la conexión existente entre el quehacer diario y el conjunto del fenómeno filosófico cultural.

La transitoriedad de los esquemas filosóficos subjetivos (no científicos), su monopolio por fuerzas humanas dominantes que tergiversan su sentido, la naturaleza clasista de la sociedad y de la cultura, exigen del maestro una perenne actitud de innovación para no quedar estancado culturalmente. Mal  puede pretender la liberación del hombre de sus ataduras ancestrales si su espíritu permanece inconsciente, sometido al mundo irracional de los prejuicios mediante un simple cambio metodológico de actitudes si antes no se ha logrado un cambio sustancial en la doctrina. Todo cambio realizado simplemente en la forma, significa tan sólo un cambio de posición dejando incólume la esencia. De acuerdo a estas exigencias, el peor enemigo de la cultura y de la escuela será el maestro dogmático, mecanizado y ajeno a las inquietudes de su tiempo.

LA EDUCACIÓN Y LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO.- No existe una sola concepción del mundo como existe una Física o una Química. Por el contrario existen muchas concepciones como filósofos y sistemas religiosos. Ha habido muchas opuestas unas de otras y en permanente beligerancia, porque cada uno de los sistemas pretende la posesión exclusiva de la verdad. Así los sistemas religiosos, por ejemplo, considerando al Universo como obra divina y con un decurso sujeto a su mandato, la vida del hombre será sólo transitoria, mientras que lo eterno y permanente es lo que viene tras la muerte. De otro lado, primando un sistema científico de interpretación del mundo se tendrá que el hombre y el Universo por ser ajenos a toda creación de carácter divino dará al hombre y a la Naturaleza todo el valor implícito a su propia esencia, señalándole fecundos caminos de evolución y perfeccionamiento en el decurso de los tiempos. Pero como toda concepción filosófica o religiosa entraña una actitud educativa, la primera posición será de exaltación del no ser o sea la educación para la muerte, mientras que la segunda al exaltar los valores de la existencia implicará la educación para la vida.

        De esta suerte, tenemos en el mundo muchas concepciones: míticas, naturalistas, místicas o religiosas, idealistas o positivistas. Durante el siglo XVIII primó la concepción mecanicista dando al Universo y al Hombre una dinámica simplemente determinista lo que se debió al desarrollo de la Astronomía y la mecánica. Pero sobre todo estas concepciones, unas más racionales que otras está la concepción científica del mundo y del hombre, la que bebe de todas las fuentes, de todo el conocimiento humano, guardando íntima relación con el desarrollo pleno de la ciencia, la que no puede ser interpretada como investigadora de lo formal o externo, al extremo que Mantovani la llama el “barniz” del conocimiento dando a su “ concepción del universo” el carácter de un fermento que lo llena todo, que no duda nunca y sí más bien “cree”, que no pregunta nunca, sino “responde”. Afirmación que nos lleva al terreno de puras contemplaciones o intuiciones al estilo bergsoniano, donde el pensamiento no es valedero para el conocimiento sino la emoción o la intuición. En cambio, el objeto verdadero de la ciencia es proporcionarnos un exacto cuadro del mundo; nos muestra además, la manifestación de las leyes fundamentales que rigen los fenómenos consistiendo su progreso en que cada vez más profundo y más exactamente llega a reflejar la realidad, (R. Yudín)

EL JUEGO DE LAS EDADES EN LA VISIÓN DEL MUNDO.-  Según Windelband, la visión del mundo no es privativa al conocimiento filosófico quien la racionaliza y la sistematiza, sino que cada quien lleva una visión espontánea, una opinión en conjunto sobre el mundo, desde la niñez con su fabulación hasta la elaboración adulta dentro de la poesía o arte, en cuyo caso, la filosofía pregunta si hay si en dichas formas algo que tenga valor universal, cuyas conceptuaciones serán dadas a su vez mediante el sistema educativo que se adopte. Sabemos que la especie humana se desarrolla en un mundo social distinto de los otros seres. Dentro de ella cada quien tiene su concepción especial, con un modo particular de ver e interpretar la realidad. Es decir, que cada edad tiene su propia significación, además de una función específica que cumplir,  “de acuerdo a la teleología social y cultural imperante” agregamos nosotros.

        Por otra parte, la niñez realiza una vida distinta de la juventud, de la edad madura y de la senectud. En cada edad hay tendencias afirmativas y negativas. Cada edad no es sólo querer ciertas cosas sino también un resuelto no querer otras. La edad es como un prisma a través del cual pasan los estímulos seleccionados consciente o inconscientemente. Por desgracia no son pocos los regímenes pedagógicos concebidos por adultos según sus conveniencias, pero atentan contra las exigencias vitales inherentes a la edad. El niño no es sólo un candidato a adulto; es más, es esencialmente un niño. En cada etapa de la vida el ser humano es una plenitud. Así como el niño es juego, el adolescente y el joven son ideales con miras al futuro. Los tiempos pasados no entran en sus vivencias, en cambio en la vejez “cualquier tiempo pasado fue mejor”; cuyo espíritu se hace adverso a las innovaciones y a los ideales. Mientras el adolescente vive lo real con no menos  carácter. Pero esto no quiere decir que las diferencias del carácter y espiritualidad por edades demanden una exclusión al conocimiento de los avances de la ciencia, sino por el contrario ellas encontrarán mayor significación en la medida en que las ciencias experimentales y filosóficas interpreten mejor su naturaleza. De otro modo sería volver a la  educación negativa patrocinada por  Rousseau.

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