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Pensamiento Critico Y Posmodernidad

baudolino27 de Junio de 2013

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Pensamiento crítico y postmodernidad

José Darío Herrera

Doctor en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia

Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Javeriana

Tres planteamientos básicos hace Santos en el prefacio general de la Crítica de la razón indolente (2003): 1. Estamos en una transición paradigmática; 2. Nuestra crítica se inserta en una tradición crítica pero se distancia de ella en tres aspectos esenciales: no es subparadigmática, no procura la desfamiliarización, y es autocrítica; y, 3. “Para avanzar hay que volver”, esto es, hay que hacer arqueología en dos sentidos: para ver lo que el canon de la modernidad ocultó y, para discernir, qué de eso resulta potente para reinventar la emancipación social.

En esta intervención me concentraré en el segundo planteamiento: Nuestra crítica se inserta en una tradición crítica pero se distancia de ella. De manera específica me interesa mostrar porqué la teoría crítica de la escuela de Frankfurt está atrapada dentro del paradigma de la modernidad, porqué, no obstante, sus planteamientos -más allá de su contenido sustantivo- pueden servir para inspirar una crítica a la misma modernidad, lo que llama Santos una teoría crítica postmoderna.

¿Es posible una teoría crítica postmoderna? Boaventura de Sousa Santos lo enuncia de otra manera. ¿Por qué se ha vuelto tan difícil producir una teoría crítica?

Lo primero que quiero advertir es que plantear estas preguntas dentro del horizonte de las ciencias sociales es hasta cierto punto paradójico. Si las ciencias sociales siguieron su camino de especialización disciplinar, demarcación de objetos y construcción de métodos bajo la idea de ciencia que tomó forma en las ciencias naturales, es poco probable que de allí pueda surgir una teoría crítica. Dicho de otra manera, si el desarrollo de las disciplinas sociales durante el siglo XX sigue los cánones de la ciencia moderna y los parámetros de las ciencias naturales en la elaboración de teorías, la respuesta a la pregunta de Santos es justamente esta: No es fácil producir una teoría crítica dentro de las ciencias sociales, porque las ciencias sociales siguen un ideal de ciencia que circunscribe su trabajo a campos especializados de objetos empíricos, circunscritos y abordables desde metodologías especializadas.

Estamos dando por sentado que la teoría crítica debe provenir de las ciencias sociales. En este punto seguimos a la escuela de Frankfurt. Para ellos es claro que la teoría crítica es el objeto y campo de la sociología y de la ciencia política, es decir, que la crítica de la sociedad proviene de las ciencias. Pero, ¿esto es así? ¿Debemos esperar de las ciencias sociales una teoría crítica? Para aproximarnos a una posible respuesta veamos la definición contemporánea que ofrece Santos sobre teoría crítica:

Por teoría crítica entiendo toda la teoría que no reduce la “realidad” a lo que existe. La realidad, cualquiera que sea el modo en que la concibamos, es considerada por la teoría crítica como un campo de posibilidades y la tarea de la teoría consiste precisamente en definir y valorar la naturaleza y el ámbito de las alternativas a lo que está empíricamente dado. (2003. 23)

En la definición de Santos se recogen muchos de los planteamientos de la escuela de Frankfurt, el principal: Que la tematización de lo social no se puede reducir al análisis de lo empírico.

Pero las novedades se anuncian: la alternativa a lo empírico no es asumida por Santos como una repliegue de la vida social a una idea de “totalidad”, como sucedía en Adorno y en Habermas sino como un horizonte de futuro, un abrirse a nuevas posibilidades. Se comparte pues la idea de que la teoría no puede reducirse a dar cuenta de lo empírico pero se distancia en la alternativa. No es una remisión a una “anticipación teórica” sino a una apertura que es aún sólo posibilidad.

Otro desplazamiento: la novedad de la nueva teoría crítica es que la teoría crítica no es una teoría científica. Y esto es muy importante pues trae muchas implicaciones. Por lo pronto puede significar dos cosas: que la teoría crítica no se produce dentro de las ciencias sociales o que las ciencias sociales no tratan sólo de teorías científicas. O ambas. Es decir, que la teoría crítica ni es una teoría científica ni se produce sólo dentro de las ciencias sociales. También puede significar que las ciencias sociales deben cambiar su propia comprensión de lo que es la ciencia, si se le quiere abrir posibilidad a una teoría crítica. Esta es nuestra propuesta.

