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Las Leyes De Licurgo


Enviado por   •  12 de Febrero de 2012  •  10.917 Palabras (44 Páginas)  •  1.188 Visitas

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Las Leyes de Licurgo

Plutarco nos cuenta que Licurgo fue contemporáneo de Ífito, y que militarmente estableció con él la tregua olímpica, que se prueba en un disco que se guarda en Olimpia, en el que está escrito el nombre de Licurgo.

Conozcamos, entonces, un poco más al legislador Licurgo, de quien decididamente nada puede expresarse (sobre su linaje, peregrinación y muerte), que no esté envuelto en un halo cercano a la incertidumbre.

En cuanto al dictado de leyes, la oportunidad de su gobierno y su establecimiento, se hacen conciernas muy diversos, siendo el tiempo en que vivió un aspecto en el que menos se encaja y más permanece en el nimbo.

La más resuelta ordenación de Licurgo fue el reparto de la tierra. Sus fundamentos:

1) combatir la terrible desigualdad y diferencia, por la cual muchos pobres necesitados sobrecargaban la ciudad (algo que siempre preocupó a los gobernantes y ocupó sólo a los estadistas);

2) tratar el tema de la riqueza que se acumulada en muy pocos y;

3) desterrar la insolencia, la envidia, la corrupción, el regalo y principalmente los dos mayores y más antiguos males: la riqueza y la pobreza.

Entonces, presentando el país como absolutamente desocupado, propuso repartirlo nuevamente, para que todos viviesen entre sí uniformes e igualmente arraigados, dando el prez de preferencia a sola la virtud, como que de uno a otro no hay más diferencias o desigualdad que la que induce la justa represión de lo torpe y la alabanza de lo honesto; y diciendo y haciendo, distribuyó a los del campo el terreno de Laconia en treinta mil suertes, y el que caía hacia la ciudad de Esparta en nueva mil, porque éstas fueron las suertes de los Espartanos.

Algunos dicen que Licurgo no hizo más que seis mil suertes, y que después Polidoro, rey, añadió otras tres mil; y otros, que éste hizo la mitad de las nueve mil, y la otra mitad las había hecho Licurgo. La suerte de cada uno era la que se juzgó podría producir una renta, que era por el hombre setenta fanegas de cebada y doce por la mujer, y una cantidad de frutos líquidos proporcionada; porque creyeron que ésta era comida suficiente para que estuviesen sanos y fuertes, sin que ninguna otra cosa les hiciese falta.

Transciende que volviendo él mismo de un viaje al país, en tiempo que acababa de hacerse la siega, al ver las parvas emparejadas e iguales, sonriéndose, había dicho a los que allí se hallaban: "Toda Laconia parece que es de unos hermanos que acaban de hacer sus particiones."

Licurgo obligó a toda la población a comer en comedores comunales. Esto fue a lo que más se opusieron los ricos. Ya se sabe que es la mesa el auténtico escenario de la ostentación. Es para la "mise en scène" de la comida para lo que está preparada siempre una casa de ricos. Pues bien, aunque los ricos apedrearon a Licurgo en la calle y, según la leyenda, le sacaron un ojo, no hubo forma de acabar con esta noble institución que con el tiempo terminó por poner de moda la moderación. Cada quien contribuía con una ración y una cuota, y esta manera de convivir se convirtió en todo un estilo de vida, sobrio y recatado.

Arregló también lo relativo a los entierros; porque trató en primer lugar de desterrar toda superstición y, por lo tanto, no prohibió que se sepultasen los muertos dentro de la ciudad y que se pusiesen monumentos cerca de los templos; criando y familiarizando a los jóvenes con estos espectáculos, para que no se turbasen y horrorizasen con la muerte, ni se tuviesen por contaminados con sólo tocar un cadáver o pasar por delante de una sepultura. Después mandó que nada se enterrase con el muerto, y sólo se envolviese en un paño encarnado con hojas de olivo. No era tampoco permitido inscribir otro nombre que el de quien moría en la guerra o el de las sacerdotisas, con arreglo a los derechos al sacerdocio femenino de Atenea Polias (hereditario de su familia) y el Litigio de los Crocónidas contra los Coirónidas (sobre una cuestión de competencia sacerdotal en Eleusis).

Señaló un tiempo más limitado para el duelo, nada más que once días: al duodécimo se hacía un sacrificio a Deméter, y con esto debía cesar el duelo: porque no quiso ni ocio ni inacción; y en todo había mezclado, con lo que contempló preciso, o una excitación a la virtud o una invectiva contra en vicio. Cuidó también de que por todas partes hubiese en la ciudad muchedumbre de ejemplos, con los que criados y como impelidos los ciudadanos, era preciso que se excitasen y formasen a lo bueno y honesto.

Licurgo impuso un estilo de vida moderado, donde la fraternidad y la solidaridad, forman el criterio social sano. La nivelación por lo bajo es una intolerable aspiración de la envidia.

Licurgo no dejó escritas sus leyes, porque justamente una de sus leyes consistía en no hacer uso de leyes escritas. “Pensaba, en efecto, que las normas más eficaces e importantes para lograr la felicidad de una ciudad y la virtud se conservan inalterables, cuando se han inculcado en los caracteres y métodos educativos de los ciudadanos y en firme tienen éstos la capacidad de libre elección, vínculo más fuerte que la necesidad [...]” (Licurgo, 13, 2-3). Es conveniente recordar que las leyes de Licurgo gobernaron Esparta durante más de 500 años, y la convirtieron en la primer ciudad de Grecia.

En el Templo de Delfos:

Se cuenta que en el reinado de León y Hegesicles, en Esparta, los lacedemonios hablan salido bien en las demás guerras, pero sólo en la que sostenían contra los de Tegea fracasaban. Antes de estos reyes, los lacedemonios se gobernaban por las peores leyes de toda Grecia, tanto en lo interno como con los extranjeros, con quienes eran insociables. Y pasaron a tener buenas leyes del siguiente modo: Licurgo, hombre acreditado entre los espartanos, fue a Delfos para consultar el oráculo, y al entrar en el templo le dijo la Pitia inmediatamente:

¡Oh Licurgo! Has venido a mi opulenta morada,

Licurgo, amado de Zeus y de todos los olímpicos.

Dudo si llamarte hombre o predecirte deidad;

pero deidad, no lo dudes, deidad te creo, Licurgo.

También afirman algunos que la Pitia le enseñó el orden ahora establecido entre los espartanos; pero los lacedemonios mismos dicen que lo trajo de Creta, siendo tutor de su sobrino Leobotas, rey de los espartanos.

Tan pronto como se encargó de la tutela, cambió todas las leyes y cuidó de que nadie las transgrediera.

De

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