“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”
Luu CaballeroEnsayo12 de Febrero de 2016
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“LA UTOPÍA QUE LLEVÓ AL MUNDO ENTERO A LA GUERRA”
por María de Lourdes Caballero Palomares
HABILIDADES DE COMUNICACIÓN
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”
Eduardo Galeano
[pic 1]Hablar de la utopía es sin duda un deleite, pues es un tema bastante difícil de entender por la sociedad. Ésta es más que una fantasía que cada ser humano anhela vivir, es una idealización de la justicia. Es por ello que tomo como ejemplo, al gran líder de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial… Adolf Hitler, el hombre que llevó al mundo entero a la guerra, buscando una justicia, una justicia que para él, era el mundo ideal ante la raza aria… la búsqueda de su utopía, y , es en las siguientes líneas donde profundizaré en ello.
La utopía no es solamente la esperanza de un mundo mejor. Es la cristalización de los pensamientos individuales innovadores más allá de los límites. Siempre la utopía ha tenido que ver con el ideal de justicia que los hombres de cada tiempo llegaban a imaginar. Desde el principio de la especie antes de que existiera el término utopía, el homo insatisfecho con las imperfecciones que veía en su relación con los semejantes imaginaba un estado de gracia en el que unos y otros conseguían sus objetivos de forma armoniosa y equitativa.
Es importante profundizar en la definición de la utopía para poder entender lo que motivó al líder de Alemania, Adolf Hitler, a hacer exactamente lo que hizo, y aún después de explicarlo, probablemente no logremos comprenderlo.
La utopía ha sido una tentación irresistible para los primeros pensadores. Platón en la República, no solo defiende un alto concepto de justicia sino que describe con precisión como sería el Estado ideal, justo. Como buen utópico diseña hasta las tres clases sociales (gobernantes, guardias y productores) que integrarían esa república y las funciones que tendrían.
Desde Platón veremos que todo utópico no es meramente un reformador o un analista genérico sino que necesita para calmar su ansiedad dejarnos el mundo perfectamente estructurado como un mecano infantil, de forma que apenas quede tarea para los hombres que lleguen tras él.
Tomás Moro (1478-1535), es el teólogo, humanista, que pone nombre “Utopía” a la ciudad donde habría de reinar la igualdad, la justicia y, por ello, la felicidad. Aparece en ella, la propiedad privada como el origen de todos los problemas entre los hombres; se sustituye por un nuevo contrato social basado en la intrínseca dignidad del hombre y rechazando toda forma de poder personal.
Una característica común al recorrido de la utopía a lo largo de la historia de la humanidad es la facilidad con la que los utópicos infravaloran los condicionamientos de la especie humana que ha superado la prueba de la supervivencia mediante el ejercicio de unas características rígidas, repetidas millones de veces, a lo largo de miles de años, en todos sus individuos. Tras el Renacimiento –tiempo que fue propicio para la creación utópica como si de un arte o ciencia se tratara– llega en los siglos XVIII y XIX, la época dorada de la utopía: posiblemente el fascinante nuevo mundo de la industrialización excitó las mentes de los pensadores, que encontraron en la siniestra realidad de las relaciones laborales motivo sobrado para ponerse a la tarea de diseñar mundos alternativos.
El socialismo utópico venía con diseño de soluciones para males e imperfecciones flagrantes. Charles Fourier (1772-1837), Saint-Simon y Robert Owen tenían en común un interés imperioso por transformar la precaria situación del proletariado de ese momento. Fueron, como utópicos caracterizados, propulsores de reformas concretas y minuciosas para hacer de la sociedad, una oportunidad igualitaria para que todos los individuos pudieran realizarse en toda su posible dimensión. Posteriormente, las utopías han evolucionado para orientarse al futuro, expresando una rebelión frente a la realidad insatisfactoria y proponiendo transformaciones radicales que, con frecuencia, exigen previamente procesos revolucionarios, como en el caso del socialismo científico de Karl Marx. Es decir son proyectos orientadores, pendientes de realización. Así, con todo derecho, en el orden intelectual, en esta actual crisis, el marxismo vuelve a ser una referencia orientadora para muchos y el propio anarquismo está vivo en pensadores solventes como Chomsky o, en nuestro país, Javier Sádaba.
