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Los 4 Acuerdos


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2012  •  8.000 Palabras (32 Páginas)  •  342 Visitas

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Poner en práctica los cuatro acuerdos que nos pueden llevar a tener un equilibrio en nuestras vidas en el ámbito personal, emocional, mental y social. Para lograr este equilibrio, nos habla que debemos entender que el ser humano tiene creencias que son adquiridas por influencia familiar, y nos puede perjudicar emocionalmente hasta volvernos infelices. Pero también nos habla de poder modificar el sistema de creencias para conseguir el equilibrio y lograr la felicidad.

LOS CUATRO ACUERDOS, del Dr. Miguel Ruiz.

Introducción. “Espejo humeante”

Hace 3.000 años vivía un hombre cerca de una ciudad, y quería ser chamán pero no estaba totalmente de acuerdo con lo que aprendía.

Un día cualquiera descubrió “Estoy hecho de luz; estoy hecho de estrellas”. Se dio cuenta de que la luz es la crea a las estrellas, y no al revés. Y supo que la luz es la mensajera de la vida, porque está viva y contiene toda la información. Llamó a las estrellas el tonal y a la luz que había entre las estrellas el nagual, y supo que lo que creaba la armonía y el espacio entre ambos es la Vida o Intento, la Creadora de todas las cosas. Así, todo lo que existe es una manifestación del ser viviente al llamamos Dios. Todas las cosas son Dios. Lo que realmente somos es puro amor, pura luz. Y la percepción humana es sólo luz que percibe luz. También se dio cuenta de que la materia es un espejo, y el mundo de la ilusión, el Sueño, es el humo que nos impide ver lo que realmente somos.

Luego de este descubrimiento, miró a su alrededor y se vio a sí mismo en todas las cosas. Estaba feliz. Pero no encontró palabras para explicarlo a los demás. Vieron que había cambiado, que algo muy bello irradiaba de sus ojos. Comprobaron que ya no emitía juicios sobre nada ni nadie. Él los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo comprendía. Dijo:”Sí, soy Dios. Pero ustedes también lo son. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz.”

“Cada uno es un espejo”, dijo. Él se veía en todos pero nadie se veía a sí mismo en él. El muro de niebla no dejaba ver entre los espejos. Ese muro, construido por la interpretación de las imágenes de luz: el Sueño de los seres humanos.

I.-“La domesticación del planeta”.

Soñar es la función principal de la mente, y la mente (en contra de lo que se cree comúnmente), sueña veinticuatro horas al día. La diferencia está en que cuando el cerebro está despierto, percibimos las cosas de una forma lineal, porque hay un marco material que lo permite.

Los que nos precedieron crearon un enorme sueño externo colectivo, hecho de millones de años de sueños personales que, unidos, crearon sueños comunes que cada vez abarcaron más personas, para finalmente, crear el sueño de la humanidad, o sueño del planeta.

Éste, incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, religiones, gobiernos, culturas, maneras de ser, escuelas, acontecimientos sociales, celebraciones.

Tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su mente. Así, los adultos que nos rodearon captaron nuestra atención, y por medio de la repetición, introdujeron información en nuestra mente, y aprendimos lo que sabemos. Y aprendimos un sueño completo: cómo comportarnos en sociedad.

También aprendimos a captar la atención de otros seres humanos y desarrollamos una necesidad de atención que

siempre acaba siendo muy competitiva. La necesidad de atención se vuelve muy fuerte y continúa en la edad adulta (mirame, quereme, felicitame).

El sueño externo nos enseña qué creer a través, primero, de la lengua que hablamos: una vez entendemos el código, la energía queda atrapada y se transfiere de una persona a otra.

Nunca tuvimos la oportunidad de elegir qué creer y qué no creer. Sólo estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron del sueño del planeta. Así, si no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa información. Y si nos lo creemos, eso es “fe”.

Y los niños creen todo lo que le dicen los adultos, su fe es muy fuerte. Y aunque quizás los niños se rebelen (nosotros de niños), no son lo suficientemente fuertes como para triunfar: se rinden a las creencias mediante su acuerdo: es la “domesticación de los seres humanos”.

Todos nos dicen cómo vivir, cómo ser seres humanos. Y también aprendemos a juzgar. Domesticamos a los niños de la misma manera en que domesticamos a un perro, con un sistema de premios y castigos. Pronto empezamos a tener miedo de ser castigados y también de no recibir la recompensa, es decir, la atención de nuestros padres o de otras personas importantes para nosotros. El premio nos hace sentir bien, y así vivimos haciendo lo que los demás quieren que hagamos: fingimos ser lo que no somos para complacer a los demás, porque nos da miedo que nos rechacen.

En el proceso de domesticación perdimos todas nuestras tendencias naturales. Esta domesticación es tan poderosa que en determinado momento estamos tan bien entrenados que somos nuestro propio domador. Y utilizamos con nosotros mismo el mismo sistema de premio y castigo que nos transmitieron, según consideremos que somos “un niño bueno” o “un niño malo”.

Este sistema de creencias es el Libro de la Ley que gobierna nuestra mente. No es cuestionable, es nuestra verdad absoluta, nuestros juicios se basan en él, aún cuando vayan en contra de nuestra propia naturaleza interior. El Juez Interior juzga todo y a todos (clima, perro, gato…). Está también en nuestra mente. Cada vez que hacemos algo que va contra el Libro de la Ley, el Juez Interior dice que somos culpables. Y esto ocurre muchas veces al día, día tras día, durante toda nuestra vida.

Hay otra parte en nosotros que recibe los juicios, y a esa parte la llamamos “la Víctima”: carga con la culpa, el reproche y la vergüenza (“¡Pobre de mí!”). Y el Juez Interior dice: “Sí, no vales lo suficiente”. Y el sistema es tan fuerte, que aún cuando creemos adoptar nuevos conceptos e intentar tomar nuestras propias decisiones, nos damos cuenta de que esas creencias todavía controlan nuestra vida.

Si vamos contra el Libro de la Ley, sentimos una extraña sensación que se llama miedo. Incumplir sus regla abre nuestras heridas emocionales, y reaccionamos creando veneno emocional.

El acuerdo es tan fuerte, que incluso cuando sabemos que el concepto es erróneo, sentimos la culpa, el reproche y la vergüenza que aparecen cuando actuamos

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