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Occidente


Enviado por   •  14 de Mayo de 2014  •  Síntesis  •  2.275 Palabras (10 Páginas)  •  169 Visitas

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Occidente

Para otros usos de “occidental”, véanse Idioma occidental, Occidental (gobernación) y Occidental (California).

Países considerados generalmente como parte de la Civilización Occidental.

Occidente (del latín occĭdens, ‘puesta de Sol, oeste’),1 además de referirse al punto cardinal oeste, se usa para denominar a una zona del mundo (los países occidentales o mundo occidental) y a una cultura o conjunto de culturas (cultura occidental) y una civilización (civilización occidental). Cada uno de esos conceptos tiene una extensión diferente según como se defina. En su acepción más restrictiva, se restringe a la Europa (Eurasia occidental) tal como se definió durante la Edad Media (la cristiandad latina). En su acepción más amplia, incluye a la práctica totalidad del mundo actual, homogeneizado por la globalización.

Historiográficamente, se suelen identificar las bases de la civilización occidental con el proceso del nacimiento de las sociedades históricas, a partir de las ciudades sumerias del IV milenio a. C., y su extensión al Próximo Oriente Antiguo, especialmente al Antiguo Egipto; culminando en la cultura grecorromana o clásica.

El concepto de Occidente como civilización se suele contraponer al concepto de Oriente (este) o civilizaciones orientales.

La identificación de la cultura occidental con distintas religiones es un asunto problemático. Es usual identificarla con el cristianismo, aunque también con la denominada tradición judeo-cristiana. La inclusión del islam dentro de la civilización occidental es lógica desde el punto de vista historiográfico, pero es muy habitual establecer la oposición entre una “civilización musulmana” o islámica (o mundo islámico, identificado con “Oriente” y el “orientalismo” —su estereotipo—) y una “civilización cristiana” (identificada con “Occidente” y el “occidentalismo” —su estereotipo—).

Índice [ocultar]

1 La occidental como civilización autoconsciente

2 Países occidentales

3 Arte y cultura

4 Véase también

5 Referencias

6 Bibliografía

La occidental como civilización autoconsciente[editar]

El Hombre de Vitruvio, uno de las máximas expresiones del concepto de la Civilización Occidental.

Hasta el siglo XVII, la narración de la historia universal se realizaba en Europa en términos eurocéntricos, del mismo modo que cada civilización lo había hecho en sus propios términos (por ejemplo, sinocéntricos en la civilización china). Así, cuando Cristóbal Cellarius propuso una periodización, consideró los hechos y procesos de la historia europea para establecer los hitos divisorios de las edades Antigua, Media y Moderna. Pero, simultáneamente a los descubrimientos geográficos y al establecimiento del primer y moderno sistema mundial, se desarrolló la introspección y la autoconciencia de la especificidad de la civilización europea frente a la alteridad del resto del mundo, tanto en sentido positivo como negativo: junto con el imperialismo y el racismo surgió la valoración e incluso la defensa de los colonizados y la crítica a la colonización por los propios colonizadores (“mito del buen salvaje”, “polémica de los naturales”).

Gobineau distinguía siete civilizaciones en la historia, incluyendo a la civilización occidental; no precisamente en pie de igualdad, puesto que consideraba explícitamente la “desigualdad de las razas humanas” (1853-1855). Las principales potencias europeas establecieron en el siglo XIX su indiscutible superioridad económica y militar (Revolución Industrial, Diplomacia de cañonero) sobre la totalidad del mundo; e incluso la independencia de las nuevas naciones del continente americano, protagonizada por las élites europeas locales, reforzaba la misma idea: La idea de progreso surgida con la Ilustración, e incluso la extensión de las teorías evolucionistas fuera de su ámbito biológico (el llamado darwinismo social), parecían identificarse con la imposición de la civilización occidental sobre las demás; más aún, con el triunfo del mismo concepto europeo de “civilización” sobre otros grados necesariamente menores de desarrollo social (el “salvajismo” y la “barbarie”). Esa imposición no era vista como un premio, sino como una responsabilidad (“la carga del hombre blanco”).

La época de optimismo tocó a su fin con la Belle Époque y la paz armada. El estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), inicialmente entre entusiastas movilizaciones nacionalistas que acallaron las minoritarias protestas pacifistas, dio en poco tiempo paso a la conciencia del desastre sin precedentes que trajo consigo: un aparente suicidio de la civilización. En este ambiente Oswald Spengler publicó La decadencia de Occidente (1918-1923),2 donde concibe las civilizaciones como entes cerrados que nacen, crecen, luchan por la supervivencia y mueren, distinguiendo claramente al mundo occidental del mundo helénico. Sus ideas fueron adoptadas y perfeccionadas por Arnold J. Toynbee en su magno tratado Estudio de la Historia (12 tomos, 1933-1961, revisado en 1972).3 en donde conceptualiza a Occidente como una civilización cristiana con su época de esplendor en la Edad Media.

El concepto decimonónico de civilización (que, en términos hegelianos, había llegado a la realización del “espíritu absoluto” en la historia: el Estado nacional o liberal -para Hegel, en su versión prusiana-) quedaba desafiado por los totalitarismos soviético y fascista, y se destruía por tanto ese pretendido “fin de la historia”. Para Ortega y Gasset era el tiempo de La rebelión de las masas (1929) y La deshumanización del arte (1925). La crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la Guerra Fría (1945-1989) pusieron sucesivamente al mundo entero en trances que se percibían como posibles catástrofes apocalípticas. La descolonización y el tercermundismo cuestionaron nuevamente la centralidad de Occidente en términos de civilización.

En 1989, el hundimiento del bloque comunista y el surgimiento de una nueva era de globalización, hizo resurgir el concepto hegeliano del “fin de la historia” en una única civilización mundial, reelaborado por Francis Fukuyama (El fin de la Historia y el último hombre, 1992). En respuesta a ello, la concepción

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