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Libro 1 Poder Domestico Aristoteles


Enviado por   •  3 de Mayo de 2013  •  1.633 Palabras (7 Páginas)  •  504 Visitas

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CAPÍTULO V

DEL PODER DOMÉSTICO

Ya hemos dicho que la administración de la familia descansa en tres clases de poder: el del señor, de que

hablamos antes, el del padre y el del esposo. Se manda a la mujer y a los hijos como a seres igualmente

libres, pero sometidos, sin embargo, a una autoridad diferente, que es republicana respecto de la primera, y

regia respecto de los segundos. El hombre, salvas algunas excepciones contrarias a la naturaleza, es el llamado a mandar más bien que la mujer, así como el ser de más edad y de mejores cualidades es el llamado a

mandar al más joven y aún incompleto. En la constitución republicana se pasa de ordinario alternativamente de la obediencia al ejercicio de la autoridad, porque en ella todos los miembros deben ser naturalmente iguales y semejantes en todo; lo cual no impide que se intente distinguir la posición diferente del jefe

y del subordinado, mientras dure, vasliéndose ya de un signo exterior, ya de ciertas denominaciones o distinciones honoríficas. Esto mismo pensaba Amasis21 cuando refería la historia de su aljofaina. La relación

del hombre y la mujer es siempre tal como acabo de decir. La autoridad del padre sobre sus hijos es, por el

contrario, completamente regia; las afecciones y la edad dan el poder a los padres lo mismo que a los reyes,

y cuando Homero llama a Júpiter22

Padre inmortal de los hombres y de los dioses,

tiene razón en añadir que es también rey de ellos, porque un rey debe a la vez ser superior a sus súbditos

por sus facultades naturales, y ser, sin embargo, de la misma raza que ellos; y esta es precisamente la relación entre el más viejo y el más joven, entre el padre y el hijo.

21. Amasis hizo de una aljofaina de oro una estatua de un dios, que bien pronto fue adorada por los egipcios; y contando a los principales de éstos la historia de la aljofaina, les dijo que él también, antes de llegar a ser rey, había sido un oscuro ciudadano, pero que

desde que había ascendido al trono había merecido el respeto y el homenaje de sus súbditos.

22. Ilíada, I, 544.

No hay para qué decir que se debe poner mayor cuidado en la administración de los hombres que en la de

las cosas inanimadas, en la perfección de los primeros que en la perfección de las segundas, que constituyen la riqueza, y más cuidado en la dirección de los seres libres que en la de los esclavos. La primera cuestión respecto al esclavo es la de saber si, además de su cualidad de instrumento y de servidor, se puede encontrar en él alguna otra virtud, como la sabiduría, el valor, la equidad, etc., o si no se debe esperar hallar

en él otro mérito que el que nace de sus servicios puramente corporales. Por ambos lados ha lugar a duda.

Si se suponen estas virtudes en los esclavos, ¿en qué se diferenciarán de los hombres libres? Si lo contrario,

resulta otro absurdo no menor, porque al cabo son hombres y tienen su parte de razón. Una cuestión igual,

sobre poco más o menos, puede suscitarse respecto a la mujer y al hijo. ¿Cuáles son sus virtudes especiales? ¿La mujer debe ser prudente, animosa y justa como un hombre? ¿El hijo puede ser modesto y dominar

sus pasiones? Y en general, el ser formado por la naturaleza para mandar y el destinado a obedecer, ¿deben

poseer las mismas virtudes o virtudes diferentes? Si ambos tienen un mérito absolutamente igual, ¿de dónde nace que eternamente deben el uno mandar y el otro obedecer? No se trata aquí de una diferencia entre

el más y el menos; autoridad y obediencia difieren específicamente, y entre el más y el menos no existe

diferencia alguna de este género. Exigir virtudes al uno y no exigirlas al otro sería aún más extraño. Si el

ser que manda no tiene prudencia, ni equidad, ¿cómo podrá mandar bien? Si el ser que obedece está privado de estas virtudes, ¿cómo podrá obedecer cumplidamente? Si es intemperante y perezoso, faltará a todos sus deberes. Evidentemente es necesario que ambos tengan virtudes, pero virtudes tan diversas como lo

son las especies de seres destinados por la naturaleza a la sumisión. Esto mismo es lo que hemos dicho ya

al tratar del alma. La naturaleza ha creado en ella dos partes distintas: la una destinada a mandar, la otra a

17. Esta clasificación de los oficios parece intercalada y extraña al pensamiento general del autor, que continúa desenvolviéndose

en el párrafo siguiente.

19obedecer, siendo sus cualidades bien diversas, pues que la una está dotada de razón y privada de ella la

otra. Esta relación se extiende evidentemente a los otros seres, y respecto de los más de ellos la naturaleza

ha establecido el mando y la obediencia. Así, el hombre libre manda al esclavo de muy distinta manera que

el marido manda a la mujer y que el

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