Dificultades de una teoría crítica

La intención de Adorno era mostrar que la teoría crítica era una teoría científica. Para ello tuvo que distanciarse hasta donde pudo de la concepción común de lo que es una teoría: cuerpo de conceptos articulado que da cuenta de algún aspecto de la realidad. Entre más económica mejor, etc, etc. Adorno, por el contrario sugirió anticipar una teoría sobre la totalidad social a la luz de la cual los distintos eventos encontraban aclaración teórica y sentido histórico. Pero teoría que aclara los distintos fenómenos sociales no puede ser establecida a partir de lo empírico pues esos datos son resultado de conformaciones históricas y juegos de poder que los sentidos no pueden observar sin más.

Aún así la intención, en Adorno y en la escuela de Frankfurt, era explicar los fenómenos sociales. La intención por el contrario, que se deja ver en la definición de Santos es bien distinta: A la teoría crítica posmoderna no le interesa ya más explicar los fenómenos sociales a la luz de una visión total de la realidad, le interesa pensar posibilidades. Estas dos cosas son muy distintas.

Y por supuesto que esta teoría no puede ser científica, ni interesa que sea si se está pensando en una idea de ciencia que sólo se ocupa de lo que hay. Si se adscribe esta idea de ciencia no hay posibilidad para la crítica dentro de estos marcos. Ahora bien, si se transformara la idea de ciencia y se asumiera que las ciencias sociales también se ocupan de lo posible la teoría crítica entonces haría parte de lo que deben hacer las ciencias sociales. Propongo que las ciencias sociales tengan como campo de reflexión y conocimiento lo posible y no lo dado. O más bien lo posible a partir de lo dado.

Pero las dificultades para pensar lo posible son grandísimas. Santos enuncia tres: la imposibilidad de pensar alternativas “totales”, “la quiebra del espejismo del desarrollo” y, la “confusión semántica”. Yo añadiría una cuarta: la falta de legitimidad de las ciencias sociales como el lugar para pensar lo posible.

Según Santos, los presupuestos de la teoría crítica de la escuela de Frankfurt son: “una forma de conocimiento total como condición para abarcar creíblemente la totalidad social; un principio único de transformación social, y un agente colectivo, igualmente único, capaz de llevarlo a cabo; y un contexto político institucional bien definido que haga posible formular luchas creíbles a la luz de los objetivos que se proponen” (27). Sintetizando: una visión total, un agente colectivo y unas instituciones que permitan el cambio. Ninguna de las tres condiciones se dan en la actualidad. La visión total sólo puede darse dentro de una sociedad y una visión de sociedad monocultural. En la medida en que las sociedades son más conscientes de la multiculturalidad las visiones únicas y totales son sólo una ilusión de quienes se consideraban el centro del desarrollo o de la civilización.

Esto es parte, por supuesto de la modernidad, es moderna toda visión de mundo que se considere total: pues asume que todas las culturas quedan representadas dentro de una única visión de mundo. Lo mismo ocurre con la visión de la transformación: nadie se puede asignar la visión total y única de transformación; una visión única de transformación social expresa una posición etnocéntrica. Y lo que es más radical: dentro de la modernidad es poco probable que surja una visión transformadora que no sea presa de ella misma:

Llevando hasta sus últimas consecuencias el poder disciplinario del “panóptico” construido por la ciencia moderna, Foucault muestra que no hay salida emancipadora alguna dentro de este “régimen de verdad”, ya que la propia resistencia se transforma en un poder disciplinario y, por tanto, en una opresión consentida en tanto que interiorizada. (27)

Las posibilidades pues, de transformación social dentro de la modernidad están proscritas básicamente por dos razones: suponían una visión de totalidad que desconocía la multiculturalidad y dos, toda resistencia es parte en últimas de la opresión, pues por fuera de los “regímenes de verdad” nada puede ser pensado. Frente a esto Santos es más optimista: “Hoy nuestro lugar es multicultural, un lugar que ejerce una constante hermenéutica de la sospecha contra supuestos universalismos o totalidades” (27) aunque reconoce, y eso tiene que ver con la cuarta dificultad de la que hablaré más adelante, que tal tarea no ha provenido principalmente de las ciencias sociales, y si más bien de los estudios culturales, los estudios literarios y los estudios feministas.

“La quiebra del espejismo del desarrollo” llama Santos al estado actual al que ha llegado el modelo de desarrollo basado en la industrialización y en el crecimiento económico. Este ideal fue compartido también por los defensores de la teoría crítica. En las últimas décadas del siglo XX y en las primeras del siglo XXI la industrialización y el crecimiento económico muestran sus aporías. Por una parte, la explotación

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