La opinión de Cioran. Cioran en Historia y Utopía reflexiona: “En cualquier gran ciudad donde el azar me lleva, me sorprende que no se desaten levantamientos diarios, masacres, una carnicería sin nombre, un desorden de fin de mundo. ¿Cómo, en un espacio tan reducido, pueden coexistir tantos hombres sin destruirse, sin odiarse mortalmente? A decir verdad, se odian, pero no están a la altura de su odio, la mediocridad salva a la sociedad.
De tiempo en tiempo se produce una sacudida y después todo retorna al orden, a la calma de la ferocidad. Pero todavía me sorprende más que, siendo la sociedad lo que es, algunos se hayan esforzado en concebir otra, diferente. ¿De dónde puede provenir tanta ingenuidad o tanta locura?
En busca de pruebas se me ocurrió meterme en la literatura utópica, consultar sus obras maestras. Me apresuro a agregar que esa literatura repugnante es rica en enseñanzas. Desde el principio se descubre el papel que desempeña, en el origen, no la felicidad, sino la idea de felicidad. Solo actuamos bajo la fascinación de lo imposible: esto significa que una sociedad incapaz de dar a luz una utopía, está amenazada de esclerosis y de ruina. La sensatez a la que nada fascina, recomienda la felicidad dada, existente; el hombre la rechaza y ese mero rechazo hace de él un animal histórico, es decir, un aficionado a la felicidad imaginada.
La miseria es la gran auxiliar del utopista, la materia sobre la cual trabaja, la sustancia con que nutre sus pensamientos. Mientras más desprovisto está uno, más gasta el tiempo y la energía en querer, con el pensamiento, reformarlo todo, inútilmente.
Al no poder aceptar los objetos de la vida, se les querrá imponer las propias leyes y los propios caprichos, se querrá desempeñar el papel de legislador o de tirano y aún querrá intervenir en la vida de los elementos para cambiarlos.
El delirio de los indigentes es generador de acontecimientos, fuente de historia. Son ellos los que inspiran las utopías. Pero recordemos que utopía significa ninguna parte”.
Es por ello, que para adentrarme más a la utopía y demostrar como para un ser ésta puede ser un mundo de caramelo, para otro, podría ser la extinción de una raza.
Empezaré describiendo un poco de la vida de éste personaje que marcó la historia, pero sobretodo, marcó al mundo entero… Adolf Hitler.
[pic 2]Adolf Hitler, el Führer (líder) del partido Nazi, formuló y articuló las ideas que llegaron a conocerse como la ideología nazi. Se consideraba a sí mismo un pensador profundo y riguroso y estaba convencido de que había encontrado la clave para comprender un mundo extraordinariamente complejo. Creía que las características, actitudes, habilidades y comportamientos de una persona estaban determinados por su presunta constitución racial.
Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud en Viena. La formación de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas recibió educación. En Viena (1907-13) fracasó en su vocación de pintor, malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante el espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por completo incomprensible. De esa época data su conversión al nacionalismo germánico y al antisemitismo.
En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo del nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber traicionado a Alemania aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles (1918).
Hacia 1933, de vuelta a Múnich, Hitler ingresó en un pequeño partido ultraderechista, del que pronto se convertiría en dirigente principal, rebautizándolo como Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Dicho partido se declaraba nacionalista, antisemita, anticomunista, antiliberal, antidemócrata, antipacifista y anticapitalista, aunque este último componente revolucionario de carácter social quedaría pronto en el olvido; tal abigarrado conglomerado ideológico, fundamentalmente negativo, se alimentaba de los temores de las clases medias alemanas ante las incertidumbres del mundo moderno. Influido por el fascismo de Mussolini, este movimiento, adverso tanto a lo existente como a toda tendencia de progreso, representaba la respuesta reaccionaria a la crisis del Estado liberal que la guerra había acelerado.
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